OPINIÓN

La transición que viene

por Ender Arenas Ender Arenas

No cabe duda de que el caso venezolano ha sido una excepción en el continente, pues aquí se expresa casi como una regularidad sociopolítica que las democracias han sido y son destruidas por la violencia, mientras que con las dictaduras no ha sucedido ni sucede lo mismo.

En Venezuela ha ocurrido lo contrario. El ciudadano, para decirlo de alguna manera, fue un factor fundamental en la destrucción de su democracia. Se puede alegar cualquier cosa: hastío, fatiga, decepción, exclusión, etc., no importa el motivo; el caso es que el ciudadano, devenido en pueblo, se movilizó y mediante unas elecciones limpias le dio el poder a quienes después se dedicaron a destruir una a una las instituciones democráticas. ¡Paradoja! Las mismas que le permitieron llegar al poder.

20 años, a despecho del tango, han sido muchos y durante ellos se han originado cambios. Estos cambios han sido, por supuesto, en el orden político, en el que quedó interrumpido (de manera no violenta, válgame todos los dioses del universo) el proceso democrático. El régimen, con Chávez en el poder, canceló la política  (pues la única manera que se reconoce como política es la que hace el régimen, lo que hacen los sectores de la oposición democrática es desestabilización, golpismo, fascismo, etc.).

Así mismo, aunado a los cambios en la política se han originado cambios en la estructura social, alterándose la composición de los sectores sociales: se transformó radicalmente la significación política de algunos sectores sociales: los sectores medios, por ejemplo, organizados en los partidos políticos que ocuparon estructuralmente desde 1958 el aparato del Estado fueron desplazados por una nueva estructura clientelar, los sectores populares se modifican internamente, pues el sector obrero le ha dado paso a un sector informal o trabajadores por cuenta propia extraordinariamente vulnerables, empobrecimiento de sectores medios en general e incremento de la pobreza en las ciudades y el campo, mientras tanto los empresarios fueron asumidos como los enemigos de clase del proceso que comenzó en 1998.

Otro actor que ha sufrido un cambio radical son las Fuerzas Armadas, devenida en el actor dominante de todo el proceso político que el chavismo funda y hoy es el factor central en la sobrevivencia de un régimen que adolece de la base social de apoyo que alguna vez tuvo.

La presencia dominante de las FANB, la construcción temprana de enclaves autoritarios en la sociedad civil con los llamados colectivos armados, la presencia cubana en las estructuras fundamentales del Estado, especialmente la registrada en los aparatos de seguridad del Estado y la alianza con otras organizaciones de naturaleza irregular y estructuras organizativas de carácter paramilitar indican que a diferencia de otras transiciones producidas en el continente, como la chilena por ejemplo, la transición hacia la democracia en Venezuela no será de ninguna manera tranquila y ordenada, especialmente porque esta se efectuará en medio del más grande fracaso del modelo económico que puso a funcionar el chavismo: el llamado “socialismo del siglo XXI”, mediante la cual se organizó el más grande atraso vivido por país alguno en el continente.

En este contexto, se ha dicho y calificado como una tragedia, que la oposición democrática está fragmentada y eso es cierto: la oposición democrática está fracturada, basta leer y escuchar los repetidos ataques que desde diversos frentes opositores se le hacen a Juan Guaidó, quien emerge como líder situacional del actual movimiento opositor democrático.

Pero la tragedia parece mayor, pues el sector gobernante está igualmente fracturado y evita, junto con el sector extremo de la oposición, una negociación para buscar una salida política que evite un enfrentamiento violento, cuyos resultados serían indeseables para todos.

Sin lugar a dudas va a ser una transición difícil y poco ordenada, y es posible que en las primeras de cambio el sector que hoy es dominante, me refiero al principal actor que mantiene el actual status quo, la FANB, trate de generar una transición similar a la chilena: una vuelta a la democracia, pero limitada. La FANB difícilmente considerará regresar tranquilamente a los cuarteles, pues aunque no están tan cohesionadas como la chilenas en torno a una figura dominante como lo fue Pinochet, pues aquí la FANB tiene un liderazgo igualmente fraccionado, fueron politizadas e ideologizadas durante 20 años y han controlado ámbitos de poder económico y político determinantes durante este largo período que han originado conductas irregulares y corruptas en su cúpula.

La transición democrática deberá poner en funcionamiento la reinstitucionalización del país y renovar un profundo acuerdo con todos los sectores políticamente significativos en torno a los procedimientos democráticos y sus consecuentes formalidades. Creo que solo así podríamos superar los límites de una democracia tutelada por la FANB que mantendría los valores que el chavismo impuso en estos 20 años.