La crisis creciente en nuestro país potencia, a la vez, los desplazamientos de millones de venezolanos que tratan de ponerse a salvo de semejante catástrofe humanitaria. El pasado viernes técnicos de la ONU certificaron que “el número de personas desplazadas por causa de los conflictos y las crisis en el mundo se duplicó en 10 años, hasta alcanzar un récord de 82,4 millones, y Venezuela es el segundo país más afectado por detrás de Siria”. Estamos hablando de millones de seres humanos que deambulan por cualquier parte del mundo tratando de estabilizarse de alguna manera, tomando en cuenta que solo una porción de esos millones que integran la diáspora han conseguido la calificación de refugiados y de asilados.
En medio de ese triste y desolador panorama los gobiernos del mundo libre se esmeran en ofrecer ayuda financiera para que esas familias sean atendidas en medio de la emergencia que sobrellevan. Es así que en las últimas horas corrió la información por las redes sociales de que “Estados Unidos se comprometió a entregar 407 millones de dólares en ayuda humanitaria a residentes en Venezuela, inmigrantes venezolanos y países que los acogen, así lo declararon oficialmente en un comunicado la misión estadounidense en la Organización de las Naciones Unidas. Es la reiteración de la política de ayuda económica, esta vez como conclusión de una conferencia que tuvo lugar en Canadá, con la finalidad de recaudar fondos para apoyar a los casi 6 millones de venezolanos que como se sabe escapan de las penurias a las que los somete el cruel régimen madurista.
Los venezolanos desde luego agradecemos esos gestos de solidaridad, aunque no dejaremos de destacar que la gran ayuda es que nos apoyen definitivamente para poder salir de esas calamidades que no cesaran mientras Maduro y sus mafias persistan en el control de las instituciones que han sido devaluadas hasta reducirlas a instrumentos de la narcotiranía.
No es la primera vez que esas noticias llaman poderosamente la atención de los seres humanos que están en tierra extranjera y no tienen techo seguro, ni alimentos, ni medicinas, ni ropa, en fin, no tienen nada. Y lo único que les queda es la esperanza de sobrevivir a esos sufrimientos. De allí que cuando leemos que gobiernos como el de Canadá, o los voceros estadounidenses, como la señora Linda Thomas-Greenfield, embajadora de Estados Unidos ante la ONU, se presenta ante los medios de comunicación, una vez concluida la conferencia realizada para reunir fondos, y declara que “se ha proporcionado 1.700 millones de dólares en ayuda como respuesta a la crisis dentro de Venezuela y en apoyo a los migrantes”, surgen, automáticamente, las siguientes preguntas: ¿Cómo se canalizarán esos fondos financieros? ¿Quiénes van a administrar esos dineros? ¿En qué insumos o especies se invertirán esos recursos? ¿Qué gobiernos del mundo recibirán parte de esos 1.700 millones de dólares? ¿Qué organizaciones venezolanas serán receptoras de esos dineros?
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