A principios de febrero de este año, al cumplirse el 80 aniversario del fin de la Batalla de Stalingrado, la alcaldesa del municipio Libertador de Caracas, Carmen Meléndez, y el embajador de Rusia en Venezuela, Sergey Melik-Bagdasarov, inauguraron un mural relativo al hecho en las paredes externas del Liceo Andrés Bello, en Caracas. Las intenciones propagandísticas en medio de la guerra ruso-ucraniana son evidentes; pero resaltamos que se escoge la que es considerada la batalla decisiva de la Segunda Guerra Mundial. Nadie pensó en la defensa de Moscú o en el mayor combate de tanques de la historia en Kursk (5 de julio-23 de agosto de 1943), del cual el mariscal Georgui Zhukov dirá en sus Memorias y meditaciones (1970) que se usaron fuerzas considerablemente mayores que en las anteriores contraofensivas en la capital y el Volga: “El fantasma de la catástrofe inevitable surgió ante la Alemania fascista. (…) El intento de Adolf Hitler de arrebatar la iniciativa estratégica al mando soviético acabó en un fracaso rotundo. Ello delataba el agotamiento de Alemania. Ahora ya ninguna fuerza podía salvarla. Su naufragio era solo cuestión de tiempo”.
No solo el mayor protagonista de la batalla sino buena parte de la historiografía (ver las fuentes que siempre hemos usado para el Frente ruso y citamos anteriormente, al que agregamos ahora a Geofrey Jukes, 1979, Kursk: encuentro de fuerzas acorazadas) considera Kursk como la batalla más importante ¡la decisiva! Pero la cinematografía y la cultura popular no reflejan este hecho, y solo conocemos una serie de películas soviéticas (con colaboración internacional) que la trata con detalle: Liberación (Yuri Ózerov, 1970-71). De los cinco filmes que relatan desde Kursk hasta la toma de Berlín por el Ejército Rojo, el primero de ellos se centra en lo que los alemanes llamaron “Operación Ciudadela” y en la posterior contraofensiva soviética que generó el fracaso de la toma de Kursk y el avance ruso hasta el río Dnieper. Aunque sí existen numerosos documentales que la analizan, siendo los mejores el de Netflix: “Ep. 4. Battle of Kursk” de WWII in Color: Road to Victory (2021); y el de la televisión ucraniana: “Ep. 9. The Battle of Kursk” de la serie docudrama Soviet Storm: WW2 in the East (dirección: Anna Grazhdan y guion de: Artem Drabkin y Aleksey Isaev; 2011). También están las series documentales que le dedican un episodio entero a Kursk como: Grandes batallas de tanques (2013), Generales en guerra (2009) y Battlefield (1995).
Nuestra anterior entrega del Frente oriental trató del final de la Batalla de Stalingrado y lo publicamos la primera semana de febrero pasado, pero al mismo tiempo analizamos las consecuencias de la misma en otros artículos posteriores. Con relación a Kursk se debe tomar en cuenta el publicado la primera semana de marzo, cuando afirmamos que ante la clara superioridad industrial de los enemigos del Tercer Reich, Hitler confiará todo al principio de enfrentar la calidad germana ante la cantidad de los Aliados. Este es el origen de su cada vez mayor obsesión por la experimentación con nuevas armas. Esta idea se percibe tanto en los filmes como en los documentales, e incluso en la cultura popular. Después de Stalingrado en 1943 la Wehrmacht había perdido todo lo que conquistó en el verano y otoño de 1942 en el sur de la URSS, volviendo a la frontera ucraniana en la región del Dombás (donde hoy por cierto se combate otra vez). El final del invierno y los problemas de la logística rusa estancaron la guerra; aunque antes gracias a la llegada de refuerzos, el mariscal Erich von Manstein dirigió una contraofensiva que recuperaría Jarkov y Belgorod generando en marzo el famoso saliente de Kursk.
Hitler comenzó de inmediato a planear con su Alto Mando una nueva ofensiva que le permitiera arrebatar la iniciativa estratégica al Ejército Rojo. Hubo fuertes rechazos por parte de sus generales que preferían asumir la defensa, pero el Führer se negó y Manstein propuso capturar Kursk con el tradicional ataque de pinzas que en este caso sería desde el norte y el sur rodeando grandes contingentes soviéticos para luego contratacar hacia el Este. Dos órdenes operativas (N° 5 y 6) establecieron sus lineamientos el 13 de marzo y el 15 de abril para lo que se llamó “Unternehmen Zitadelle” (Operación Ciudadela), la cual debería comenzar el 3 de mayo cuando terminara la “rasputitsa” (estación del barro). Se enviaron de todos los frentes las mejores unidades, armas y soldados; siguiendo el principio ya descrito que la calidad vencería a la “avalancha roja”. El problema estuvo en que el espionaje ruso obtuvo el plan alemán y el 12 de abril ya estaba en manos de Iosif Stalin.
Ante el conocimiento de “Ciudadela”; la Stavka (cuartel general supremo de la URSS) por sugerencia del mariscal Georgui Zhukov, aceptó el plan de fortalecer las defensas del saliente de Kursk (fue la región con mayor número de trincheras y defensas de toda la guerra) con el fin de resistir el ataque alemán y buscar desgastar sus fuerzas. Al lograr esta primera meta se pasaría a una contraofensiva que los rodeara (operaciones: “Kutuzov” en el norte en torno a Orel, y “Polkovodets Rumyantsev” en el sur para tomar Belgorod y Jarkov) y avanzar hasta el río Dnieper liberando la Ucrania oriental. Hitler al saber que las defensas rusas crecían se “le revolvía el estómago” (según el general Heinz Guderian), y retrasaba una y otra vez el inicio. La demora siempre iba en su contra, porque la industria rusa producía 2000 tanques T34 al mes, cuando las factorías germanas en el mismo período no pasaban de 600 panzer de los cuales solo 48 eran los famosos Tiger. Al menos, pensaba que tenía los mejores tanquistas, pero también la más eficiente fuerza aérea con nuevos modelos antitanques como el “Stuka” versión Ju 87 G1 con dos cañones de 37 milímetros bajo sus alas ¿harían la diferencia? La semana que viene les daremos la respuesta.