La reciente foto de Antony Blinken con Xi Jinping en Beijing puede ser leída como una señal de solidez de los órdenes vinculados a la seguridad y al intercambio comercial. El motivo de preocupación cada vez más presente, sin embargo, tiene que ver con un tercer campo, el que Ian Bremmer, politólogo, escritor y empresario estadounidense, identifica como el orden digital. ¿El dominio del mundo continuará definiéndose en el terreno militar o en el económico, o será en el digital?
El razonamiento de Bremmer advierte de que, si el espacio digital se convierte en el escenario más importante de la competencia entre las grandes potencias y si el poder de los gobiernos continúa erosionándose en relación con el poder de las empresas tecnológicas, entonces el orden digital en sí mismo se convertirá en el orden global dominante. El gran cambio podría ser, entonces, delegar el poder en manos de las grandes 100 empresas líderes en el campo de la digitalización.
La evolución de la tecnología digital ha representado una acumulación de poder de tal dimensión y una capacidad de influencia sobre tantas actividades humanas que muy pocos pondrían en duda su ya efectivo poder sobre personas, instituciones y actividades. El motor digital condiciona la vida moderna en muchos órdenes y con gran intensidad. La influencia de lo digital sobre el pensar, el decidir, el escoger, el planificar, el producir, el relacionarse es de tal magnitud que no hay duda sobre su presencia abarcadora y su carácter de imprescindible en la vida moderna. ¿De dónde viene esa fortaleza? De los avances tecnológicos, desde luego, pero muy especialmente del manejo de la data, de las posibilidades de establecer conexiones, de transmitir y generar nueva información veraz o falsa, de la velocidad de difusión, de su alcance y precisión. Mediante el poder de los algoritmos, el orden digital se está convirtiendo en un determinante crítico de cómo vivimos, en qué creemos, qué queremos y qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo, como advierte Ian Bremmer.
La enorme velocidad y alcance de los avances en tecnología digital genera confianza en sus ilimitadas posibilidades y una no siempre declarada preocupación por la rectitud de sus aplicaciones y de su uso. La gran diferencia entre este nuevo orden y los anteriores está, sin duda, en las formas de control. Ejercido desde el poder constituido o desde las propias empresas tecnológicas el objetivo del control no puede ser sino ampliar las posibilidades de difusión y de interacción, pero asegurando el respeto por las personas y su derecho a la información veraz y a la posibilidad de convertir las redes en espacio de creación y encuentro.
Bremmer se pregunta sobre la capacidad de la inteligencia artificial para impulsar cambios en las estructuras de poder existentes, si los gobiernos pueden o no pueden y están dispuestos a regular las empresas tecnológicas y la manera en que los líderes tecnológicos deciden que quieren usar su nuevo poder. La pregunta para el futuro no puede ser otra que la que este empresario formula: ¿Cómo usarán su poder las empresas de tecnología? Habría que preguntarse también sobre la capacidad de los gobiernos para regular a las empresas tecnológicas y su disposición a hacerlo. “Estas preguntas determinarán si tenemos un futuro mejor o un mundo sin libertad”, concluye.
Bremmer habla de la libertad, pero centra su preocupación en la información como derecho. Los medios, las tecnologías son los espacios y los instrumentos que hacen posible su expresión, su divulgación, la posibilidad de participación. Las tecnologías digitales abruman por su novedad y su alcance. El control de ellas tiene sentido en tanto aseguren los derechos a la verdad y la libertad.
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