OPINIÓN

La venezolanidad cobera

por Alicia Freilich Alicia Freilich

Faltar a la verdad es un ejercicio de muchas jerarquías y derivaciones. De algún modo  lo practicamos para evadir obligaciones y sufrimientos. Desde la mentira piadosa costumbre de algunas religiones y personas compasivas pasando por los engaños en el área comercial con propagandas tracaleras y nocivas, falsas empresas financieras y la frecuente doble moral de quien exige decencia casera mientras practica la callejera promiscuidad sexual en oficinas, moteles y garzoniers.

Espacio aparte y sagrado merece la ficción, mentira refinada que es médula creativa del arte en todas sus expresiones auténticas y puede resistir sofisticados plagios

En el plano político la coba se oficializa violando constituciones leyes y reglamentos democráticos vigentes, de facto se vale por igual de trampas bien urdidas y payasadas reveladoras de su columna vertebral, la degradación sistemática de la realidad que es la naturaleza criminal de todo régimen totalitario. Fácil de alcanzar y perpetuar porque siempre lo sostiene el poder de las armas que destruye, amenaza, reprime, tortura y asesina.

¿Acaso la democracia es una santa impecable, incorruptible, insobornable?

Para nada. Es muy frágil. Sobrevive a duras penas solo si aplica su manual genético al pie de la letra en su estructura de tres poderes independientes que deben respetar deberes y derechos asumiendo la responsabilidad de vigilarse  entre sí para investigar y juzgar a quienes transgreden sus propias normas. Suena bonito pero es muy difícil alcanzar ese logro civilista pues conlleva una tradición de ejemplos vivos desde el hogar hasta el tribunal. Un delincuente o simple tarambana vividor puede ser abogado pero la legítima democracia jurídica y judicialmente correcta lo segrega o penaliza.

Es la inicial conclusión que produce redescubrir esa maquinaria diabólica por ejemplo a través de la obra del venezolano José Ignacio Cabrujas Lofiego (1937-1995). Volver a ciertas piezas publicadas de su vasta dramaturgia, aparte de sus columnas de prensa entre los años 1991- 1994 recopiladas por Yoyiana Ahumada en El mundo según Cabrujas (Alfa 2009), a la cinta biográfica documental El país del disimulo (2017) del director Antonio Llerandi, al guion de la miniserie El día que se acabó el petróleo (1980) emitida por Radio Caracas Televisión nos permite  comprender a cabalidad el irresponsable vicio del embuste cómodo, el inmediatismo ancestralmente incrustado en el ser y los quehaceres del venezolano. Ya en 1896 lo advirtió Manuel Vicente Romero García, autor de la novela Peonía: “Venezuela es el país de las reputaciones consagradas y las nulidades engreídas”.

Cabrujas fue crítico implacable de las dictaduras tradicionales y de la democracia representativa (que no lo encarceló ni expulsó) por su adicción a las apariencias y montajes oportunistas, esa venezolanidad circense fija en muchos aspectos operativos. Tuvo su excepción ejemplar en la organizada resistencia clandestina y exiliada que derrotó a la dictadura perezjimenista. Al contrario, las tardías reacciones improvisadas de solo un sector de la sociedad antes y después los años 14 y 17 contra el régimen criminal chavomadurista dieron saldos trágicos.

Fue en Amaneció de golpe (1998, filme dirigido por Carlos Azpúrua) donde la pluma-pinza de Cabrujas rasgó para llegar al fondo. Es en el argumento de esta película extraordinaria, válida para todo el continente neobananero, basada en el cruento, fallido golpe chavista de febrero 4, 1992, donde su bisturí procede con  extrema precisión quirúrgica para diagnosticar las nefastas consecuencias de una  generalizada conducta social que en su rutina confianzuda deja pasar y propicia la instalación de su feroz enemigo. Así visualiza con lupa la injerencia progresiva del actual militarismo totalitario que fusiona las técnicas  maoísta, soviética y nazi en un fascismo llamado revolución patriótica independiente y soberana.

¿Acaso su criterio tiene vigencia?

“Las Constituciones son textos no perdurables en el tiempo sino lo que a cada gobernante le conviene, no lo que la gente necesita”, opina interrogado sobre el parlamento usurpador que ahora sustituye al legítimo electo en 2015.

 “El candidato que no nos prometa el paraíso es un suicida…”, advierte ante el próximo fraude votacional que no electoral  en los ilegales comicios  regionales.

“Los venezolanos somos admiradores de los mitos porque no entendemos nuestra historia…”, declara ante el presente cuarto episodio del turístico sainete diseñado para largos ciclos en escenario mexicano.