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La usurpación parlamentaria y sus efectos

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Los acontecimientos en la AN dejan en evidencia que el régimen estuvo planificando con detenimiento y paciencia la forma de sacarle el mayor provecho a la fatiga de las fuerzas opositoras, para asestarle un madrugonazo parlamentario que podemos definir como un golpe institucional. Es de vieja data la pretensión del régimen de dejar sin espacios ni tribunas a la oposición venezolana.

Desde el mismo triunfo de la oposición en las legislativas en 2015, se dedicaron a: cercenarle su mayoría calificada parlamentaria con la impugnación de los diputados por el Amazonas, así como la decisión del TSJ que la declaró en desacato, el abandono de los diputados del PSUV, el despojo de su canal televisivo, la eliminación de la remuneración a los parlamentarios, la militarización del Capitolio y la elección fraudulenta de una asamblea nacional constituyente, que les obligó a aceptarla para deliberar y usurpar las funciones legislativas en el otro hemiciclo del Palacio Legislativo.

Todos estos hechos constituyen antecedentes de lo que en forma temeraria y abiertamente fraudulenta perpetró con su asalto el régimen mediante el soborno, la persecución, el enjuiciamiento y el allanamiento de la inmunidad a parlamentarios. Pretenderán hacer valer esa elección de la directiva de la AN en el TSJ y en la ANC, para hacer ver no solo en el país sino ante el mundo que Guaidó ya no es el presidente del Legislativo y por supuesto tampoco presidente encargado, quien de seguir asumiendo y desempeñando esos cargos será perseguido y enjuiciado. Por añadidura, se le dificultará a la oposición utilizar el espacio físico del Capitolio. Quedaría así el régimen con el poder totalmente usurpado y el régimen manejará a su antojo el reconocimiento a Maduro y a las elecciones parlamentarias.

Para estos objetivos, el régimen mantendrá el caos en el ámbito legislativo, a sabiendas de lo inviable que es esa asamblea chucuta. Eso lo harán bajo el esquema de que la asamblea opositora tampoco podrá ejercer sus funciones.

Veremos cuál será la reacción de una oposición que le sirvió en bandeja de plata la reincorporación de los diputados chavistas, mediante un acuerdo político para celebrar unas elecciones parlamentarias adelantadas, así como la designación de un CNE, “imparcial y transparente”, sin condicionar todo esto al cese de la usurpación. Este señalamiento cobra relevancia cuando en su discurso en la instalación y elección de la junta directiva, el presidente Guaidó se cuidó mucho de no mencionar ese paso como propuesta aún vigente e innegociable.

Ahora la actual dirigencia opositora y la mesa directiva constitucionalmente electa extramuros corren el riesgo de ser “el otro Parlamento”, así como tenemos el otro TSJ o la otra fiscal. Debe la oposición sacarnos de ese marco, vista su presencia en el país. La reacción debe estar centrada en dos aspectos: en el plano internacional, procurando no solo pronunciamientos sino coaliciones con acuerdos concretos para mayores medidas y acciones, rupturas, bloqueos, sanciones económicas y penales, etc., que tengan el objetivo de cercar y asediar al régimen. En el plano interno, intensificar las acciones con propuestas de mayor radicalización, superar la censura y el bloqueo informativo con más contactos directos, organizar grupos de acción política, de defensa y protección. Tiene que ser incluyente y sumar voluntades y opiniones desprovistas de parcialidades. En Venezuela hay un gran activo humano que no puede ser desdeñado, dispuesto a dar lo mejor de sí para la recuperación de la libertad y la democracia.

La solución, en definitiva, ante la desproporción de una dictadura feroz, avasallante y exterminadora, no está en las manos de una dirigencia opositora exhausta que materialmente no tiene cómo enfrentar este régimen que tiene el apoyo material, militar y el asesoramiento de Rusia, Cuba, Irán y grupos terroristas dentro del país. Las diferentes fases por las que tiene que transitarse en el TIAR deben llevarnos a medidas que puedan, con sus efectos, ser proporcionales a las del régimen. La inminencia de una intervención humanitaria bastaría para que se produzca una salida.

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