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La voluntad general, única fuente de legitimidad

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Vladimir Ilich Ulianov, político activo y prolífico escritor, Lenin, antes del asalto de los cielos o revolución bolchevique, publicó, durante su exilio en Finlandia, 1917, L’ Etat et la Revolution, cuyos contenidos marcan la pauta a los populistas del castrismo chavista que han destruido las instituciones estatales y los derechos humanos fundamentales en América Latina. La crítica principal la realiza el eminente político, mi antiguo profesor en la Universidad de París, Marcel Prelot, a través de su libro Histoire des idees politiques, un clásico del Derecho Constitucional y de la Ciencia política, en el cual señala que el planteamiento del creador de la Unión Soviética es la destrucción del concepto del Estado de Occidente y la eliminación del paisaje político del sufragio y de la voluntad general, su única fuente de legitimidad. En estas circunstancias de franco deterioro de las instituciones que sostienen el modelo de sociedad abierta y el Estado de Derecho en Venezuela, ha llovido tinta roja, de condena  a la espuria convocatoria electoral del próximo 6 de diciembre. En ese sentido, destaca la opinión de Luis Ugalde, miembro de la Compañía de Jesús. Él denuncia la farsa electoral de la dictadura como una deriva degradante del régimen, señala el aumento de la represión y la tortura a extremos indecibles, de trabajadores, estudiantes y presos políticos de la dictadura feroz, convirtiendo el país en un círculo infernal que golpea sin piedad el espíritu nacional. Una burla sangrienta, en definitiva, un intento dirigido al exterminio del fortín sobre el cual se levanta el poder legítimo de la Asamblea Nacional y del gobierno del presidente Juan Guaidó.

En contradicción frontal se alza la consulta popular, bandera flameada por demócratas cabales, que pelean contra la aberrante participación en un proceso viciado de absoluta nulidad. La propuesta es impecable desde la perspectiva jurídica, edificada a partir de los artículos 5, 70 y 71 constitucionales. El artículo 5 dispone que la soberanía reside inalterable en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en la Constitución y las leyes, e indirectamente mediante el sufragio por los órganos que ejercen el Poder Público. Más adelante, los artículos 70 y 71, prevén la consulta popular como una forma de participación ciudadana en materias de especial trascendencia nacional, para que la ciudadanía se manifieste libremente como titular de soberanía en cuanto que conjunto de individuos unificados por el interés compartido de proteger sus derechos y la consiguiente voluntad originaria de dotarse de un Estado libre y democrático. ¡Más claro no canta un gallo! El contraste entre la idea soviética y la idea democrática es bestial e inhumano. Y lo formidable es que tiende a materializar el axioma, según el cual la primacía reside en el principio del buen gobierno o lo que es igual, en la actitud del estadista que apoya su  proclama política sobre argumentos jurídicos de inobjetable validez.

Una propuesta política sin sostén en la norma jurídica pertinente y justa equivaldría a un acto demagógico que horada la credibilidad del hombre público. Populismo, populismo y más populismo.

Queda así, en evidencia, que la lucha contra la bárbara tiranía no es por la vía de la confrontación democrática, «El Estado y la Revolución», en correcto castellano, es seguido a pie juntillas por los comunistas, incapaces de rectificar. Poco les interesa la quiebra del Estado de Derecho, democrático, económico y social. Les importa un bledo, además, el sufragio o la celebración de elecciones, libérrimas, limpias universales y secretas para los hombres, las mujeres y los mayores de 18 años -en España se instituyó el voto femenino en la Constitución de 1931, en tanto que la aceptación universal de esa extraordinaria conquista para todas las mujeres del mundo, hubo de esperar la Declaración Universal de la Carta de Naciones Unidas de 1948-.

He sido pertinaz en considerar una obviedad la vía electoral que abre de par en par la puerta del Palacio de Miraflores al presidente electo por la voluntad popular. Sin embargo, no considero posible un diálogo con criminales, con acusados de todo tipo de atrocidades, de torturadores, de propiciadores de matanzas o ejecuciones extrajudiciales, de ladrones  que han robado dineros a un nivel rozante a ⅔ de la deuda externa venezolana, estimada en una cantidad igual a 180.000 millones de dólares.

El hambre, la inseguridad, la ausencia de medicamentos y, ahora, la pandemia que ha devorado vidas incontables, arrecian la tragedia de Venezuela, por tanto, el dolor es inmenso.

Retomo entonces  el hilo de mi ejercicio, relativo a los dos eventos electorales que pondrán a prueba, una vez más, la voluntad de retornar a una Venezuela libre y próspera, no perdamos la esperanza, esa que nos enseñó André Malraux en los tiempos terribles de la guerra civil española.

El 6 de diciembre, lo pronostico, será triste y desolado con una abstención mayor a 70% que descalifica su valor, dejará tras de sí cadáveres y huesos carcomidos por la indecencia. No tendrá el reconocimiento de la comunidad internacional ni de los Estados de mayor raigambre democrática -un número superior a 60- ni de organizaciones internacionales tan importantes como la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos.

El no reconocimiento de la Organización de Naciones Unidas fue cantado con antelación, gracias al informe de la Misión Internacional Independiente que presentó pruebas contundentes de la desgracia que vivimos.

En lo concerniente a la consulta popular, recalco, cualquiera que sea la concurrencia de votantes, representa el clarín que resonará, agudo, en los oídos de todos los compatriotas, dentro o fuera del territorio nacional, a fin de fortalecer la voluntad y el coraje de esta lucha peligrosa que a la postre nos devolverá los corotos: la democracia y la libertad de Venezuela.

 

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