OPINIÓN

La vergüenza de Palenque

por Jorge Castañeda Jorge Castañeda

Foto EFE/ Presidencia De México

A pesar de que muchos hayamos notado que el tema migratorio sólo suscita indiferencia en el seno de la sociedad mexicana y su comentocracia, insisto en hablar del asunto, tanto por las tragedias que entraña, como por las sandeces que dice el gobierno. Las tragedias persisten y se agravan, y las tonterías gubernamentales proliferan. Es una verdadera lástima.

La última falsedad del gobierno de López Obrador fue exhibida en la Cumbre bananera de Palenque el fin de semana. Consiste en la adopción por México de la mentirosa tesis de las dictaduras de Venezuela y Cuba (Nicaragua no acudió, pero suscribe la falacia), según la cual la emigración masiva desde esos países en tiempos recientes se debe a las sanciones que Estados Unidos les ha impuesto. Que ellos lo digan es bastante predecible y explicable; que México la asuma es una vergüenza. Veamos.

Se trata de dos casos distintos. El de Cuba es el más estudiado. El embargo o supuesto bloqueo impuesto por Estados Unidos contra el régimen de la isla comenzó a principios de los años sesenta. Con mínimas modificaciones, ha seguido vigente hasta la fecha. Durante estos más de 60 años, la migración cubana a Estados Unidos ha pasado por múltiples etapas, como lo explica magistralmente Susan Eckstein en su libro Cuban Privilege  (Cambridge University Press, 2022). Al inicio de la revolución, salieron cientos de miles de cubanos; el número decayó hasta el puente aéreo de Camarioca en 1965-66, cuando huyeron más de 200.000, cifra que disminuyó prácticamente a cero hasta 1980, con la crisis del Mariel. En ese año, como algunos recordarán, se embarcaron en un éxodo marino a Miami 125.000 cubanos. A partir del cierre del grifo migratorio por Fidel Castro en septiembre de ese año, no se reanudó la salida masiva hasta el verano de 1994, en pleno período especial, cuando el dictador de nuevo abrió la llave, y unos 30.000 cubanos terminaron hacinados en Guantánamo, a raíz de la decisión de Clinton de impedir su llegada a costas norteamericanas. De nuevo, la marea migratoria menguó y no volvió a elevarse sino hasta fechas recientes, a partir del enésimo deterioro de la situación económica isleña.

Todavía en 2020, por ejemplo, sólo fueron detenidos 9.264 cubanos por las autoridades de Estados Unidos. Mientras que en 2022, las detenciones sumaron 219.702, y en el ejercicio o año fiscal de 2023, huyeron del infierno castrista (ya no hay nada: ni comida, ni medicinas, ni agua, ni gasolina, ni luz, ni pasta de dientes, ni papel de baño, ni pañales, etc.) casi 200.000 cubanos. Entre 2023 y 2024, se ha estimado que emigrarán casi 300.000 más a España.

En otras palabras, más allá de la obviedad -la migración depende en una parte de la situación económica del país emisor, el embargo afecta en una parte la situación económica- la huida de Cuba de más de 15% de su población a lo largo de los años es el resultado de múltiples factores. Estados Unidos es uno de ellos, nada más. La desesperación, el recurrente recorte de subsidios externos -la URSS, Venezuela, las remesas desde Miami, la represión, con altos y bajos también- representan otros factores, igual o más importantes que el embargo. Culpar a Estados Unidos del fracaso de Cuba y de la subsiguiente hemorragia de cubanos es un absurdo. Entre 1960 y 2021, la migración cubana a Estados Unidos decenal osciló entre 129.000 y 360.000, antes de dispararse como nunca en estos 2 últimos años. El flujo anual varía mucho, aunque el embargo haya sido constante.

El caso de Venezuela es más complejo, en parte porque de los casi 8 millones de venezolanos que han abandonado el infierno chavista-madurista, pocos en realidad han llegado a Estados Unidos. A partir de 2005, cuando arranca el éxodo, y hasta 2015, cuando se dispara, las salidas totales pasaron de 400.000 a 700.000. Pero desde 2015 y hasta 2019, se expatriaron 4 millones adicionales. De 2019 hasta la fecha, han salido 2,6 millones más. Para tener una idea, los 7,7 millones de habitantes de Venezuela expatriados corresponderían a 32 millones de mexicanos… en menos de 20 años. Las sanciones de Estados Unidos a Pdvsa, la petrolera venezolana, y en realidad la principal víctima económica de dichas sanciones, comenzaron en agosto de 2017. Ya habían huido de la pesadilla de Nicolás Maduro más de 5 millones de personas. Otras fueron impuestas en 2018 y unas adicionales a Pdvsa en 2019; se sumaron nuevos castigos al transporte de petróleo en 2020 y 2021, y siguió el éxodo. El culpable de la emigración venezolana lleva el nombre y apellido de Maduro, y el de su predecesor, al igual que el apellido de los Castro en el caso de Cuba.

Decenas de países en el mundo son expulsores de sus propios ciudadanos. En América Latina, entre otros, El Salvador y Ecuador, que utilizan, con permiso, la divisa norteamericana como la suya. En África, desde Marruecos hasta Egipto y el Sahel, excolonias francesas o inglesas y receptoras de enormes cantidades de recursos estadounidenses. En Asia, la India, Filipinas y desde luego China, ninguno de los cuales es objeto de embargos de Washington. Sólo existe la causalidad entre el “imperialismo” y la migración en la cabeza trasnochada de los cubanos, los venezolanos y los redactores de la Declaración de Palenque. Vergüenza.