Las definiciones que proporciona el Diccionario de la Real Academia del término «unidad» reflejan la diversidad de significados y usos que dicho vocablo puede tener en diferentes áreas y circunstancias. Se entiende como el estado de unión, integración o cohesión entre diferentes individuos, grupos o sectores de la sociedad que comparten objetivos comunes, valores o intereses. En otras palabras, es el proceso mediante el cual personas con diferentes antecedentes, opiniones o ideologías se unen en torno a un propósito compartido, dejando de lado sus diferencias en pos de un objetivo mayor.
La unidad puede manifestarse de diversas formas, como la cooperación entre partidos políticos, la solidaridad entre diferentes grupos sociales o la reconciliación después de conflictos; e implica la capacidad de trabajar juntos, respetar las diferencias y buscar el bien común sobre los intereses individuales o grupales.
Vista así la unidad, ésta puede ser crucial para lograr avances significativos en la sociedad, resolver problemas complejos y enfrentar desafíos comunes como la consolidación de la democracia y del Estado de Derecho, la defensa de los derechos humanos o la lucha contra la corrupción. Sin embargo, puede ser un proceso difícil y requiere compromiso, diálogo y voluntad de colaboración sinceros por parte de todos los involucrados.
Cuando los ciudadanos están unidos, independientemente de sus diferencias políticas, sociales o culturales, se fortalece el tejido social y se promueve un sentido de pertenencia compartida a la comunidad, y es esencial para el funcionamiento del sistema político y de las instituciones. Los diferentes actores políticos, sean funcionarios del Estado de cualquier jerarquía o ciudadanos, deben ser capaces de trabajar juntos en la búsqueda del bien común y el interés general.
Por otra parte, la unidad facilita el diálogo constructivo, la negociación y el compromiso en la toma de decisiones políticas, como el respeto por el Estado de Derecho, fundamental para garantizar que todos los ciudadanos reciban tratamiento igual ante la ley, pues cuando hay unidad en la aceptación de los principios democráticos, se fortalece la protección de los derechos humanos, la independencia judicial y la rendición de cuentas de los gobernantes.
Cuando el pueblo percibe que se ha alcanzado la unidad frente a un adversario peligroso que ejerce el poder omnipotentemente, está más dispuesto a participar activamente en la vida política y a defender y respetar los resultados electorales, lo que contribuye a la estabilidad y la gobernabilidad democrática.
La historia recoge momentos en los cuales la unidad fue la base del éxito contra regímenes autoritarios: La Revolución de los Claveles en Portugal, la lucha contra el apartheid en Suráfrica, la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, la caída del régimen de Slobodan Milosevic en la desaparecida Yugoslavia y la Primavera Árabe. Estos movimientos demostraron la efectividad de la unidad política y ciudadana en la resistencia contra regímenes autoritarios y en la transición hacia la democracia y el Estado de Derecho.
En el contexto político de una dictadura, las elecciones controladas por el régimen y su árbitro electoral plantean un reto mayúsculo, pues en ese escenario la unidad emerge como un principio esencial y una estrategia política clave que puede marcar la diferencia entre la perpetuación del autoritarismo y el tránsito hacia la democracia y el Estado de Derecho. Un régimen dictatorial suele emplear tácticas de división y desintegración para mantener su poder aprovechando las diferencias entre los opositores, debilitando a la resistencia y exponiendo a los adversarios a la represión y la persecución selectiva, la desmoralización de la población y, de esas maneras, lograr su legitimación ante la comunidad internacional.
Por consiguiente, la unidad es esencial para enfrentarse por medios democráticos a una dictadura que, como todo régimen totalitario, hace uso de todos los medios a su alcance para aumentar su poder, como decía Karl Schmidt; y, cuando se trata de elecciones controladas por un sistema de esa naturaleza con la colaboración del árbitro electoral, los actores políticos y sociales deben agruparse para fortalecer su resistencia y poder avanzar hacia la construcción de la democracia y la reinstitucionalización del Estado de Derecho.
En fin, como decía José Hernández por boca de Martin Fierro:
«Los hermanos sean unidos / porque ésa es la ley primera, / tengan unión verdadera, / en cualquier tiempo que sea, / porque si entre ellos se pelean / los devoran los de ajuera«.