‘Vivo sin vivir en mí,/ y tan alta vida espero,/ que muero porque no muero’ (Santa Teresa de Jesús)
Hay un libro que cuenta la historia verdadera de un hombre que vivió una vida de mentira. El protagonista de este relato obligó finalmente a su mujer y a sus hijos a entrar en el guion de su locura de la que tampoco escaparon sus padres. Jean-Claude Rommand fingió ser médico durante años haciendo creer a su entorno más cercano que trabajaba en una sede de la Organización Mundial de la Salud a pocos kilómetros de Ginebra. Jean-Claude no había aprobado más que dos cursos de Medicina. No había completado sus Estudios Superiores. No era médico y, por lo tanto, engañó a todos. Cuando decía en casa que se iba a trabajar, cogía el coche y se perdía en los restaurantes de carretera, tomaba cafés y leía la prensa. Dejaba correr el tiempo. El señor Rommand estafó a gente a la que pidió dinero en concepto de donaciones para la investigación de enfermedades como el cáncer. A punto de ser descubierto, perdió el sentido y la cabeza y se dispuso a realizar el viaje más largo. Cuánta soledad y cuánto delirio.
Un escritor francés, Emmanuel Carrère, quedó conmovido por la noticia que trastornó a Francia entera y que sucedió en Prévessin-Moëns el 9 de enero de 1993. Carrère publicó L’ adversaire (El adversario) a principios del año 2000. Dos años después, Nicole García dirigía una película basada en este trágico suceso.
Hay otra historia de una mujer francesa que vivió engañada. En este otro caso, ella no es la victimaria, sino la víctima.
Dominique Pelicot resultó ser un hombre pervertido que durante nueve años consintió en prostituir a su esposa Gisèle sin que ella lo supiese. Drogaba a su mujer para que otros hombres tuvieran sexo con ella. La mujer permanecía inconsciente y dormida mientras diversos individuos la utilizaban como desahogo. Gisèle no sabía nada. Empezó a notar molestias en sus genitales y acudió al ginecólogo que no encontró nada extraño.
Vivir con un hombre que crees que te respeta, te quiere y, consecuentemente, te protege para enterarte de que ese marido que duerme a tu lado es el mismo señor que es arrestado por la policía en un supermercado cuando le sorprenden fotografiando a jovencitas debajo de la falda, además de estar bajo sospecha por dos casos de violación. La policía localiza material pornográfico en su vivienda. Se trata de grabaciones de vídeo entre las cuales aparece Gisèle que ni siquiera es capaz de reconocerse en esa situación. Esto ocurrió a lo largo de casi una década. Hubo más de cincuenta hombres que se acostaron con ella (‘Gisèle Pelicot: 6 claves del caso de abuso sexual que involucra a más de 50 hombres’. El Estímulo, 5.09.2024)*. Gisèle Pelicot, ya divorciada de Dominique, declara a sus 72 años cargada de razón que ‘la vergüenza debe cambiar de lado’. Con todo, esta esposa ha tenido valor para dar la cara y coraje para ser ella la mujer de las fotografías. Y si la vergüenza ha de cambiar de lado, ¿dónde están los rostros de los canallas?
Uno se pregunta qué estómago tiene que caber en el hombre capaz de traicionar el espíritu y el alma de una mujer -de su mujer-, exponerla al asco y el desprecio de extraños que sí aceptan sin dudar descargar su semen en el cuerpo inocente de otro ser humano, de una mujer, de una esposa vulnerable sirviéndose de la connivencia de quien traiciona a la persona más hermosa que Dios le puso a él un día delante de los ojos
* elestimulo.com/Gisèle.Pelicot/5.09.2024