OPINIÓN

Las buenas noticias de 2024

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

A partir de estas fechas muchos venezolanos comienzan a creer que la salida a sus problemas no sólo es salir huyendo y respirar profundo para atreverse a cruzar el estrecho de Darién. La OIM/Acnur y Migración Colombia han realizado una escalofriante sumatoria,  la diáspora está integrada por 7,6 millones de venezolanos regados por el mundo. En la hermana república de Colombia (2,9 millones), Perú (1,5 millones), Estados Unidos (545.000), Ecuador (502.000), Chile (448.000) y España (438.000).

Con un poco de sensatez podríamos pensar que huir, correr a mundos desconocidos es tan riesgoso como quedarse. Soportar la crisis interna requiere valor y cordura para no enloquecer, el impacto del no-salario “el más bajo del mundo” lejos de estos tres países: Costa Rica: 650 dólares (352.926,36 colones). Uruguay: 550 dólares (20.846,45 pesos uruguayos). Chile: 550 dólares (440.000 pesos chilenos). Frente a esta miseria vemos las cifras de venezolanos que han muerto en un peregrinaje que ha ocasionado, en cifras aproximadas, más de 4.918 migrantes venezolanos asesinados en el exterior.

Huir o quedarse son dos extremos llenos de incertidumbres, angustias, penurias, hasta muertes. Sin embargo, podemos valorar el conjunto de buenas noticias que puede animarnos a considerar que siempre vale más la pena quedarse en tu país que correr a otros mundos, veamos:

1. En realidad, desconocemos cuán débil o fuerte es el régimen, si puede mover sus piezas para permanecer en el poder pasando por todos los pronósticos de fracaso que ahora son evidentes. El primero es el crecimiento de la pobreza y la desigualdad, ambos procesos indicadores de un fracaso total que cubre a 90% de la población en situación de pobreza, un aumento de la desigualdad entre sectores, datos que se vuelven de extrema criticidad cuando se constata que las primeras víctimas son la infancia y juventud con una educación en crisis, maestros en huelgas y con la cifra pavorosa del horario mosaico en las escuelas. “Los niños asisten solo dos días a la semana a las escuelas” es como si estuviéramos dentro de un episodio de guerra donde las escuelas son bombardeadas por los enemigos. Sobran las cifras de cómo se ha destruido la actividad económica que hoy representa la quinta parte de lo que fue antes de la imposición del socialismo del siglo XXI.

Todos los indicadores parecen dibujar un régimen en crisis, colgado de maniobras politiqueras, sin ninguna posibilidad de superar el profundo cisma que han creado en la sociedad venezolana. Una buena noticia porque sugiere fragilidad y posibilidad de cambio producto del fracaso total. Las declaraciones de fidelidad de Vladimir Padrino ya nadie las cree, porque son vacías, no bastan para asegurar su continuidad en el poder.

2. Se acabó la resignación y la aceptación de la política del socialismo del siglo XXI. El 22 de octubre y el 3 de diciembre son dos fechas que guardará la historia de Venezuela, en esos días el país logró dar un vuelco histórico sin precedentes. 22 de octubre, el poder dominante conminaba a la población a no participar en las elecciones primarias, evento que trataba de convertir en un episodio sin ninguna significación histórica. El 3 de diciembre la orden era otra, participar masivamente en el referéndum sobre el Esequibo. En ambas ocasiones el pueblo masivamente rechazó la orden del gobierno central. El 22 votó y el 3 no participó. No surtieron efecto las amenazas de suprimir las ayudas populistas, las bolsas CLAP, la proliferación de bonos insignificantes que sumaban al escuálido salario del trabajador. De nada valieron las alusiones a la fidelidad al régimen. El pueblo salió y decidió, hizo lo contrario, votó el 22 y desapareció el día 3. Es necesario reconocer que estas fechas son históricas, un pueblo hambriento desobedece a su verdugo y asume con mucha tranquilidad lo que considera conveniente, aquello en lo cual cree, que le aporta una esperanza al futuro. El poder total ejercido desde el Estado, concentrado y omnipotente, se tambaleó ante esas conductas silenciosas y espontáneas asumidas con firmeza por el pueblo venezolano.

Esta muestra de autonomía de la sociedad civil es la gran señal de que el país aprendió, ha analizado y comprendido que dependería un futuro de promesas populistas de regalos, bonos mientras el salario se nos pudre, sumidos en la mayor miseria. Esta señal de autonomía es la mejor noticia que hemos tenido en Venezuela en la última década ya no somos un rebaño obediente que acepta las dádivas y soporta la miseria sin protestar. Al contrario, somos un pueblo capaz de decidir por cuenta propia, en la intimidad del hogar, sin consignas, solo con conciencia.

3. Si comenzamos a ser libres tenemos que enfilarnos a lograr los grandes objetivos. Está todo por hacer y rehacer, pero hay objetivos claves que reconocer porque ellos son el faro que alumbra el resto de logros parciales. Para comenzar, reconocer que no podemos seguir viviendo en un país donde el Estado de derecho ha sido masacrado. Somos el último país en “Adherencia a la ley”, estamos en el puesto 142, el último lugar.  Es un salto cuántico comprender que la historia muestra cómo las incipientes democracias que comienzan a construirse en este hemisferio dependen en gran medida de la existencia del Estado de derecho, por ende, de la neutralidad de un idóneo y respetado sistema de justicia, frente a la amenaza representada por las prácticas populistas y la coacción ejercida por ideologías que niegan la libertad económica y política. El Estado de derecho es el único asidero que tienen los ciudadanos para librarse de imposiciones autoritarias, no es la fuerza.

Cuando un grupo humano comprende, busca y aplica leyes, códigos, normas que regulan su naciente sociedad y crean una Constitución, por ende se constituyen como nación, como país. Esto no es un evento deslindado de la historia, es la verdadera historia de las sociedades que se constituyen y se proponen como objetivo construir sociedades donde impere la libertad y la justicia, ambos objetivos estrechamente vinculados. Ser ciudadanos que crean democracia.

4. Si la democracia es el objetivo de los venezolanos estamos ante la mejor noticia del último siglo. Veníamos de un país que vivió en un cierto conformismo derivado de la existencia de fuentes de riqueza que obviaban la concentración en el esfuerzo, en la adquisición de capacidades y en nuestra superación moral como seres humanos. Hoy no sólo intuimos, sabemos que construir democracia es crear sociedades de gente que vive en libertad que puede decidir y sobre todo estar orientado por sus proyectos de vida que supone mucho más que acumular bienes materiales, es sobre todo la aceptación de valores, ser responsables con los requerimientos de cada etapa de nuestras existencias, con nuestro crecimiento personal y con la búsqueda de un sentido trascendente de la vida. Es asistir el nacimiento del individuo responsable frente al aplastamiento histórico representado por el Estado que aun siendo una creación humana se transforma en el gigante concentrador que domina nuestra subsistencia, un Golem que prohíbe, limita y castiga siempre en función de acrecentar su poder dominante.

Crear democracia es aceptar un concepto más vivo en el presente, fluido, cambiante pero con bases firmes, es importante reconocer que los venezolanos nos acercamos al concepto de democracia como producto de un proceso histórico complejo con múltiples componentes: demográficos (ser una mezcla de razas), económicos, por las particuladas que representa ser un país petrolero y además por el papel atribuido al Estado como dueños de la principal riqueza natural del país; la experiencia histórica de haber existido bajo el poder de regímenes con diversas ideologías: socialistas, populistas, social democráticos y algunas otras confusas mezclas.

En tal sentido, ante la gran dificultad teórica acogemos las ideas del observatorio de la democracia V-DEM. “En nuestra opinión, los enfoques existentes son insuficientes porque intentan lo imposible: la naturaleza altamente abstracta y controvertida de la democracia resiste resumirse en unos pocos índices. Naturalmente, siempre se puede imponer una definición específica al concepto, insistir en que eso es la democracia. Pero es poco probable que este enfoque convenza a aquel que no esté previamente predispuesto a puntos de vista ajenos.  Además,  incluso  si hubiera consenso sobre el significado y la medición de la democracia, no fuese tan obvio, tal concepto será útil para el trabajo de las ciencias sociales. Teniendo en cuenta las limitaciones de los índices existentes y  las consiguientes limitaciones que estas imponen sobre nuestra concepción de la democracia, proponemos un nuevo enfoque, consideramos a la democracia como  un concepto multidimensional con muchos componentes, recolectamos  información sobre  indicadores relevantes para la democracia a un nivel altamente desagregado, utilizando codificadores múltiples”.

Construir el concepto de democracia que aspiramos y esforzarnos por lograrlo es una buena noticia porque significa que estamos de pie, en búsqueda de una concepción que logre el milagro de unificarnos para continuar en su búsqueda. Cada persona puede comenzar a valorar de acuerdo con sus conocimientos y experiencias, la combinación de objetivos que debemos alcanzar para poder construir una democracia. En realidad, históricamente es la primera vez que tenemos está gran oportunidad.

Mi propuesta es comenzar a calibrar si vivimos en un Estado de derecho como gran código de responsabilidades y oportunidades con que cuenta cada ciudadano, apoyados en la información de WJP. Valorar esto requiere calificar varias situaciones:

Es urgente en los nuevos tiempos reconstruir la democracia, las políticas macroeconómicas pueden ser muy acertadas e ilusionarnos con ciertas ideas de bienestar a un costo muy alto, nuestra libertad. No se puede obviar la obligación de tomar conciencia ciudadana. “Sin Estado de derecho no existe la democracia”.

*Gracias al fiscal colombiano Francisco Barbosa por el ejemplo de valor e integridad para todos los latinoamericanos al enfrentar a Gustavo Petro.