Los que creemos en la democracia nunca deberíamos optar por las acciones de violencia como las que se han visto en algunos países de nuestro continente en estos últimos años. Están los casos relacionados con los motines escenificados el día 6 de enero de 2021 en los Estados Unidos de Norteamérica y de Brasil el día 8 de enero de 2023. En los dos escenarios se desbordó el caos y los manifestantes dejaron a su paso rastros evidentes de destrucción.
Eran seguidores de los expresidentes Donald Trump y del expresidente brasileño Jair Bolsonaro, y ambos grupos argumentaban estar motivados por los supuestos fraudes electorales perpetrados en contra de sus respectivos lideres. Tanto en Washington como en Brasilia, los asaltantes consiguieron superar al pequeño número de policías que intentaron frenarles y se abrieron paso destrozando ventanas y forzando puertas.
Inmediatamente las redes sociales fueron invadidas por mensajes que reprochaban semejantes eventos, propios de factores fascistas. Nadie comprometido con los principios democráticos debe guardar silencio cuando se producen estos eventos vandálicos. Hasta ahí estamos plenamente coincidentes con esos mensajes de rechazo y reprobación. Pero veamos ahora las dobles caras, los dobles raseros y las panificaciones cínicas, cuando también recientemente, en Chile, Colombia, Ecuador y ahora en Perú, grupos dirigidos a control remoto desplegaron actos de violencia que pusieron en jaque la paz de esos países.
En el inventario tenemos el estallido social, que fue como bautizaron una serie de masivas manifestaciones y disturbios originados en Santiago de Chile, acciones que lograron un tremendo impacto en las capitales regionales. Todo ese desborde de violencia ocurrió, principalmente entre octubre de 2019 y marzo de 2020. Uno de sus propiciadores terminó siendo elegido como nuevo presidente de Chile.
Transcribo un resumen que circula en redes sociales para describir lo que explotó esas protestas: “El factor detonante de estos sucesos fue el alza en la tarifa del sistema de transporte público de Santiago, que entró en vigencia el 6 de octubre de 2019. Tras el aumento de las tarifas, miles de estudiantes secundarios se organizaron para realizar actos de evasión masiva en el Metro de Santiago. Con el paso de los días, el número de evasores aumentó, registrándose incidentes dentro de las estaciones del ferrocarril subterráneo. La situación se agravó el día viernes 18 de octubre de 2019, cuando fueron cesadas las operaciones de la red subterránea por el enfrentamiento de la multitud con Carabineros, lo cual llevó al entonces ministro del Interior y Seguridad Pública, Andrés Chadwick, a interponer querellas por delitos contemplados en la Ley de Seguridad del Estado contra quienes hubieren cometido daños, saqueos e incendios”.
Las protestas en la hermana república colombiana, también denominadas como «Paro Nacional #21N» fueron una serie de manifestaciones realizadas de manera no consecutiva, que se desarrollaron en varias ciudades del país a partir del 21 de noviembre de 2019 al 21 de febrero de 2020. Esas manifestaciones sacudieron a Colombia, mantuvieron en vilo a millones de ciudadanos y casi desmoronan al gobierno constitucional del presidente Duque.
Otros hechos similares se pusieron en marcha en Ecuador, país en el que se trancaron las vías de comunicación como consecuencia de la jornada de protestas convocadas por sectores indigenistas el día 13 de junio de 2022. Eso mismo sucede ahora, pero en Perú, en cuyas calles se protagonizan confrontaciones violentas en las que los voceros de dichas quejas reclaman sus derechos políticos, sociales y económicos.
Ante ese cuadro enumerado y descrito arriba, se han dejado escuchar voces que condenan todos los actos violentos, no así algunos líderes relacionados con el Foro de Sao Paulo que parecieran tener a la mano dos tijeras diferentes para cortar y ajustar sus “definiciones.” Por ejemplo, para algunos líderes de ese FSP, los intentos golpistas asumidos por Hugo Chávez Frías los días 4 de febrero y 27 de noviembre del año 1992 fueron “actos heroicos”, al extremo que avalan que esas fechas se hayan declarado como “festividades patrias”.
No hace falta más comentarios para que se entienda lo que deseo exponer en este escrito. Está a la vista la impostura con que hacen sus valoraciones y emiten sus juicios, claramente sesgados, algunos promotores del “progresismo latinoamericano”.
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