América Latina está en el ojo de la tormenta una vez más. Las democracias exhiben una peligrosa vulnerabilidad/ fortaleza capaz de infundir ánimos al más escéptico. En Bolivia alardean casi de forma indetenible el regreso de las huestes aimaras al poder por vía electoral, lleno de episodios de venganza. En México, es cada vez más patente la incapacidad de gobernar de AMLO, entregado a una corriente de militarización de la economía, ante la poderosa complejidad de la alianza entre el narcotráfico, la corrupción y el izquierdismo. En Argentina después de 70 años de peronismo se comienza un difícil camino de reordenamiento económico que revuelve los ánimos de los que hasta ahora habían impuesto sus reglas de juego, una pugna que decidirá el futuro de ese gran país en el cual confiamos. En Uruguay el presidente Lacalle se sienta en las aceras de Montevideo a compartir con sus amigos con tranquilidad y alegría. En Chile y Colombia las fuerzas del socialismo están al acecho, con una peligrosa perspectiva de avanzar hacia posiciones más fuertes de control social en desmedro de las aspiraciones de progreso de esos pueblos.
En medio de este mapa de contradicciones y tribulaciones, la situación de Venezuela a pesar de ser la más grave el día de hoy, tal como lo muestra el Informe de la ONU y distintos indicadores que evidencian la brutal caída de la economía, reducida a una quinta parte de lo fue antes de Chávez y Maduro. La extensión de la crisis de los servicios públicos, el hambre que padece 80% de la población. Sin embargo y paradójicamente pareciera ser el país que está más cerca de una salida liberadora.
La primera razón para creer en esta afirmación lo ilustra la expresión popular “nadie aprende en cabeza ajena”. Las dos décadas del yugo Chávez- Maduro han logrado borrar los vestigios de la sumisión ante una ideología que pregonaba la redención del pueblo y el ajuste de cuentas con el capitalismo. Ideas tradicionalmente enquistadas en la mayor parte de Hispanoamérica. Es bastante difícil o imposible que un venezolano común crea de ahora en adelante que la salvación y el bienestar de su vida depende del poder de las sectas izquierdistas ya sean partidos socialistas, comunistas, o cualquiera con el mismo tinte ideológico. La importancia de respetar la propiedad privada, la creencia en la capacidad de producir, ser productivos y generar empleos de los empresarios, el respeto de la libertad de opinión y de los medios de comunicación ya no son simples cuentos para los venezolanos, saben por experiencia, en carne propia, que violar estos principios constituye lo que se ha denominado “el camino a la servidumbre” y a la miseria total. Por estas razones las prédicas socialistas no pueden oírse con indiferencia, aupando la penetración de ideas colectivistas, cuyo pasaje por el poder indefectiblemente se convierten en ruina, hambre y desesperación en todos los parajes del planeta tierra en los cuales se han impuesto.
Hay que reconocer que ha sido un camino tortuoso, desde aquel inicio en el cual Chávez anunciaba que freiría la cabeza de los políticos en aceite, o que la pobreza podría servir como justificación para robar o el “exprópiese” destructor. Los empresarios, trabajadores, que aún existen, en las fábricas y en el campo saben y han aprendido con amargura que propiciar la penetración de ideas socialistas como disfraz de grupos despóticos significa la destrucción de las fuentes de trabajo, la imposibilidad de crear los bienes necesarios para vivir, experiencias que siempre terminan con talleres de trabajo desmantelados, fábricas vacías, campos yermos, abandonados, incapaces de producir los empleos, ingresos y beneficios que la gente requiere para vivir.
Hoy la economía que se forjó con el impulso de los ingresos petroleros está en ruina. Cabimas otrora ciudad simbólica del poder de la industria petrolera está moribunda, el petróleo que antes proporcionaba mejores maneras de vivir, hoy se cuela a través de las alcantarillas, corroe el pavimento, ante una población asombrada por la constatación de que el petróleo pareciera estar cobrando los errores en Venezuela al no haber impedido que el poder cayera en manos de una mafia corrupta y desalmada, militares y civiles envenenados por ideas socialistas y por la ambición sin frenos.
Ha sido un aprendizaje doloroso, pero quizás imprescindible, se decidió que todo el poder iría a manos del Estado y sin querer queriendo construimos una institución monstruosa con pies de barro, con la fatalidad de ignorar que los comunistas podían apoderarse de esta poderosa institución penetrándola ideológicamente, tal como ocurrió. Bastaba con acabar el equilibrio de poderes, ni más ni menos que socavar el poder moral del sistema de justicia, envilecer la potestad de los jueces, convertir a los fiscales en cómplices, desprestigiar los partidos políticos y apoderarse de los medios de comunicación para instalar una de las dictaduras más monstruosas de los últimos tiempos. La destrucción institucional de Venezuela se cumplió de forma inexorable a partir de la toma del poder por el socialismo siglo XXI.
Este ha sido el escenario final de una batalla en la cual los venezolanos han resistido, superando la ingenua creencia que se trataba de un episodio más de nuestra zigzagueante historia, llena de luchas interminables entre caudillos, de la desaforada sed de poder de grupos militares creyentes en el control de las armas como medio para someter al país. Grupos que profesaban fe ciega en la lucha de clases como motor de la historia, en la explotación del trabajo como único medio de crear riquezas, postrados ante el ejemplo histórico de la Cuba socialista y por ende enemigos a muerte de las sociedades que evidenciaban haber derrotado la pobreza, practicantes de un mercado en libertad como modo más eficiente de producir e intercambiar y de la igualdad de las personas ante la ley no como una quimera sino como un derecho de las sociedades que se acogen a prédicas liberales.
Venezuela y su gente, han recorrido estos caminos que aun permanecen abiertos en muchos parajes de esta heterogénea América Latina, aunque cada vez sean menos, Uruguay y Argentina exhiben la ruta para iniciar una nueva era que convierta al individuo responsable en el actor fundamental de su historia, que comienza en el nivel de conciencia que albergan en su fuero interno, creyentes en la idea que las posibilidades de ser y existir están dentro de nosotros. Eldorado esta dentro de nosotros y esa es la principal fuerza que debemos desarrollar.
Esta dura y compleja experiencia que han vivido los venezolanos nos confiere una gran responsabilidad, hoy podemos observar descarnadamente como las propuestas socialistas, colectivistas, pueden penetrar en cualquiera de nuestros países hermanos. La historia se ha repetido, las consignas siempre las mismas, destruir la propiedad privada, destrozar empresas productivas entregándolas a funcionarios de un Estado inepto que fácilmente cae en la corrupción. Acabar con la libertad de opinión y expresión destruyendo medios de comunicación y apresando a los que se atreven a difundir ideas de libertad. Esta escalada las conocemos los venezolanos, las hemos vivido y la hemos superado la mejor prueba de rechazo la presentamos el 22 de octubre y el 3 de diciembre cuando ejercimos por primera vez la desobediencia civil que significó actuar por los dictados de nuestra conciencia a pesar de las amenazas. No hay duda de que podemos lograr la libertad muy pronto y que renaceremos con un gran compromiso, contribuir con aquellos pueblos que hoy están sujetos a esta dominación ideológica que precede al control total, que puede asfixiar al país más fuerte del mundo porque es capaz de anidarse venenosamente en el corazón y los sentimientos de aquellos que desconocen la toxicidad y capacidad destructiva que se arropa bajo la supuesta superioridad moral que concede el atribuirse la representación de los pobre y los más débiles.
Sin embargo, es imprescindible comenzar a elaborar los cimientos de lo nuevo, el aparato del Estado tiene que ser redimensionado, su misión no es expoliar sino servir al ciudadano. Acabar con la guerra contra los emprendedores, contra los industriales y agricultores que ha generado la desaparición de más de 10.000 empresas en el país y mermado la capacidad de proveer alimentos de calidad para los sectores populares. Un mandato que exige repensar los sistemas de salud y educación hoy en su peor momento. La escuela básica debe ser rediseñada, convertirla en la primera escalada en la formación de ciudadanos responsables, dueños de todas sus potencialidades físicas, cognoscitivas y emocionales. El sistema de salud en completo abandono, hospitales que han perdido su poder de curación y el desmantelamiento del sistema de atención primaria, hoy casi inexistente después del fracaso del mentado “Barrio Adentro”. Con el agravante del éxodo masivo de los médicos egresados de nuestras universidades autónomas quienes jamás fueron sustituidos por las importaciones de personal cubano, sin experiencia y sin ningún incentivo profundo para ejercer el oficio de curar, garantizar la salud de la población dependiente de la calidad de estos servicios.
Todos los sectores que definen nuestra sociedad de hoy están contaminados, convertidos en alcabalas para extorsionar a un ciudadano que naufraga ante las trabas, controles, impuestos, prohibiciones, represión que constituyen el verdadero contenido del ensayo de gobierno socialista, colectivista. Este panorama nos obliga a comenzar a idear la reconstrucción, no sentarnos a esperar que el cambio político ocurra. Estos meses que preceden las elecciones previstas y el tiempo posterior para el traspaso del poder que esta pautado, indudablemente debe ocuparnos en la gran tarea de concretar las ideas y los objetivos concretos de la reconstrucción.
El respeto a la propiedad privada y la libertad económica deben resurgir frente al Himalaya de sanciones y, prohibiciones que caracterizan el intervencionismo estatal, culpable de haber asfixiado y mutilado nuestras potencialidades de crecer económicamente, trabajadores con salarios iguales o mejores a los de nuestros vecinos, que acaben con la terrible circunstancia de ostentar el salario de los trabajadores más bajo del mundo (3,6 dólares).
Forjar el renacimiento del sistema educativo, una escuela básica que forme ciudadanos, docentes preparados, gratificados y respetados en su dignidad profesional al igual que el personal sanitario cuya difícil tarea es rescatar la derruida red hospitalaria, otrora un gran orgullo de Venezuela en latino América. Hospitales, ambulatorios, dispensarios que aún subsisten en el territorio en precarias condiciones, sin personal calificado y en las peores condiciones para operar eficazmente.
En los últimos años el gobierno venezolano decidió construir uno de los más grandes estadios deportivos de Latinoamérica, mientras el hospital de niños J.M. de los Ríos fenecía sin recursos, carente de personal y sin insumos para atender nuestra población infantil. Extraoficialmente se estima de forma conservadora que la construcción de este stadium junto al de la Guaira, debió superar los 400 millones de dólares. “No hay salud, ni educación… pero hay beisbol” aunque amemos este deporte y estemos orgullosos de Miguel Cabrera, Acuña, Arráez, José Altuve, entre muchos otros.
La devolución de medios de comunicación, El Nacional de nuevo entre nuestras manos, la reapertura de las redes informativas se plantea como una imperiosa necesidad, recuperar nuestros medios de comunicacional a todos los niveles locales y nacionales hoy ferozmente clausurados y eliminados como parte de nuestra cotidianidad.
Este angustioso llamado a gestar la reconstrucción incluye obligatoriamente una condición básica, la recuperación del Estado de derecho, la instauración de la autonomía de los poderes que garanticen la idoneidad de nuestro sistema de justicia con jueces dignos de su responsabilidad. Es la más sólida e insustituible garantía para avanzar hacia una sociedad democrática con justicia, libertad y paz. Manos a la obra, desde el lugar, el conocimiento y capacidades que tengamos. Es nuestra inmediata e indelegable responsabilidad ciudadana .