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La voracidad del poder

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Foto EFE

La capacidad de sorpresa, expectación o espanto en Venezuela sin dudas se perdió. En nuestra historia republicana no habíamos tenido un gobierno y presidente con una gestión tan cuestionada por muchos aspectos, cuestión que se traduce en alto niveles de impopularidad y rechazo. No es la intensión de esta columna que el Diario el Nacional me concede los miércoles, detenernos hoy a analizar o explicar si el actual gobierno tiene tanto rechazo porque sigue siendo gobierno.

Venezuela se ha constituido como un inmenso laboratorio de una diversidad de fenómenos políticos, sociales, culturales, lamentablemente muchos negativos y regresivos al punto de tener 8 millones de conciudadanos fuera del país, sin descartar los dramas internos que padecemos los venezolanos asociados a cortes de luz, agua, inseguridad, deterioro de la instalaciones y servicios hospitalarios y red ambulatoria, problemas de infraestructura a escala nacional por deterioro de nuestras autopistas, troncales, viaductos, puentes, avenidas, un manejo errático de la economía al no formularse una política económica clara y viable que trae como consecuencia hiperinflación, pérdida de poder adquisitivo, destrucción de la capacidad de ahorro, para no hablar de la productividad, la situación de nuestros campos y agro.

Sin embargo, la voracidad del poder es tal que vemos al alto gobierno no sólo aspirar a un nuevo mandato o período, sino exhibirse como si realmente tuviesen logros, metas cumplidas, cifras en azul o positivas. No requerimos hacer un gran muestreo nacional o una tesis doctoral para señalar que la sociedad venezolana en estos 25 años ha retrocedido en una diversidad de áreas y ámbitos.

No hay conexión o concatenación entre los problemas, anhelos y necesidades del venezolano de pie y común y corriente, y los pomposos discursos esgrimidos por los jerarcas de la llamada revolución bolivariana reproducidos muchas veces a escala regional y municipal por sus respectivos representantes.

Podemos entender que estamos registrando algunos problemas a escala mundial, desaceleración de la economía, conflictos de mediana escala, pandemias y otros. Pero no es aceptable que Venezuela país con una de las mayores reservas de petróleo, gas, agua, minerales valiosos, exhiba las carencias y problemas que a diario nos corresponde sortear a los venezolanos. El sector universitario cumplió dos años sin aumento alguno, no sólo se violentaron las normas de homologación cumplidas por todos los gobiernos incluso por Chávez, además se han violentado las convenciones colectivas únicas con lo cual la desmejora y maltrato de este sector (como ocurre con otros) en pública y notoria.

Al gobierno no le interesa el bienestar de la enfermera o galeno, del bombero o el maestro, del alguacil o del profesor universitario, o del venezolano de a pie, eso se resuelve con agregar un pollo y una lata de alguna proteína a la bolsa del CLAP. Lo que se le interesa es poder y más poder. Tampoco hoy nos corresponde analizar las debilidades o fortalezas de la llamada oposición. Insisto la sociedad venezolana está sumergida en una gama amplia de vicisitudes que atentan contra la condición humana, literalmente son tratos degradantes al tener unos salarios de hambre, pensiones que no cubren ni las medicinas de quienes las perciben, prestaciones sociales pulverizadas.

Este 2024 luce muy complejo desde todo punto de vista. Los tres rótulos gruesos que pudiesen definir a Venezuela son: Primero la voracidad y voluntad del régimen de perpetuarse en el poder; Segundo, condiciones muy complejas que no hacen sustentable el modelo actual con el deterioro progresivo del país y los venezolanos; Tercero, una mayoría incuestionable de venezolanos con firme voluntad de cambio. Que Dios bendiga a Venezuela …

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