En el transcurso de las dos últimas décadas los venezolanos hemos tenido la sensación generalizada de vivir a la intemperie en un país roto, fragmentado, escindido, atemorizado, agrietado, descosido, desconfiado, descreído, sarcástico, escoja cada quien el término que mejor le parezca para retratar la percepción del ambiente que palpa a su alrededor.
Durante las últimas semanas se ha venido realizando la Copa América de Fútbol. Se celebra en diversos lugares de Estados Unidos con la participación de todos los países del continente. No se crea que, a partir de este párrafo me estoy saliendo del asunto esbozado en el párrafo anterior. Al contrario, quiero crear el vínculo que permita entender lo que escribiré a continuación.
La Vinotinto en la Copa América
No voy a analizar, así pues, el desempeño de la selección nacional. A discutir si fueron convocados los mejores jugadores, si el director técnico acertó en la definición de la estrategia conveniente de acuerdo con el rival de turno, sí debió reforzar la línea de ataque, si la mala suerte nos hizo una de las suyas, si el arbitraje, incluido el VAR, nos perjudicó, y, como estas, otras cuantas cosas más.
Lo que deseo comentar es que a lo largo de estos días los venezolanos, nos sentimos “nosotros”. Gritamos juntos los goles y lloramos juntos la eliminación, injusta, creo yo, del equipo nacional. Durante poco más de una semana fuimos y nos sentimos un país.
Pero finalizado el evento ya pasamos la página y retomamos el formato del país descosido, en el que hemos vivido desde lo que nos parece una eternidad. El viento fresco de la convivencia fue efímero, apenas lo notamos.
El filósofo que fue portero
Lo leí de joven. No me motivo porque fuera un intelectual reconocido, sino porque había escrito sobre el fútbol y además lo había jugado. Hijo de padres franceses, nació en Argelia y desde muy temprano saltó a la cancha, desempeñándose como portero en un equipo de la primera división. Sin embargo, tuvo problemas serios de salud que lo alejaron del engramado y pocos años después se fue con sus padres a Francia. Con el paso del tiempo se convirtió en uno de los pensadores más relevantes de su época, pero siguió siendo no solo un apasionado seguidor del balompié, sino que además publicó algunos ensayos buscando la influencia que tuvo en su vida e interpretándolo como un como fenómeno social y cultural.
Me refiero a Albert Camus, de quien suelo tomar una frase que pretende ser la medula de este estas notas: “La patria es la selección nacional del fútbol”. Fue dicha en los comienzos del siglo XX y las circunstancias de hoy en día han cambiado su peso, no en balde el mundo se ha globalizado y en cierto grado se va redibujando el concepto de nación, aparte de que el fútbol topó con el mercado y se ha vuelto un gran negocio.
No obstante, lo anterior en parecido sentido y aunque con menos peso, la expresión aún guarda vigencia. En efecto, tengo en unos viejos apuntes, tomados de varios autores que sostienen que el fútbol es una especie de religión, sin cielo y sin dios, “…pero con todas las demás connotaciones de la fe religiosa: exaltación colectiva (hinchada), catedrales (estadios), santa liturgia (partidos), cáliz de la consagración (la copa), pontificado (la FIFA), sacerdotes (técnicos y comentaristas), santoral (Pelé, Garrincha, Maradona, Cruyff, Ronaldinho…), once apóstoles (jugadores), etc.”.
La Venezuela invertebrada
El conjunto de sus símbolos patrios, sus héroes, su música, sus creencias religiosas, su cultura, su comida y paremos de contar, forma parte, sin duda, del concepto de un país. Pero no alcanza para definirlo en su sentido más profundo.
En su libro España invertebrada, publicado, si la memoria no me falla, en los inicios del siglo XX, José Ortega y Gasset argumentaba que lo que define una nación es “un proyecto sugestivo de vida en común”. Los grupos humanos, añade, «no conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo».
Frente a la caída de los grandes relatos políticos, cobran cierta vida los pequeños relatos que, por supuesto no los reemplazan, pero amortiguan sus efectos en cierto grado. El del fútbol es uno de ellos. Por eso digo que la selección Vinotinto fue nuestra Patria, al menos por un ratico.
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