Sánchez ha sembrado España de marrones, pero el color preferido de su Gobierno es el amarillo. Ha vendido la integridad territorial de nuestro país a los del pin amarillo de Cataluña y ahora sabemos, gracias al informe de la UCO, que Aldama y Delcy Rodríguez negociaban la compraventa del «amarillo» que, en la jerga del hampa socialista, era el oro. En concreto, la venta por parte de la dictadura venezolana a través del Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden) a Bancasa S.A. de 104 barras de oro al módico precio de 68,5 millones de dólares. Ese dinero se iba a negociar a través de Zambia y Rusia. El oro de Moscú otra vez; de nuevo, el metal precioso para engordar satrapías, que en el caso de Venezuela se une al petróleo, la cocaína y el contrabando.
En el contrato mercantil, que obra en poder de la Guardia Civil, se detalla en su cláusula cuarta que el «amarillo» debía ser entregado en enero de 2020. ¿Cuándo fue la escandalosa visita de Delcy a España?: en enero de 2020. La vida está llena de casualidades. La oposición venezolana ya ha denunciado el tráfico ilegal aurífero con Turquía y Rusia, un instrumento más para fortalecer la dictadura y aumentar la represión. El tal Fonden es una especie de caja negra de Nicolás Maduro, como antes lo fue de Chávez, con los excedentes del petróleo. Un turbio organismo que realiza sucias transacciones que, por primera vez, se ven asociadas a un español; un compatriota que, casualmente, es el conseguidor de la trama PSOE, ese fango que ha llegado hasta las puertas del despacho del presidente con cascarrias en su libro de familia.
Antes de que Sánchez indulte a los malversadores –denle tiempo–, todo lo más que ocurre en la calle son unos silbidos en los desfiles que el presidente se pasa por la capucha. Y ahora también una querella del PP por financiación ilegal, tráfico de influencias y cohecho. Bien está, porque creo que el único instrumento eficaz que va a costarle el puesto al peor dirigente de la democracia es la acción implacable de la Justicia. La única que no se amilana ante un tramposo de muchos kilates dispuesto a vender cualquier cosa que no le pertenece para permanecer en el poder. Porque la amnesia de la calle es escalofriante.
Pedro está acorralado entre barras de oro –extraído ilegalmente del Amazonas–, cátedras falsas, rescates de aerolíneas de los amiguitos de su esposa, hermanos evasores de impuestos, casas regaladas a su mano derecha y a su novia, mordidas por la venta de mascarillas en plena pandemia, presidentas de las Cortes que son un «cariño» para delincuentes y visitas ilegales de criminales con prohibición de pisar suelo europeo. O sea, para resumir: hay socialistas que lo de comprar legalmente, pagar impuestos y hacerlo por transferencia bancaria, como el común de los mortales, no va con ellos. La trama de hidrocarburos que ha dado con los huesos del comisionista Aldama en la cárcel también se manejaba con bolsas de dinero –de color hormiga, como las de Cachuli y Mayte Zaldívar.
El Gobierno de Sánchez ha impuesto un estilo que va de las barras de oro –«oro de sangre» como acertadamente lo denomina Leopoldo López–, a las bolsas de euros en Ferraz, a los viajes opacos a Suiza, pasando por las maletas de Barajas. Todo muy transparente. Todo propio del Gobierno que nos iba a regenerar. Y ahora, cuando acabe esta pesadilla, ¿quién nos regenerará? Porque será necesario algo más que buenas intenciones y conformarse con preservar la herencia recibida en nombre de la desidia. Lo digo por el PP.
Artículo publicado en el diario El Debate de España