“Las Fuerzas Armadas una vez profesionalizadas… se constituyen en la última alternativa que ha entrado en funcionamiento cuando el estamento político civil no ha sido capaz de superar la crisis, o de proporcionar liderazgo a las fuerzas … Dentro de esta hipótesis, los ejércitos habrían intervenido que bien pueda llamarse “institucional” cada vez que ha sido necesario para restablecer por vías excepcionales un equilibrio perdido o para, al contrario, despejar el campo y abrir paso a una nueva y diferente distribución de poder”. Del buen salvaje al buen revolucionario de Carlos Rangel
En el artículo titulado “The Clash of Civilizations?”, que publicó en 1993, Samuel P. Huntington sostiene que el mundo ha ido pasando a lo largo de este siglo del conflicto Estado-nación al conflicto ideológico y, finalmente, al conflicto cultural, las incontrolables emigraciones y el deterioro precipitado del medio ambiente y el hundimiento de la economía. Tenemos que darnos cuenta de que estamos ante la presencia de bombas de relojerías que están por explotar.
Venezuela, que estaba tan distante de los citados escenarios camina con la instalación del régimen chavista desde 1999 en insertarse en ese mundo que nos era tan ajeno. En la actualidad, con Nicolás Maduro, lo están logrando y estamos a las puertas de adentrarnos en un conflicto internacional en el que intereses ajenos a nuestra idiosincracia desempeñarán un papel determinante.
Han transcurrido 20 años y muchas personas del mundo político, académico y militar retirado alertaban al mundo occidental que el régimen venezolano tenía claro desde un principio que debían de profundizar la toma del poder para lograr el advenimiento del hombre nuevo en la búsqueda de la implantación del social comunismo. Tenían para poder sobrevivir que insertar al país en el juego geoestratégico ideológico militar de los grandes conflictos internacionales. Lo consiguieron y hoy estamos más cerca de ello con la alianza estratégica con Rusia, China, los países árabes fundamentalistas, Cuba y con la guerrilla colombiana, a la que desde un principio Chávez le reconoció beligerancia y otorgó resguardo estratégico en el territorio venezolano. Hoy son socios en la guerra que a paso sostenido se construye.
Es necesario preguntarnos cómo pudimos llegar a un panorama tan tenebroso donde el manejo de la crisis por las partes involucradas –régimen, oposición y el mundo occidental– tientan convertirnos en la Siria de Indoamérica. Fue falta de visión de Estado de los partidos y del status quo nacional y países amigos y, en particular de Estados Unidos. Ninguno de ellos estaban en desconocimiento de lo que acontecía porque numerosos venezolanos con sentido común e informaciones reales que se le suministraban desde el interior del régimen alertaban sobre la destrucción de los cimientos institucionales de la República, el secuestro de todos los poderes públicos y la masiva compra de armas de avanzada tecnología. Todos estaban en conocimiento, se hicieron sordos y terminaron haciéndose cómplices. Bufones de un juego perverso.
En Venezuela sucedían hechos, que cada día alertaban al nacional como al mundo –que se habían repetido en otras latitudes y que terminaron en conflictos militares de grandes proporciones para la humanidad y que aun continúan–. Sucesos de tal cotidianidad como, por ejemplo, la eliminación de los ocho ceros a la moneda nacional que llevó al bolívar desde la toma del poder hasta estos momentos a la pérdida de su total valor. Si comparamos un dólar hoy y le agregáramos los ocho ceros, costaría hoy 25 billones de bolívares cada dólar; durante ese interregno también se ha descapitalizado el salario mínimo a 1,60 dólares, y ambos se siguen hundiendo. ¿Es que ninguno de los factores de poder –nacional e internacional– se dieron cuenta o no quisieron darse cuenta? Todos ellos, conocedores de la historia, entienden que sucesos de esta magnitud traen caos y guerra. Acicalemos con la vivencia de Alemania entre 1920 y 1923, el valor de su moneda se devaluó tan asombrosamente que la impresión del marco sin ningún tipo de respaldo fue el pan de cada día, logrando que transmutara de 4,2 dólares en 1914 a 8,9 después de la inflación provocada por la Primera Guerra Mundial; después, en enero de 1919, aumentó a 17.972; en julio de 1923 se colocó en 353.412, en octubre superó los 25.000 millones y en noviembre de ese mismo año se había elevado por encima de los 4 billones con relación al dólar.
En la Alemania de finales de 1923 el marco llegó a valer “4 billones de dólares” y en la Venezuela hoy el precio de cada dólar americano es de “25 billones de bolívares”. Entiéndase con la devastación económica la magnitud de la tragedia nacional para la gente –civil y militar– y, para más asombro todavía, para nuestro status quo. Quienes pretenden dirigir al país continúan nombrando un gobierno interino en una real utopía insistiendo en transitar por la vía seudoconstitucional de falacias legales. Voltean hacia el otro lado para ignorar la realidad, como lo hicieron los pueblos alemanes colindantes a los campos de concentración nazi, que estaban en conocimiento de las cámaras de gas y del genocidio; mientras tanto, nos hundimos en el estiércol del diablo. Llevando todo lo anterior al escenario de la seguridad nacional y a la presencia de fuerzas extranjeras en el país, transcribo un tweet que el pasado 31 de agosto la colega y defensora de los derechos humanos y por la no impunidad Tamara Sujú expone en su lucha por despertar al país y a la comunidad internacional: “Irresponsable ante la historia y ante Venezuela es seguir negando lo que todos los cuerpos de inteligencia internacionales saben: que el Alto Mando Militar protege, alberga armas y convive con cubanos, FARC, ELN, iraníes y rusos, incluso en sus propios fuertes”.
Concluyo con dos reflexiones, la del politólogo, diplomático y abogado Alfredo Coronil Hartmann, quien expresa: “La política en Venezuela se ha reducido a cabildeos de serrallo, aquellos que no hemos tenido nunca vocación ni habilidades de proxeneta, nos vamos sintiendo cada vez más ajenos a este juego de celestinos y traficantes. Si se va a hacer algo hay que hacerlo ya, cualquier cosa es preferible a vivir en una “casa de putas mal administrada”(Ítaca, 1º de septiembre de 2019). “Frente a ello, ¿qué presentamos ante el mundo, ante esa comunidad internacional que con una prodigalidad inédita en la historia, se volcó a desconocer este régimen írrito y apoyó, mucho más allá de lo que podíamos esperar, los anhelos de libertad y justicia de un pueblo mártir? Ya casi exangüe en manos de sus verdugos y sin verdaderos defensores. Mejor dicho, con una defensora, qué moderna encarnación femenina de Don Quijote, no suelta la lanza, ni desciende de su potro de combate. El epílogo de este sainete trágico no será una sorpresa …”. La segunda es la de Octavio Paz “y aquellos que se autoengañan, hasta qué punto el mentiroso de verdad miente, de veras se propone a engañar, y se preguntaba ¿no es la primera víctima de sus engaños y no es a sí mismo a quien engaña?”. Más adelante expresa: “La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad…De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional será el primer paso de toda tentativa seria de reforma” (subrayado mío).
¿Continuaremos permitiendo que el status quo nos engañe? Es que a estas alturas la gente sigue negándose a verles la costura, no se dan cuenta de que le están sirviendo de mampostería al régimen en su carrera electoral fraudulenta, que nos acercarán más a las bombas de relojerías que están por explotar.
¿Por dónde andará Lucio Quincio Cincinato?