Por Tirso Jesús Hernández-León (*)
La universidad del presente, en general se encuentra en una indudable crisis, que pasa por sueldos irrisorios, falta de presupuesto, desprotección social, indiferencia gubernamental, deserción estudiantil y profesional. Está crisis se inscribe en el contexto de la gravísima crisis de la educación nacional venezolana; y al final, en la descomunal crisis sistémica de la vida nacional, que afecta lo social, económico, político y gerencial. Por lo que estamos llamados a intentar revertir está nefasta situación generalizada desde nuestro espacio natural, La Universidad.
En consecuencia, es imprescindible impulsar el debate de ideas sobre los temas neurálgicos de la agenda universitaria y del país. Es tarea primordial de toda la comunidad universitaria (obreros, administrativos, estudiantes y profesores) hacer de la universidad objeto de su propia reflexión crítica. La universidad es antes que nada un grupo humano intencional y vocacionalmente congregado por la voluntad cognoscente. Solo esa voluntad, ejercida con entereza y convicción, puede restablecerla como comunidad de intereses por la educación. La comunidad universitaria debe reflexionar profundamente sobre las causas internas del decaimiento institucional y sobre su propia responsabilidad en tal estado de cosas, pero también debe hacerlo sin indulgencia sobre las causas externas.
Lo que la universidad necesita no es ser rescatada sino reconstituida conforme a sus propiedades esenciales, lo que supone tener presente los notables logros que su trayectoria exhibe. Reconstruyamos en ella la luz necesaria para iluminar también el camino a un mejor país, la Universidad somos todos. En la universidad es urgente la reflexión sobre sí misma, es decir, la búsqueda siempre renovada de su sentido fundamental y su significado para la sociedad contemporánea es lo que permitirá a la institución insertarse en los procesos reales del mundo y participar activamente con voz propia en los importantes escenarios del debate nacional.
El futuro de la universidad venezolana está en el debate sobre la universidad necesaria, la educación que queremos dejar a nuestros hijos y nietos. Es con la conjunción del esfuerzo de todos cómo lo lograremos. La organización y el debate debe concebirse como un proyecto profundo de reconstrucción institucional, dónde estemos reflejados todos. Su factibilidad ha de resultar de una evaluación detenida de las difíciles circunstancias de su puesta en práctica, tanto como de las grandes potencialidades de innovación. Solo así, es posible discernir entre lo bueno que debe continuar, lo malo de que hay que prescindir y las formas de actuar en consecuencia.
Condición necesaria, dada la magnitud de las posibles tareas, es la movilización de la energía intelectual y física contenida en la comunidad universitaria. En su precario estado material, forzada a una penosa subsistencia cuyo origen huelga mencionar, su incorporación plena a la vida institucional no será sencilla. Pero será muchísimo más dificultosa si no conseguimos implicarla progresiva y convencidamente en el esfuerzo de defensa de la universidad. Para ello un rico clima de debate resulta indispensable.
Por lo demás, es imperativo equilibrar las distintas responsabilidades por sobrevivir con la vocación de cambio y búsqueda de lo nuevo inherente a la universidad. Para ti que te has animado a llegar hasta este punto, mi mayor agradecimiento y te invito a sumar voluntades para el encuentro y debate sobre el punto máximo de coincidencia institucional en ejercicio de la ética testimonial. más allá de las palabras bien intencionadas, que se traduzca en una acción transformadora, sin etiquetas, ataduras ni perjuicios.
La reflexión y convocatoria es pertinente, en la oportunidad de la celebración del 53 Aniversario del Instituto Pedagógico de Maturín «Antonio Lira Alcalá”, creado el 20 de octubre de 1971 bajo el decreto Nº 776 del Presidente Rafael Caldera, posterior a esto en 1974 se transformó en Instituto Universitario Pedagógico Experimental de Maturín. El 28 de julio de 1983 mediante el Decreto N° 2176, del presidente Luís Herrera Campins, se crea la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), iniciándose un proceso de integración, que se concreta con la incorporación de los Institutos Oficiales de Formación Docente a la Universidad, mediante Resolución N° 22 de fecha 28 de enero de 1988 y se hizo efectiva el 27 de junio del mismo año, al suscribirse del Acta de Consolidación. Posteriormente se avanzaría en la democratización, con la elección de autoridades y la expansión en materia de docencia, investigación y extensión.
Instituto Pedagógico Experimental de Maturín (IPEM) inició actividades en febrero de 1972; con los profesores Francisco Ortiz Bucarán (+) como director; Rubén Darío Jiménez, subdirector académico; Ramón Barráez (+), subdirector administrativo, 16 profesores y un pequeño número de administrativos y obreros, con cientos de entusiastas bachilleres provenientes del oriente y Guayana, comenzaron a hacer historia, a los que rendimos el mayor honor y gratitud, todos animados de las ideas más sanas y liberales se esforzaron en crear una institución llamada a ser una fuente para el cultivo de letras y ciencias, y que tuvieron bastante fe en que se hallaran en la nación hombres y mujeres, inteligentes y entusiastas dispuestos a poner, manos a la obra; sus esperanzas no han sido frustradas.
Este 53 aniversario, que se aproxima, nos invita a seguir en este largo camino de hacer una universidad que responda a los tiempos y circunstancias que nos ha tocado vivir; además de reconocer el legado de aquellos que nos antecedieron en la carrera por hacer academia para construir una Universidad de Formación Docente del siglo XXI.
En esta actualidad, deseo que cada quien comprenda la problemática de esta casa de estudio, cimentando sus valores, tolerando sus defectos, recreando sus ideales e integrándose al compromiso de la institucionalidad por la búsqueda de las posibles soluciones. Nuestro pedagógico le pertenece a todos; y hoy está golpeado, herido, lastimado; por lo que estamos llamados a reconstruirlo universitariamente, que nuestra lucha por engrandecerlo jamás concluya en tanto cumplamos con el deber que se nos confió, el de hacer lo correcto. Sabemos que siempre habrá luces y sombras; pero debemos estar en contra del pesimismo y las fuerzas negativas porque así lo demandan nuestros principios e ideales y los nuevos tiempos.
En el desafío de pensar en el desarrollo y especialmente en lo que nos corresponde hacer en este momento, pido al altísimo nos siga entregando sus bendiciones; nos dé luces en la oscuridad; fortaleza para soportar ataques demenciales, que nos abrigue con su mano generosa; nos aliente en la búsqueda de la verdad y engrandezca nuestros compromisos por la comunidad universitaria.
Sumando voluntades nos hacemos fuertes, unidos nos hacemos invencibles.
(*) Profesor Agregado
Programa de Física
Departamento de Ciencias Naturales
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Maturín, estado Monagas – Venezuela