Es difícil llevar la cuenta de cuántas vacunas se están anunciando o mercadeando en relación con el covid. Algunas parecen efectivas y otras son estafas mercantiles o políticas. El tema de la vacuna es de extrema importancia, y en esta Venezuela menguada, para variar, la hegemonía ni vacuna ni deja vacunar, salvo a los mandoneros del poder.
Esta dramática realidad, sin embargo, no debe confundir sobre cuál es la causa central de la tragedia venezolana. La hegemonía despótica, depredadora y corrupta es la causa central. Y ninguna de las dramáticas realidades que padecen los venezolanos, incluida la expansión del covid y la falta de servicios y vacunas para contenerlo, podrá aliviarse mientras Maduro y los suyos sigan donde están. Al contrario: todos los problemas seguirán agravándose.
Esto no significa que debemos esperar que haya un cambio efectivo, para tratar de hacerle frente a las adversidades específicas que conforman la catástrofe humanitaria. Cada quien desde sus posibilidades puede hacer algo. Así sea solo para su familia.
De hecho, ese esfuerzo de sobrevivencia, bien encauzado, podría convertirse en un proceso de movilización para reivindicar los derechos humanos y democráticos, que son el fundamento del cambio efectivo que la abrumadora mayoría del país ansía.
La pandemia principal que azota a Venezuela es el poder establecido y articulado con el mundo de lo ilícito. Y el continuismo de esa barbarie sólo traerá más dolor y miseria al pueblo venezolano. Por eso la vacuna real para esa pandemia es la superación de la hegemonía.