OPINIÓN

La xenofobia como arma política

por Carlos E. Aguilera Carlos E. Aguilera

AFP

La crisis humanitaria que vive Venezuela es extremadamente desesperante  y obliga cada día a centenares de personas a huir del país. En Suramérica, los venezolanos encontraron inicialmente una región abierta y cooperante, con políticas migratorias que permitían la entrada regular, y una cultura de empatía y bienvenida.

Sin embargo, esta apertura legal y psicosocial se viene cerrando, y llega a extremos inauditos, como el caso de la alcaldesa de Bogotá, quien señaló que “la delincuencia en la ciudad capital colombiana ha aumentado, debido a la presencia cada vez más grande de migrantes de origen venezolano, que nos están haciendo la vida a cuadritos”.

Muchas personas en Colombia misma han afirmado que esa actitud xenófoba de la alcaldesa merece un rechazo colectivo contundente, porque los índices de criminalidad en la capital neogranadina no han aumentado únicamente porque sean algunos migrantes venezolanos los que cometen actos fuera de la ley, sino por sus  propios coterráneos.

Lo cierto es que esta deplorable declaración de la máxima autoridad municipal de Bogotá alimenta la dolorosa xenofobia que algunas personas manifiestan contra venezolanos que emigraron por razones harto conocidas en todo el mundo, como consecuencia del hambre, desempleo, inseguridad, altísimo costo de la vida, devaluación de la moneda y un sinfín de penurias que tienen al pueblo en un estado natural de desesperación y angustia.

Es triste y doloroso que esta situación se esté presentando en países que fueron libertados por Simón Bolívar, hombre de nuestra historia que alimentó en su alma, corazón y vida una América unida, libre y sin ataduras de ninguna especie y naturaleza.

Para recordar al Libertador en la semana de su fallecimiento, el entonces director de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, en plena campaña de San Martín en el Alto Perú, recibió comunicación de Bolívar, en las que entre otras cosas refiere: “Excelentísimo señor, supremo director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Angostura 12 de junio de 1818. “Nada es comparable a la bondad con que V.E. me colma de elogios inmerecidos. Yo apenas he podido seguir, con trémulo paso, la inmensa carrera a que mi patria me guía. No he sido más que un débil instrumento puesto en acción por el gran movimiento de mis conciudadanos. Yo tributo a V.E. las gracias más expresivas por la honra que mi patria y yo hemos recibido de V.E. y del pueblo independiente de la América del Sur, de ese pueblo que es la gloria del hemisferio de Colón, el sepulcro de los tiranos y conquistadores y el baluarte de la independencia americana. La proclama que V.E se ha dignado en dirigirnos en una brillante prueba de los sentimientos fraternales y altamente generosos de nuestros hermanos del Sur. En ella solo deben apreciarse los sentimientos de tierna solicitud que anima a todos los venezolanos hacia sus dignos compatriotas meridionales”.

Como corolario de su máxima aspiración y sueño, el Libertador le expresa: “V.E debe asegurar a sus nobles conciudadanos, que no solamente serán tratados y recibidos aquí como miembros de una república amiga, sino como miembros de nuestra sociedad venezolana. Una sola debe ser la patria de todos los americanos. Ya que todos hemos tenido una perfecta unidad. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podría llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas”.

Doloroso y triste es en consecuencia que quienes fungen como líderes políticos en países hermanados por la historia asuman actitudes xenofóbicas como la anteriormente indicada alcaldesa de Bogotá y su colega de Lima, Ricardo Belmont, quien descaradamente exageró el número de venezolanos en más de un millón y dijo, “han venido a trabajar al Perú, a quitarle el trabajo a los peruanos”, con lo cual empezaron a aumentar los mensajes de odio en las redes sociales e Internet y endureció la política migratoria de la nación sureña.

Es deplorable la actitud asumida por estas personas, que estigmatizan a toda una población por casos aislados de ciudadanos venezolanos que han infligido la ley en dichos países y deben ser juzgados. No pueden olvidar que Venezuela les abrió sus puertas durante las épocas en las cuales las economías de sus países estaban derruidas y tuvieron que emigrar, y acá fueron acogidos sin restricciones de ninguna naturaleza brindándoles las correspondientes facilidades para que solventaran sus documentos de residencia, por lo que no tuvieron impedimento alguno para desempeñarse en el campo laboral.

Quienes son xenófobos aducen hacerlo por nacionalismo, lo cual es sin duda alguna un veneno en la conciencia colectiva de las sociedades, por cuanto un sano patriotismo implica la celebración de la identidad y el amor a la propia patria y no está basado en el desprecio, la agresividad y el sentido de superioridad sobre otras nacionalidades. Concluiríamos señalando más bien que la xenofobia es un sentido irracional de quienes más por ignorancia que por amor a su país se exhiben torpemente  ante sus congéneres de otras latitudes.

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