El título de este artículo le pertenece a un venezolano ejemplar: José Rafael Pocaterra, quien lo desarrolló en el contexto general de su obra: Memorias de un venezolano de la decadencia. Publicado en 1928, para denunciar crudamente los excesos a las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, de las cuales fue prisionero desde los 18 años, en las cárceles del Castillo de Puerto Cabello, San Carlos y La Rotunda, llagando a exponer el alto costo humano, político y social del gomecismo. Su obra fue el primer libro carcelario en Venezuela, del cual el insigne escritor y crítico literario Mariano Picón salas se refirió: “Una obra que desnuda hasta el espanto otra Venezuela violenta y miserable; cínica y frustrada”.
Pocaterra narró el horror que vivió en carne propia y el que vivieron otros tantos presos políticos de aquel entonces, la vergüenza existente en el país por la acción cruel de las torturas: “Mañana me aguarda algo peor que la muerte: la tortura”. En su obra navega por las experiencias crueles de otros presos, “en un segundo estallo un alarido horrible, de animal enfermo, de ser apuñalado en la noche”, “me van a torturar dentro de algunos minutos,… Esta noche… con toda mi alma prefiero morir. Estrellarme los sesos contra aquella pared. Rasgarme la carótida con un pedazo de vidrio”.
De su trágica y dolorosa experiencia como preso político en los centros de tortura de la época habrá que reflexionar siempre para que no exista un aparato represivo con tanta demencia y capacidad de vulnerar los derechos humanos de la población, José Rafael Pocaterra de su experiencia de vida queda para los ciudadanos un esfuerzo notable por denunciar las torturas y tratos crueles, describiendo así a las dictaduras, y también a las sociedades hipócritas representadas en los intereses económicos que las sostienen, dentro y también fuera de Venezuela, enarbolando un claro y absoluto rechazo al autoritarismo, a la corrupción en el manejo de los recursos del Estado y la represión de la disidencia.
Sin dejar de percibir los errores de Pocaterra, en el ejercicio político y la determinación de sus acciones con respecto al respaldo a la Junta Militar que derrocó a Rómulo Gallegos, en el contexto general, la esencia de su esfuerzo por denunciar las torturas, me resulta incuestionable.
En la Venezuela de hoy donde lamentablemente se sobredimensiona la brutalidad contra la que luchó José Rafael Pocaterra, habrá tristemente que reconocer que hemos dado un salto atrás, el llanto de las madres por la cárcel de sus hijos menores de edad es un vestigio que no podrá olvidarse, la instauración de crímenes de odio, solamente aplicables a la disidencia política es una acción trágica en nuestra ciudadanía.
Venezuela está herida en su corazón, como siglos atrás expreso el precursor de la Independencia, Francisco de Miranda, el totalitarismo reinante es nuestro peor símbolo, somos huerto fructífero de infelicidad.
Cuánto habrá de durar aún no lo sabemos, no obstante la fuerza y tenacidad ciudadana por readaptarse y resistir, sin dejar de luchar también en un poderoso mensaje al opresor, el país siempre ha tallado su libertad y su democracia, una y otra vez, con la constancia de la gota de agua rompiendo la roca y la paciencia de los árboles para aguantar tanto mal trato; sin embargo, la calma no significa no estar enfurecidos, el enfurecimiento tiene su tiempo.
Del poeta inglés Dylan Thomas, vale la pena leer y apreciar el poema:
No entres dócilmente en esa buena noche.
-No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete, ante la muerte de la luz.
-Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.
-Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
-Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.
-Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
-Y tú, padre mío, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete, ante la muerte de la luz.
@jufraga12