La vergonzosa postura de México en la OEA el pasado miércoles, en la reunión del Consejo permanente de la organización sobre las elecciones en Venezuela, revela solo parcialmente lo que sucede en ese país. La ausencia de la representante de México, explicada por López Obrador por la declaración del secretario general, en realidad no fue el problema. El quid del asunto se halla en la palabra “verificación”, que fue el motivo de la abstención de Brasil y Colombia.
La estrategia de Maduro frente a la crisis que enfrenta parece clara. La autoridad electoral, dominada por el régimen, entregó un resultado el domingo en la noche que le daba la victoria al mandatario saliente. Pero no pudo divulgar las actas de cada casilla o mesa electoral, “escupidas” por la máquina electrónica con la que se vota en Venezuela. Prometió hacerlo pronto, aunque la Constitución exige que se haga. La oposición sí pudo juntar más de 80% de las actas, y las subió a su sitio de Internet a lo largo de la semana.
Ante la presión internacional -incluso de Brasil, Colombia y México- la estrategia de Maduro encierra dos explicaciones. O bien no tiene sus actas, y nunca las tendrá, y le apuesta a que la calle y la comunidad internacional se cansen. O bien ha dedicado este aberrante compás de espera a falsificar las 24.000 actas (80% de las 30.000 el día de la elección) para presentarlas el viernes o en todo caso antes del domingo. Pero con un sistema como el venezolano, ¿es posible falsificar 24.000 actas?
En principio, no. Cada acta impresa en la máquina de votación lleva un hash, un QR, un sello de tiempo y un folio. El escaneo de las actas, o la reimpresión de las mismas, tendría que replicar cada una de estas marcas de agua, pero con un resultado diferente. Y desde luego, la suma de las cifras en cada una de las nuevas actas tendría que corresponder al porcentaje final que dio el Consejo Nacional Electoral: 51% para Maduro, 44% para Edmundo González. No está fácil, lo cual explica la demora, suponiendo que ésta sea la ruta escogida por Maduro.
Pero no es imposible, sobre todo with a little help from his friends. Varias fuentes señalan que ya se han producido tres ataques cibernéticos contra el sitio donde la oposición posteó sus actas; provienen de Rusia y de China. El excéntrico ex vicepresidente de Colombia Pacho Santos ha denunciado un “centro” chino dedicado a la falsificación de las actas. Los cubanos no tendrán computadoras, pero disponen de ábacos y una enorme habilidad para hacer trampas. Sobre todo si pueden llevar a la victoria.
La jugada es sencilla y cínica, pero plausible. En estos días, Maduro entrega 24.000 actas falsificadas, alegando que todo lo que le pidieron, salvo las 6.000 actas hackeadas por Macedonia del Norte, ya lo presentó. La oposición va a replicar que son falsas, y que se deben de cotejar con las suyas, y con las que poseen los demás partidos, los ciudadanos y la propia autoridad electoral, que las recibió el domingo en la noche. Y exigirá que el cotejo, es decir, la verificación, se realice ante testigos internacionales. Maduro dirá que no; Washington, la Unión Europea y varios latinoamericanos dirán que sí; y hasta cierto punto, Brasil, Colombia y en menor medida México tendrán la última palabra. Al día de hoy, tomarán el partido de Maduro y rápidamente la oposición se enfrascará en una batalla técnica imposible de ganar.
La principal voz contraria, la inclusión o uso de la palabra “verificación” parece haber sido la de México. Se entiende. Para López Obrador resulta indispensable rescatar a Maduro: Cuba oblige. Pero Lula y Petro difícilmente se van a involucrar en un cotejo de las actas falsas de Maduro, si las entrega, con las actas reales de la oposición. En las próximas horas sabremos si eso es lo que sucede. Y veremos si el sufrimiento de la sociedad venezolana va a seguir otro cuarto de siglo, o ya concluye.