OPINIÓN

La Última Cena a la venezolana

por Jorge Francisco Sambrano Jorge Francisco Sambrano

Sin carcajadas hemos reído mil veces, en silencio hemos gritado mil veces más, nos hemos despedido para no regresar y hemos vuelto sin nada que contar, hemos llorado a cántaros como si un mar fuésemos a llenar, con frustración y dolor hemos roto nuestros sueños y los hemos vuelto a armar, las rodillas de nuestros anhelos han sentido el calor del asfalto de la frustración porque viciosa y conscientemente la hemos tumbado una, otra y otra vez.

Hoy es gasolina, ayer fue el pan, hace un mes las muertes que trajo la pandemia y más atrás la despedida de algún familiar. Hay un bajón de luz porque clima está turbio y se nota que va a llover, hay que sacar el tobo porque hoy dijeron que agua tampoco va a haber. Esa es Venezuela, el país de lo posible en donde todo puede pasar y nada es lo que parece ya que destiñeron el tricolor, desollaron al corcel blanco y las estrellas han sido baleadas por los fusiles de la corrupción y la miseria.

De pronto se ve un rayo en la lejanía del horizonte y se escucha la portentoso ruido del trueno en lo más profundo de nuestro espíritu y con el se siente que sea ha perdido la verdadera esencia de la pequeña Venecia, el país de las oportunidades para muchos y de la prosperidad para otros, conocido alguna vez por su gente buena, las riquezas de su suelo y sus calurosas costumbres, hoy está reducida a la época de las cavernas culpa del contubernio de los tiranos, que condenan a una nación entera a morir de sed, de hambre y a venezolanizar «La Última Cena», porque aquí hay que cortar el pan doce veces o hasta más para poder comer.

Aún vamos labrando las metas que sin piedad y sin clemencia nos han intentado arrebatar, llevando la constancia en un bolsillo y con el sombrero de la esperanza vamos caminando hasta el final con algo más que un suspiro patriota porque nos enseñaron a seguir, aún con la piel hecha leña y el alma muchas veces convertida en mosaico, con lágrimas en los ojos y la frente con sudor colgando, con un vacío en el estómago porque lo único que ha comido ha sido rabia e indignación de una situación que jamás fue advertida.

Caminando en la soledad por la avenida del Valhala terrenal, seguimos sacrificando a toda costa el momentáneo placer de la realidad por la incertidumbre de lo que aún no está escrito, extirpando de nuestra cotidianidad la monotonía de la rutina y la insensibilidad de la costumbre por la libertad que inspira nuestros sentidos y nos hace suspirar. Sí, es un cuento de hadas para algunos con un toque de pesadilla para otros, pero al final de la clase es la materia llamada «La Venezuela que nos tocó superar».

—»Mami, échame la bendición porque hoy seguiré en la calle. Quiero volver a ver a mi hermano. Tranquila, no llores que Dios y papá están desde el cielo guiándome».

@JorgeFSambrano