«Puedo hacer cosas que tú no puedes; tú puedes hacer cosas que yo no puedo; juntos podemos hacer grandes cosas«. Teresa de Calcuta
Uno de los principios básicos y más antiguos de estrategia política es tratar siempre de dividir al bloque del adversario mientras se fortalece el propio. Y cuando el bloque político propio es de naturaleza heterogénea y diversa, como es el caso del universo que constituye la oposición democrática venezolana, este fortalecimiento pasa por una tarea esencial e ineludible que es el diseño y construcción de instancias efectivas de unidad.
Por los años 50 del siglo 1, Saulo de Tarso, mejor conocido en la historia como San Pablo, llegó a Corinto, ciudad portuaria griega de gran poder económico y comercial para la época. La comunidad cristiana que había dejado luego de 2 años de estadía, tuvo una primera fase de entusiasmo y crecimiento. Pero al cabo de un tiempo, como suele pasar con los procesos sociales colectivos, comenzó a experimentar desaliento y conflictos internos. Y uno de los primeros síntomas fue la amenaza de división, producto de la discusión sobre cuáles tareas eran más importantes, y cuáles acciones resultaban más valiosas y decisivas que otras. La pelea era sobre quiénes estaban haciendo lo correcto y quiénes no.
Tratando de orientar, Saulo les dirige una carta en las que les recuerda algunas de esas cosas que, como muchas de las que después nos resultan obvias, suelen pasar delante de nosotros sin ser vistas: “Las partes del cuerpo son muchas, pero todas son importantes. El ojo no puede decir a la mano: no te necesito. Ni tampoco la cabeza decir a los pies: no los necesito. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler? Si todos fueran el mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Por muchas que sean las partes del cuerpo, todas forman parte de él y todas hacen falta”
En Venezuela, la inmensa masa humana que se opone a la dictadura lo hace desde varios sectores y agrupaciones, a veces tan disímiles y distintos como la propia naturaleza de los venezolanos. Ninguna de estas organizaciones ni tampoco sus modalidades de acción puede decirle a la otra que es inferior, que no es importante ni mucho menos que sobra.
Es psicológicamente normal y previsible que los miembros de cada parcialidad y los ejecutantes de cada modalidad de acción consideren que la suya es la mejor y que quien no la comparta está equivocado, o no esté haciendo lo que hay que hacer. Tal creencia, sin embargo, no es otra cosa que lo que se conoce en Psicología Social como una “ilusión perceptual de endogrupo”, una distorsión explicable pero errónea que lleva a pensar que las actividades y naturaleza del grupo al que se pertenece son siempre mejores y más acertadas que las del resto. Los humanos funcionamos así, lo cual no impide que se aprenda a actuar distinto.
En política, como en el cuerpo, cada quien tiene un rol que cumplir. Es inconveniente, además de falso, desdeñar alguna de las partes porque no es necesaria, o pensar ilusoriamente que sólo con una de ellas haremos que el cuerpo funcione.
El concepto de “estrategia” hace referencia a un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente para lograr un determinado fin. La estrategia política, por definición, incluye varias modalidades de lucha social y de acción pública, lo que a su vez supone la coexistencia e integración de organizaciones y sectores que, aunque diferentes en su naturaleza y especificidad, compartan un mismo objetivo. En el mundo democrático venezolano, a pesar de su inevitable y al mismo tiempo deseable diversidad, el “qué” es el mismo -superar la dictadura madurista como única forma de resolver la inmensa crisis humanitaria y global que sufre el país- aunque haya sobre la mesa varios “cómos” posibles sobre las formas más eficaces de lograrlo. Así, por ejemplo, una de las modalidades de integración de diversidades más interesantes es el Frente Amplio Venezuela Libre, una instancia unitaria construida para el encuentro, comunicación y coordinación de acciones entre los defensores de todos los “cómo” que actualmente existen. Allí hacen vida los principales partidos políticos democráticos, representantes y grupos del chavismo disidente, y varias de las más representativas organizaciones y sectores de la sociedad civil venezolana. Ampliarlo y reforzarlo resultaría en un arma cívica poderosa en la lucha del pueblo venezolano por su liberación. Pero construcciones unitarias como esa y otras que puedan surgir en el futuro deben estar constantemente enfrentando no sólo a las amenazas de la dictadura, sino a los obstáculos que surgen del propio campo opositor.
Entre esos principales obstáculos están la crónica desconfianza de los venezolanos hacia sus compatriotas, las agendas particulares de algunas personas y grupos, el estéril afán de protagonismo de ciertos actores, la dificultad para actuar en equipo (lo cual supone ceder en ocasiones y coordinar acciones con los otros), y la tentación de poner el centro de la acción política en asuntos ajenos a la realidad de los problemas y sufrimientos de la gente. Además, todavía persiste en algunos sectores la arraigada suspicacia no sólo entre los partidos políticos y la sociedad civil no partidista, sino incluso dentro de ambos mundos por separado.
A pesar de estos obstáculos, la construcción progresiva de la unidad de los venezolanos y de sus organizaciones es tanto una necesidad como una demanda histórica urgente. Unidad sin la cual ninguna victoria es posible, Unidad que nace y se alimenta de la diversidad, y que es ajena a cualquier cosa que parezca uniformismo. John F. Kennedy afirmaba con razón que “la unidad de la libertad nunca se ha basado en la uniformidad de la opinión”. Por tanto, no es una unidad que pretenda la eliminación de las diferencias por la vía de una aberrante uniformidad, sino que parte de la convicción de que todos somos necesarios desde nuestra insoslayable particularidad.
Así como a nadie le sobra un ojo porque ya tiene uno, o renuncia a un pie porque la mano es más importante, es crucial no olvidar que en este combate todos valemos, cada uno y cada grupo desde su particular naturaleza y función. La lucha, como el país, es plural y es de todos. Sin que nadie sobre y sin que nadie crea que puede prescindir del otro, sólo porque la haga desde su propia y distinta especificidad.
El compromiso, en síntesis, es a construir juntos siendo distintos, porque el objetivo radica, a partir precisamente de la riqueza que significa la diversidad y amplia heterogeneidad de nuestra gente, en articular esas diferencias en la consecución del objetivo que nos une, que no es otro que la liberación democrática de Venezuela.
@angeloropeza182