OPINIÓN

La universidad: ir a las raíces de cara al futuro

por Francisco González Cruz Francisco González Cruz

Los fundadores de las primeras universidades se ocuparon de dotarlas de un patrimonio que les generara ingresos, con el fin de garantizarles el cumplimiento de sus elevados fines con un alto grado de autonomía.

Nacieron en la edad media, hace más de 800 años, porque se reunieron personas que querían aprender y personas que deseaban enseñar, en comunidades más parecidas a un club, o a un ateneo que a estas grandes organizaciones de hoy. Se organizaron como gremios de aprendices y maestros, que luego la Iglesia católica vio con buenos ojos, la cobijó y le dio unos “fueros” y algunas fuentes de ingresos, entre otras, una parte de los “diezmos y primicias”.

Asímismo, recibían el apoyo de esclarecidos mecenas, pues veían el progreso y apreciaban el prestigio que otorgaba a la ciudad el hecho de tener una universidad de calidad. Y le daban haciendas y casas para que obtuvieran rentas. Algunas de ellas aún llevan el nombre de sus primeros benefactores, como Harvard o La Sorbona (La Sorbonne). La primera lleva el nombre en homenaje a John Harvard, un joven clérigo inglés que migró con su esposa a Nueva Inglaterra, y donó a su temprana muerte su biblioteca de 400 volúmenes y la mitad de su considerable patrimonio personal. La segunda en homenaje a su fundador Robert de Sorbonne.

Muchas de estas universidades, sobre todo en la América española, nacieron de colegios seminarios, que, al ganar ascendencia, recibían del papa o del rey autorizaciones para otorgar títulos mayores o superiores. Esos privilegios se ganaban gracias a las solicitudes y diligencias que hacían los ministros de la Iglesia y los líderes de la sociedad, conscientes de los beneficios de estas casas de estudios.

En Venezuela la historia de nuestras grandes y prestigiosas universidades autónomas, como la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de los Andes recoge esas tradiciones. La primera, la UCV, parte del Colegio Seminario de Santa Rosa, que había sido creado en 1673 por el obispo dominico peruano fray Antonio González de Acuña, quien le donó su excelente biblioteca y algunos recursos. Luego, el 22 de diciembre de 1721 por Real Cédula del rey Felipe V se transforma en la Real y Pontificia Universidad de Caracas. La segunda, la ULA, parte del año de 1785, cuando fray Juan Ramos de Lora, primer obispo de Mérida, crea una casa de estudios superiores para la carrera sacerdotal, que gracias a su progreso 1789 se le dio el título de Real Colegio Seminario de San Buenaventura, para luego en 1807, por orden del rey Carlos IV de España, recibir la potestad de otorgar grados mayores y menores.

Desde sus fundaciones ambas instituciones reciben financiamiento proveniente de la Iglesia católica, de sus propios bienes, y fundamentalmente de sus profesores, estudiantes y algunos ciudadanos generosos. Como otras de historia más reciente como la Universidad del Zulia, que tiene como base histórica el Colegio Seminario y la lucha ardorosa de los zulianos. Y luego los colegios federales creados por Ley del Congreso de Cúcuta en 1821 en las capitales de provincia.

Algunos de estos colegios recibieron autorización para otorgar grados superiores, unos evolucionaron a universidad, la mayoría a liceos, pero al menos los colegios de Valencia, Guayana, Maracaibo y Trujillo recibieron un patrimonio que les permitían ingresos propios.

El devenir torció esos procesos, unos por obra y gracia de las autocracias que inundad la historia de Venezuela, todas enemigas del conocimiento, y todas las universidades porque el rentismo petrolero las hizo dependientes del Estado, y con ello debilitaron su autonomía. Sin ingresos propios fueron fáciles víctimas de los vaivenes de la burocracia gubernamental. También de la politiquería interna, del populismo académico y otros vicios.

Hoy la universidad venezolana toda es víctima de nuevo de otra autocracia, que la ahoga en su presupuesto, la deja víctima del vandalismo desatado y sufre de la emigración selectiva de su talento humano. Todas han sufrido, pero el régimen se ha ensañado con las universidades tradicionales autónomas de mayor prestigio como la Universidad Central de Venezuela, la Universidad de los Andes, la del Zulia, de Carabobo, de Oriente, la Simón Bolívar, la del Táchira, la Universidad Centro Occidental, entre otras.

El desafío de la universidad venezolana es volver a sus orígenes, a sus raíces, a la búsqueda de un patrimonio y a unas estrategias que les asegure mayores ingresos propios para una sobrevivencia digna. Que la sociedad sienta el fruto de sus talentos y sea capaz de movilizarse en su defensa. Tendrá que diseñar estrategias de permanencia a los mejores, a los de mayor productividad, a los que agreguen valor en las diversas funciones universitarias, tanto de profesores, como de estudiantes, como de empleados.

Tendrá que construir planes creativos de relaciones con la sociedad civil, con los sectores productivos y unas negociaciones con el Estado que les reconozcan el estatus que han ganado a lo largo de la historia, con unas políticas de productividad que respondan a los desafíos del desarrollo sostenible.

Ya se emiten señales de estos nuevos tiempos. El lunes 21 de marzo la Universidad de los Andes celebró sus 237 años, con la presencia del claustro en la calle con la “Marcha de las togas”, luego en la catedral del Mérida en su encuentro raizal, y al finalizar los oficios religiosos, el encuentro en su Aula Magna con la comunidad universitaria y los gremios empresariales nacionales y regionales. Todos actos muy expresivos de la posibilidad de un nuevo punto de inflexión en su interesante y fecunda historia.

En la catedral se celebró la eucaristía en acción de gracias, oficiada por monseñor Luis Enrique Rojas, quien recordó en su homilía que esos años de historia que no han sido fáciles, y ahora en medio de esta severa crisis una de las tareas es “revisar y desempolvar, pero también ponerle el corazón a la universidad y a la cuna de la universidad que es el seminario San Buenaventura para poder entender lo que hoy sucede, para poder enfrentar los retos y continuar apostándole  a la educación en Venezuela».

En el aula magna su rector, Mario Bonucci, se pregunta: ¿Por qué la Universidad de los Andes está viva y por qué la Universidad de los Andes mantiene su espíritu encendido, aún en medio de este momento de grandes privaciones, de compleja crisis, de los efectos colaterales de la diáspora, de la destrucción infligida, de una pandemia, del abandono, con perversos propósitos, por parte de los últimos gobiernos, e incluso, -y también muy triste y penoso- …del trato incomprensible, esquivo y  escasamente comprometido de un importante sector de nuestra propia gente, acá, adentro?

Para responder acude a las raíces y recuerda el empeño de fray Ramos de Lora, los esfuerzos el rector heroico Caracciolo Parra y Olmedo en tiempos recios como estos y lanza el desafío: “Construyamos una universidad para reconstruir un país a partir de la razón que emana del estudio y la reflexión”. Y finaliza: “¿Cómo queremos ser apreciados como sociedad?, ¿Qué valores queremos que nos identifiquen?

“Las respuestas a estas preguntas nos servirán de guía, todo ello sin olvidar que existen elementos que han perdurado durante siglos y que deben continuar formando parte de nuestro ADN, y me refiero a la solidaridad, el respeto y una postura firme contra todo autoritarismo: nacimos libres y eso nada ni nadie lo puede cambiar».

Luego del discurso de Oriana Vanessa Chacón Picón, la estudiante con el mayor promedio académico en la ULA, la academia y los gremios empresariales escucharon a un orador un tanto extraño en estos lugares: el presidente de Fedecámaras Carlos Alberto Fernández Gallardo. En un sólido, profundo y reflexivo, que concentró la atención de los asistentes y provocó repetidos aplausos.

Luego de recordar las diversas crisis y desafíos superadas por la universidad, planteó con seguridad los elementos que determinan el cambio radical de la realidad venezolana. “No soy de los que creen que estamos en el peor momento de nuestra historia y yo creo que la historia de esta Universidad, hace enormes paralelismos para demostrar que muchas veces hay la oportunidad para transformar la realidad a una positiva y distinta, pero tiene que pasar para transformar los cánones que hoy en día estamos cuestionando”. “No podemos pretender cambiar la realidad, siguiendo los mismos cánones, códigos y principios de los errores que nos trajeron hasta aquí”.

“Probablemente nuestra presencia aquí y la importancia que le hemos querido dar a este evento es que nosotros no podemos permitir como organismo rector del esfuerzo empresarial privado del país, la desaparición ni la mengua de las universidades. Las universidades son uno de los motores fundamentales del desarrollo. La Universidad es libertad, saber, búsqueda del progreso, es luces, bellas artes, creación, innovación, pero es un motor de desarrollo, porque la universidad en primer lugar forma a los generadores de políticas públicas”.

Luego de plantear el tema de la necesaria flexibilidad y la capacidad de adaptación que deben tener las organizaciones, entre ellas la universidad, afirmó que es tiempo de heroísmos para asumir la realidad y las necesidades de transformación, para la libertad, la democracia y el desarrollo sostenible.

“El modelo de desarrollo económico que el país tuvo y que le dio muchísimo éxito se agotó” … “El modelo rentista que de alguna manera amortiguó la queja social y las exigencias sociales se acabó”.

“A mí me gustaría preguntarle –aunque sé que no es la ocasión- a lo más granado de la intelectualidad venezolana, si alguno de ellos nos puede explicar dónde va a estar el país dentro de cinco años.

Yo me devano los sesos tratando de entender hacia dónde vamos y es que no tenemos un modelo y como buena sociedad que se acostumbró que controlaba los espacios públicos e imponía el ritmo económico y del país, todavía estamos esperando que venga un hombre a caballo a decirnos cuál es el modelo que vamos a desarrollar. Nosotros no queremos vencer, pero queremos convencer a la sociedad de la necesidad de un nuevo modelo económico y de desarrollo que de fin definitivo al modelo rentista – extractivista.

Un modelo económico que debe ser acompañado de valores ciudadanos, de contenido académico y de espacios de estudio que parten del principio y de la aceptación de la realidad de que la riqueza no es un regalo de Dios o de la naturaleza, la riqueza en el bolsillo de los ciudadanos es sólo producto del esfuerzo, del trabajo, de la inversión, dela inventiva, de la innovación, de lo más caro y profundo de los sentimientos y valores occidentales, así es como se construye la riqueza.”

Carlos Fernández insiste: “Nosotros tenemos que darnos un modelo y tenemos que acompañarlo” … “Nosotros queremos proponer un modelo de desarrollo productivo y esa es una palabra muy compleja. Productividad es una palabra enorme porque para ser productivo hay que manejar muchísimas variables”.

“Las universidades son uno de los motores fundamentales del desarrollo. La Universidad es libertad, saber, búsqueda del progreso, es luces, bellas artes, creación, innovación, pero es un motor de desarrollo, porque la universidad en primer lugar forma a los generadores de políticas públicas.

Lo que tengamos que discutir aquí, revisar, vayamos a enseñar aquí tiene que realmente comenzar a cuestionar algunos de los pilares fundamentales de lo que hoy es el valor del sistema económico del venezolano”.

“Si nosotros seguimos considerando que la riqueza es algo que está allí no vamos a poder remontar la cuenta y no vamos a tener los recursos de lo que va a requerir la universidad. Si nosotros vamos a seguir con el presupuesto que tenemos y yo creo que va a aumentar, probablemente el año que viene tengamos un presupuesto que sea el doble y el año siguiente tengamos uno que sea el triple, igual no alcanza o no alcanza para la universidad que conocemos o no alcanza para la universidad que deseamos, porque las universidades que deseamos necesitan no solamente formar a sus alumnos, sino que necesitan desarrollo e innovación y esa es la razón de nuestra invitación”.

La convergencia de académicos, ciudadanos y empresarios en los 237 años de la ULA, puede marcar un punto de inflexión en la marcha de la universidad venezolana. La emocionalidad estuvo a flor de piel, pero estuvo igualmente la razón en un excelente equilibrio. La Universidad de los Andes en este aniversario miró a sus raíces y se asomó con valentía a las necesidades de nuevas realidades. Vienen tiempos de heroísmos.