Carlos Andrés Pérez no le podía quedar mal a su región andina, menos a su natal terruño tachirense, por eso no titubeó al momento de respaldar el decreto número 1630, firmado por el presidente saliente Rafael Caldera, que dejó legalmente a disposición del gobierno entrante la tarea de echar las bases de lo que sería, en poco tiempo, un centro de estudios prestigioso, cuyo objetivo esencial era, desde entonces, apuntalar el desarrollo de toda la zona andina. Durante su primera campaña electoral, cada vez que el entonces aspirante presidencial visitaba San Cristóbal, era abordado por los ciudadanos Ramón J. Velázquez, Miguel Nieto, Ernesto Santander, Luis Gómez, Lorenzo Monroy, Guillermo Márquez, Carlos García, Luis Martín Suárez y Juan Galeazzi, quienes se desbordaban en argumentos que justificaban lo que era un clamor popular: una universidad para el Táchira.
Esos pioneros habían logrado persuadir al presidente en ejercicio hasta marzo de 1973. El candidato Carlos Andrés Pérez, hizo también suya aquella bandera, pero no con simples fines electorales, sino como un sentimiento que lo acompañaba desde que soñaba con llegar a ser Primer Magistrado de la Nación. Por eso, un año después de jurar como tal, cumplió su compromiso. Además, eso fue un buen ejemplo de continuidad administrativa, porqué la Universidad del Táchira la decretó el expresidente Rafael Caldera y la continuó el expresidente Carlos Andrés Pérez.
La misión estaba nítidamente definida en su declaración de origen: formar talento humano, desplegar programas de investigación sobre una base docente de primer orden que fuera capaz de generar proyectos relacionados con los potenciales de la región y de todo el país. Bastaba el marcado interés y entusiasmo del mismísimo presidente de la república, para que desde los entes públicos se le pusiera todo el empeño al proyecto plasmado en ese decreto del 27 de febrero de 1974, para que se fuera cristalizando progresivamente. Fue así como la novel universidad del Táchira arrancó con sus actividades docentes el 23 de junio de 1975, centrando sus primeros esfuerzos en las carreras del agro con un reconocido carácter científico, mientras que también abrió escenarios para carreras de ingeniería industrial. No tardaron en inscribirse centenares de cursantes para las carreras de Astronomía y Zootecnia, disciplinas que derivaron en la opción de Ingeniería de Producción Animal. Pero también la Ingeniería Mecánica le daba un horizonte amplio a los jóvenes que aspiraban coronar una carrera de alto nivel.
Y los sueños no paraban en el tiempo, sino que se aprovechaba cada año para hacer crecer esa nueva universidad. En 1984 se abren las puertas de la Escuela de Arquitectura, y en 1986, como fruto de una alianza estratégica de la UNET con la Universidad del Zulia, se inaugura el ciclo de los estudios de posgrado. Pero habían más iniciativas como la que se materializó en 1991, cuando se hace una realidad el programa de Ingeniería Electrónica, en 1997 se anuncia otra disciplina: la carrera de Informática, antesala de lo que se convirtió en otro avance de la UNET: en el año 2004, la carrera de Ingeniería Ambiental. Pero hasta ahí no quedaban las ilusiones de los tachirenses que aspiraban ver inauguradas las aulas dedicadas para las carreras humanísticas, hecho que aconteció a partir del año 2006.
Pero la educación para el trabajo creador de riquezas y de progreso fue también parte de la estrategia de desarrollo que asumió el cuerpo docente de esa universidad, de allí que diseñaron un paquete de carreras técnicas de corto plazo, bajo las modalidades presenciales y semipresenciales, lo cual fue posible una vez suscrito un convenio con diferentes universidades de Venezuela. Desde entonces se forjaron técnicos especializados en Producción Agropecuaria, Sanitaria, Salud, Entrenamiento Deportivo, Manejo de Emergencias y Desastres, Electromedicina y Turismo.
En menos de 35 años de operaciones la UNET llegó a matricular más de 12.000 estudiantes y sus autoridades lograron articular planes que concebían macroprogramas de crecimiento con diferentes empresas e instituciones del país y del exterior. Al día de hoy, la crisis que impacta a la Universidad del Táchira ha ocasionado una alarmante ola de deserción estudiantil, aparejada a la partida de decenas de educadores severamente afectados por la crisis económica. Ya se sabe el nivel de los salarios de nuestros profesores y maestros en el país.
La universidad que se hizo grande, viendo cómo se levantaron los tres primeros edificios en lo que era la Hacienda Paramillo, su biblioteca, sus dos auditorios, su teatro, sus áreas deportivas, su comedor, su parque natural que sirve de campo de estudios ambientales, su sistema de transporte universitario con rutas estrictamente vinculadas a su funcionamiento, sus oficinas administrativas y sus espacios de estacionamiento, hoy al igual que todas las universidades del país, resiente la carencia de recursos financieros para atender el mantenimiento de toda esa infraestructura. Los servicios estudiantiles de orden social están colapsados. Otro drama similar a la mala suerte del personal que labora en las casas de estudios superiores, lo padecen los docentes, obreros y funcionarios de la UNET, penurias que también arrastran al personal que atiende los núcleos establecidos en La Fría, Rubio, Cordero, Ureña, Abejales y La Grita, porque la UNET fue creciendo y expandiéndose por toda la geografía tachirense. Pero el golpe se siente también en los proyectos que con tantos buenos augurios estaba apalancando el conglomerado universitario unetense. Mención especial para las iniciativas en área robótica que emprendió la UNET, conjuntamente con AVEROD (Asociación Venezolana de Robótica y Domótica).
Al dia de hoy se requieren con urgencia los recursos financieros indispensables para mantener y recuperar parte de sus instalaciones, así como también equipar sus laboratorios, comprobado cómo está que muchos de los aparatos de computación ya han cumplido su tarea y deben ser renovados. Son muchas las necesidades que van desde la nivelación de salarios para el profesorado y trabajadores en general, hasta el restablecimiento de los servicios sociales, repotenciación de unidades de transporte y rehabilitar espacios para comedores. Otro tema es el de las becas, ayudantías y preparadurías, cuyos montos en bolívares son insuficientes para hacerle frente a la hiperinflación que ataca, también, a las universidades del país.
La UNET siempre contó con académicos de excelencia, desde su primer rector, el Dr. Lorenzo Monroy Coronel, hasta quien al día de hoy tiene en sus manos las riendas de esa prestigiosa universidad, el Dr. Raúl Casanova, han sido ciudadanos ejemplares consagrados a servirle al Táchira y desde ese centro andino a toda Venezuela.
@alcaldeledezma