En estos tiempos, cuando el asunto electoral vuelve a cobrar fuerza entre la ciudadanía de Venezuela, preocupa e inquieta la actitud que se puede ver en muchos y que podría ser perjudicial para construir una alternativa viable de país.
Nos referimos a la visión cortoplacista y miope, que mide solamente la parcela cercana a la persona en cuestión, cuando realmente nos estamos jugando nuestro futuro como colectividad nacional.
Sí, de nuevo hay pasión y emoción entre la gente en la calle, por la discusión sobre cómo terminar de pasar la página de una etapa histórica adversa, en la cual fue mucho lo que perdimos y muy poco lo que ganamos.
Pero, de cara a una nueva oportunidad, parece no entenderse la urgencia de deponer diferencias menores o circunstanciales, que perfectamente podrían convivir entre ellas con aceptación, e incluso, no lo negamos, con sacrificio.
Pero al medir la posibilidad que tenemos enfrente, corresponde con urgencia dejar de lado lo que puede ser calificado como secundario, para poder avanzar certeramente en una ruta de reconstrucción nacional.
Cuando varios partidos políticos se unen, pueden aprovechar sus recursos y bases de apoyo combinadas para competir electoralmente de manera más efectiva. Esto les permite aumentar sus posibilidades de éxito.
La unidad puede ayudar a representar una gama más amplia de perspectivas políticas y sociales, lo que atrae a un electorado más diverso y moviliza a una variedad de grupos que están comprometidos con el cambio.
También se puede facilitar una mejor coordinación estratégica y mayor capacidad de movilización para llevar a cabo campañas efectivas y asegurarse de que el mensaje llegue a un público más amplio.
Adicionalmente, evita la fragmentación del voto opositor. Unificando sus esfuerzos, los partidos pueden aumentar las posibilidades de ganar elecciones.
La historia política mundial está llena de casos en los cuales los diversos actores públicos de un país se sentaron juntos, pusieron sus diferencias a un lado y lograron acuerdos que permitieron salir adelante en medio de las más adversas circunstancias.
Por ejemplo, en Chile, la llamada “Concertación”, una coalición de partidos políticos y movimientos sociales, se convirtió en el epicentro de una unidad ejemplar. Representó una amplia gama de fuerzas políticas, que pudieron poner al margen las diferencias porque estaban claros respecto a que compartían un objetivo común.
Su campaña de 1988 fue un ejemplo de cooperación y creatividad, con artistas, intelectuales y ciudadanos comunes contribuyendo a una campaña masiva que utilizó el eslogan «La alegría ya viene».
La unidad y la participación de la sociedad chilena fueron fundamentales para este logro, sobre el cual se refundó una nación institucionalmente robusta, que sigue siendo ejemplo para el continente.
A pesar de las diferencias, los chilenos se unieron en un esfuerzo coordinado para trazar un nuevo rumbo a su país. Esta unidad, manifestada en el referéndum de 1988, es un ejemplo inspirador de lo que puede lograrse cuando un país se une en torno a un proyecto común. Chile demostró al mundo que la unidad puede ser la fuerza más poderosa para consolidar la democracia.
Pero también tenemos ejemplos en casa. La historia política de Venezuela, el año 1957 se destaca como un punto referencial. Fue un momento en el que los distintos partidos políticos del país dejaron de lado sus diferencias ideológicas y agendas particulares para unirse en un esfuerzo común. Este acontecimiento marcó el camino hacia la senda democrática venezolana.
En aquel momento, las agrupaciones partidistas nacionales entendieron que no podían permitirse la división. En un acto de acertado pragmatismo, líderes de diferentes corrientes ideológicas se reunieron en lo que se llamó la «Junta Patriótica,» concertando voluntades de manera unificada.
La capacidad de los partidos políticos de poner de lado sus diferencias por perseguir un bien mayor se convirtió en un ejemplo inspirador para Venezuela y el mundo. Esta lección de unidad puede ser tomada como un ejemplo de lo que se puede conseguir cuando se tiene claro lo que está en juego.
El ejemplo de que la unidad en momentos críticos puede superar las divisiones ideológicas sigue siendo relevante en la Venezuela actual y en el mundo entero, recordándonos la importancia de la cooperación y la búsqueda del bien común en tiempos de crisis.
La política no es una ciencia, sino un arte. Hay que tener la sensibilidad de percibir hacia dónde sopla el viento y tomar las medidas correctas. Muchas veces no son las que dicta la emoción, sino la razón. Pero por los resultados, bien vale la pena pensar con cabeza fría para poder alcanzar los resultados necesarios. Algo que fue válido ayer y que continúa siéndolo hoy.