Es fascinante ver cómo los operadores del régimen chavista y los de la falsa oposición han creado sus propias burbujas mediáticas para dominar la agenda política pero ambos bandos han terminado creyéndose sus propias elaboraciones enajenados completamente de la realidad.
El régimen chavista parece estar más consciente de los peligros a los cuales está expuesto en términos de conspiraciones internas y ciertas presiones internacionales con mayor impacto en el aparato económico. Para los operadores chavistas no es ningún secreto que de convocar unas elecciones más o menos serias Nicolás Maduro no lograría el medio millón de votos.
Pero la certeza de saberse con el control del aparato político-jurídico-militar les permite alardear de su voluntad de someterse a unas elecciones cuyos resultados ya muy probablemente han sido decididos. Aunque estos resultados sean falsos esto tiene sin cuidado al chavismo convencido que su permanencia en el poder no se decide con votos sino con el poder de las armas.
Entonces el rechazo popular y el desprecio que muestran la mayoría de los venezolanos hacia Nicolás Maduro es una variable ya incorporada al análisis y al mismo tiempo relegada por su irrelevancia en el proceso. El problema del chavismo con la realidad comienza cuando persiste en subestimar el descontento y el rechazo que tiene Maduro en el seno de sus clientelas civiles y militares.
Y esto es grave porque el masivo fraude electoral que intenta perpetrar el chavismo el próximo 28 de Julio no solo requiere de operadores civiles que articulen la trampa electrónica sino además de militares dispuestos a defender con las armas un resultado que no se parece a la realidad, una realidad que ellos mismos padecen.
Ignorando esto y apostando a que los operadores obedecerán con la eficiencia de siempre, el chavismo ha decidido refugiarse en la frágil burbuja de creer que puede prescindir del apoyo de la mayoría de los venezolanos mientras cuente con la lealtad de su minúsculo grupo fiel y amaestrado, sobre todo en su sector militar.
Es un peligroso razonamiento que les ha funcionado hasta ahora pero que podría reventar al chocar con la realidad, no porque existan elementos dispuestos a abrirse para buscar un retorno a la democracia sino más bien porque la vida bajo el régimen chavista es materialmente insostenible, para todos. Incluyendo para los militares chavistas. Por eso la semana pasada nos preguntamos en estas mismas páginas hasta dónde estarán dispuestos a llegar los mal pagados militares chavistas o si aún tienen tráquea para tragar y estómago para aguantar lo peor de la crisis, que es lo que viene.
Por su parte, la falsa oposición electorera, desde su burbuja, está convencida que habrá unas elecciones que el chavismo perderá y como consecuencia reconocerá su derrota para entrar en modo de transición. El fundamentalismo electoral ha arrastrado a la falsa oposición a una estrategia fallida donde todos sus posibles desarrollos dependen precisamente de su adversario, el chavismo.
Siendo consecuentes con esa tesis ilusa y romántica de la salida electoral del chavismo, la falsa oposición no podría hacer otra cosa que apostar, esperar y rogar a Dios que el régimen chavista admita su derrota electoral y pacíficamente entregue el poder según lo pauta su propia constitución. Sobre esa base han elaborado un discurso que habla de una transición como si el régimen chavista estuviese dispuesto a negociar su propia decapitación. Lo más grave de esta ilusión es pensar que el chavismo va a llegar al 28 para anunciar y aceptar su derrota. Hay quienes, como María Corina Machado, Edmundo González y su mentor, Ramón Guillermo Aveledo, están ingenuamente convencidos de que así será.
El fantástico e iluso discurso de la transición seguramente busca animar a los escépticos venezolanos que esta vez, aunque sea la última, sí vale la pena salir a votar. Los epígonos de la falsa oposición pronto se dieron cuenta de cierta incongruencia en su tesis pues no se puede hablar de transición si quienes detentan el poder político realmente existente en Venezuela no están dispuestos a negociar su salida. Esto ha provocado a modo de improvisado remiendo olas de verborrea ofreciéndole al chavismo amnistía, perdón, justicia transicional, etc.
Es una operación audaz y torpe porque sin lograr provocar el cisma necesario en el chavismo, sobre todo en su sector militar, al mismo tiempo desdibuja el mensaje de la falsa oposición que entra en abierta contradicción con cientos de miles de venezolanos que esperan justicia por los crímenes cometidos en la era chavista.
Tal como hemos explicado varias veces, existe evidencia de que el régimen chavista podría estar atravesando su momento más vulnerable. Pero no por la amenaza de unas elecciones, que podrían ser suspendidas en cualquier momento, sino por el inevitable desgaste de una organización militar que sería vapuleada en su primera escaramuza internacional de ser usada como mascarón de proa en la confrontación territorial con Guyana.
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