OPINIÓN

La Venezuela del terror

por Jorge Francisco Sambrano Jorge Francisco Sambrano

Mientras caminaba en las avenidas de la soledad, la musa estuvo latente, saliendo de la bruma emergente, con un toque candente y sin dejar nada a la excepción, pues vino acompañada de su fiel compañera imaginación y tomaron prestado por un momento el DeLorean volador. Llegaron unas lunas más hacia el futuro, algo desolado y nada prometedor con tanto que narrar:

No ganamos el cese de la usurpación y muchos no lograron contar lo que perdimos. Es el año 2045 y todavía seguimos en pandemia. Tuvimos miedo, y el miedo se convirtió en nuestro himno. Con un bigote desteñido y con partes biónicas en su cuerpo, Maduro sigue proclamándose presidente. La primera combatiente es ahora la versión más nefasta de Robotina, el cuerpo ministerial se conforma por iraníes, cubanos y turcos; terminamos perdiendo el Esequibo porque «el Duque» Diosdado lo logró «comprar» e instaurar una monarquía, ahora Daniella es princesa y Omar Acedo el príncipe consorte heredero.

El Himno Nacional pasó a llamarse «Gloria al Bravo Chávez», el escudo tiene un camión de gasolina, una boina y un fusil; la bandera ahora es roja rojita con una sola estrella, la de Sabaneta. El Congreso estalló en 2030 y ahora el Poder Legislativo sesiona desde el Cuartel de la Montaña. El PSUV es mayoría con 470 diputados comunales originarios, pero siguen existiendo algunos «opositores» liderados por Claudio, Falcón y Aristóbulo, aunque lo hacen desde un geriátrico desde París. No se supo más de Leopoldo, pues las embajadas ya no existen en el país. Se rumora mucho, muchas leyendas en torno a su figura, aunque le rinden culto desde la montaña Sorte esperando «su regreso».

El Ávila ahora es de la Gran Misión Vivienda, hay poca luz y no hay agua, muchos viven de la caza y la pesca, sin escuelas ni Internet; se rumora que Freddy Guevara es el oráculo del pueblo pero nadie lo conoce. Con la venta del Zulia y Pdvsa, los gringos expulsaron a Borges, a Vecchio, a Smolansky y ahora los presentan en los encuentros de gladiadores en el Nuevo Circo, Teresa Carreño, el Universitario o cualquier estadio del país. Capriles es la atracción principal con las manos amarradas luchando con un jaguar muerto del hambre. De vez en cuando la comunidad internacional emite un comunicado de preocupación porque básicamente está ocupado en sus propios problemas.

En 2027 llegó el último barco con harina para hacer pan. Las mafias camboyanas controlan el tráfico de basura y de leche materna, que se distribuye en bolsitas de “chupi chupi” porque ya nadie fabrica nada. Debido a la ausencia de árboles, la temperatura promedio subió 7 grados centígrados, un poco más que en el resto del planeta. Se suspendió la jornada laboral diurna para conservar la energía del organismo y de noche nadie sale por terror. Básicamente, la gente lo que hace es esperar.

Desaparecieron las alcaldías, se fusionó el estado Miranda con el Distrito Capital y todo eso se llama estado Chávez, capital Charallave. En 2029 se celebró el último Miss Venezuela: ya nadie veía TV nacional y no había gente arreglada. Desaparecieron los Criollitos: para todo chamo que soñara con llegar a la MLB lo más practico era agarrar una lancha y nacionalizarse dominicano. La Vinotinto de fútbol, que ahora clasifica al Mundial de 96 países, habitualmente juega como local en Miami. Los pocos estadios deportivos fueron invadidos para emplearlos como coliseos para apuestas de peleas de mujeres.

En 2025 se decretó la inutilidad de la educación. Los chamos seguían yendo a los colegios sin profesores porque no se sabe qué hacer con ellos. Allí se les deja y se les imparte algo llamado práctica, con nociones sobre apareamiento, reventa, caza, pesca, saqueo y recolección. El vehículo predominante es algo parecido al buggy playero, es decir, un ensamble de piezas de autos desarmados. Las autopistas son controladas por las mafias camboyanas, y estas se emplean para carreras o ceremonias funerarias. Para este año, cuando ya Movistar y Digitel habían dejado de prestar servicio debido al robo de antenas repetidoras, el Estado decidió hacerse el loco como proveedor de telecomunicaciones. Muy rara vez se observan drones con Wi-Fi y los privilegiados que conservan los últimos smartphones importados hace dos décadas los usan por varios minutos porque su batería dura muy poco.

La gente de mayor edad dice que todos los valores se terminaron de perder, pero en realidad los valores no se pierden sino se transforman en otros: supervivencia, adaptabilidad, precariedad, lealtad al jefe tribal. Aunque hace mucho tiempo los libros de las bibliotecas fueron quemados para prender fuego al sancocho, alguien consiguió una página suelta de H. G. Wells que dice: “No se necesita inteligencia donde no hay necesidad de cambio”.

Este bosquejo de lo que pudiera ser es la razón de seguir y no desistir. Nunca rendirse. Nunca, nunca, nunca. En nada grande o pequeño. Enorme o minúsculo. Nunca rendirse. ¡Nunca!…» Sir Winston sigue teniendo razón porque él nunca se rindió. Esa fue su determinación inmodificable, aun cuando toda la humanidad estaba hecha escombros, agonizando víctima de la tragedia nazi y de su marcha delirante de exterminio. Resistir fue su firme convicción. Este personaje se montó al ver, con ojos lacerados por la irracionalidad, caer en el fondo de aquel abismo de destrucción a Londres, a Rotterdam, a Pearl Harbor, a Varsovia, a Moscú. Ya había contemplado años antes, paralizado por la estupefacción, la extinción vil de Guernica. Y la vería salpicar con sus trazos de dolor inocente, al lienzo magnifico de Pablo Picasso.

El mundo no iba a ver nunca a Sir Winston Churchill rendirse jamás, porque este se encaramó y le dijo al globo: «Lucharemos en los mares, lucharemos en los cielos. Lucharemos en las playas, lucharemos en los bosques, lucharemos en los campos. Lucharemos en las calles, lucharemos en las casas ¡Jamas nos rendiremos!… «Su espíritu férreo nunca se dejó derrotar por aquella difícil, compleja, amarga e ignominiosa adversidad. ¡Y triunfó! Nadie más que él pudo tener la más absoluta certeza entonces, que es allí, en las más profundas grietas de la ruina, donde debe renacer con más determinación y fuerza una sola cosa: La esperanza, porque es precisamente en el campo yermo «del ya todo está perdido» donde vibran sus latencias imperecederas y eternas. «Ya todo lo di. No me queda nada de cuanto tenia. Solo tú, esperanza», dijo Friedrich Nietzsche.

@JorgeFSambrano