La virtualización ha traído a los tiempos modernos la ilusión de bienestar y dominio del conocimiento, a través de la disposición de una gran cantidad de información, la cual, día tras día, aumenta con la contribución de un gran número de individuos quienes consciente o inconscientemente se hacen partícipes exponiendo información personal, que luego será recuperada y usada por aquellos quienes comercializan o se benefician de la misma.
El dataísmo se concibe como una tendencia emergente en el manejo e interpretación de grandes volúmenes de información. En particular me agradan los comentarios del filósofo moderno Byung-Chul Han, quien lo define: “Una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento” y lo asocia al nihilismo asegurando que carece de sentido. Ambas concepciones nos obligan a pensar en lo que promueve la producción de tanta información y la verdadera relevancia o coherencia con el ser que la exuda.
Aunque netamente lapidarias, las apreciaciones de Byung-Chul Han poseen un importante carácter que evidencia inspiraciones superfluas, contenidos egocentristas que parecen repetirse una y otra vez. Así como, toda una exhibición negligente de pudor, respeto o algún tipo de reverencia divina. Individualidades en producción masiva se dispersan como polvo en una atmosfera virtual indetenible. Seguidamente todas esas tendencias suicidas resultan ser útiles para la comercialización de modas, inclinaciones de mercado, e incluso son usadas para gestión predictiva de la industria del entretenimiento y el consumo desmedido.
Toda esta marea aplastante de información convierte cada dato-donante en una cifra carente de significado real trascendente o propósito real, cuya influencia es realmente limitada a otra cifra que señala la presencia en el ciberespacio de individuos que comparten ciertas inclinaciones u opiniones. Entonces, cuando este hombre plantea que se está anulando el sentido y pensamiento es necesario detenerse y evaluar cómo revertimos el daño y cómo proponemos tendencias más saludables y cuyo impacto sea positivo en tiempo y espacio. Para esto último, aún no tengo respuesta, pero presumo que el secreto está en los pequeños núcleos familiares donde deben recuperarse las valoraciones de lo sagrado, redimirse el tiempo de calidad en familia y profesarse un amor verdadero que vaya de la mano de obras donde deban dejarse de lado las necesidades propias, para atender las colectivas o las de alguien en una condición vulnerable más apremiante.
No pretender ser parte de la estadística puede ser un buen comienzo, valorarse como individuo único, por supuesto de múltiples semejanzas con mis copracticantes del pensamiento, pero capaz y probablemente enviado con una misión específica, como cualquiera de los grandes de la humanidad. Habrá quienes vislumbran esto como egocentrista, pero no lo es, porque no hay centralismo en la imagen de excepcional belleza que cada ser puede aportar a su entorno, de forma única. Es como mirar al cielo y ver las estrellas brillar todas ellas únicas y especiales.
El dataísmo pueda ser una tendencia emergente que arrope con fuerza a la humanidad y vaya consolidándose latente, mientras se desvanece el pluralismo propio de la raza humana, que algunos llaman animal pensante. Convirtiéndonos en réplicas unos de otros, que comparten los mismos gustos, ocupaciones y necesidades de forma casi idéntica. Mientras tanto, afloramos enfermedades del alma por falta de expresión de sentimientos y contacto real en comunidades, así como enfermedades de la mente producto del aislamiento físico, mientras nos sumergimos en comunidades virtuales. Entonces, será que la era de los robots estará asociada a las máquinas creadas con inteligencia artificial o más bien será producto de un modelaje social surgente, que se irgue en la virtualidad.
@alelinssey20
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