OPINIÓN

La trágica foto de Encovi: ¿qué hacemos?

por Antonio Ecarri Angola Antonio Ecarri Angola

Ni en la peor pesadilla, los venezolanos nos hubiésemos podido imaginar la destrucción que viviríamos. El país de mayor crecimiento, calidad de vida y atractivo de todo el hemisferio durante la mayor parte del siglo XX fue convertido en una inmensa tragedia humanitaria sin precedentes. No fue una guerra civil, no fue un conflicto armado con un país vecino, ni una guerra étnica, ni muchos menos religiosa. Tampoco nos enfrentamos a una guerra con una gran potencia por los recursos naturales que tenemos. No fue nada de eso. Venezuela fue víctima de un secuestro político.

El sistema democrático de la otrora nación más próspera del continente se dejó asaltar y tomar por un grupo muy primitivo, apoyado por las fuerzas más oscuras del continente, acabando con cualquier posibilidad de desarrollo. Esto no es un cliché ni un eslogan, son los resultados de la encuesta nacional Encovi, un esfuerzo liderado por un equipo de la Universidad Católica Andrés Bello con un soporte técnico y profesional de primera línea.

Lo descrito allí es una verdadera tragedia: 96,2% de los venezolanos son pobres, con un ingreso inferior a 0,72 dólares diarios; ningún estrato social llega al consumo básico de proteínas y 93% teme quedarse sin alimentos. Lo más preocupante es que no se trata únicamente de una crisis de presente, sino de futuro. Estas alarmantes cifras revelan el bajo consumo calórico y proteico que está afectando de manera directa el desarrollo mental y psicológico de toda una generación de venezolanos. Un niño que hoy no se alimenta adecuadamente, es un niño que está perjudicado en su desarrollo básico cognitivo, mermando su capacidad de aprendizaje y condenándolo a vivir para siempre en la pobreza.

En materia educativa este informe se queda corto. El sistema educativo venezolano está totalmente destruido. Según este informe, 15% de los niños puede acceder a la educación privada, número que incluye las escuelas populares de Fe y Alegría.

Aquí quiero detenerme y complementar los datos de la encuesta Encovi con cifras que en la Fundación Uslar Pietri hemos venido manejando durante años: 85% de los niños venezolanos acude al desolado y fracasado sistema de educación pública oficial, donde 93% de la infraestructura educativa está en avanzado estado de deterioro y con carencias de servicios básicos; más de 95% no tiene programa de alimentación escolar, los maestros son los profesionales peor pagados de América Latina y los contenidos están obsoletos y severamente comprometidos con propaganda del gobierno.

Estas dramáticas cifras unidas al hecho de que más de 90% de los niños venezolanos sufre de malnutrición y 8% de desnutrición, hace que el cuadro desolador de Venezuela lo traslademos a más de una generación. Sin alimentación ni escuelas, a nuestros niños les acaban su presente y le condenan su futuro.

Sí, el problema de las dramáticas cifras de la encuesta Encovi es que Venezuela padece de una crisis de presente y de una catástrofe de futuro. La tragedia de la revolución bolivariana es que no se trata de un mal gobierno ni de una tiranía más en la historia de América Latina, se trata de una dolorosa huella que comprometerá el desarrollo de Venezuela durante los próximos 50 años.

Frente a esta catástrofe humanitaria, la educación vuelve a ser la clave de salvación del país. Por ello, hemos propuesto declarar al sistema educativo en emergencia y centrar todo el proceso de recuperación nacional en la escuela. Esto no es algo utópico, es simple: El primer paso para frenar el profundo daño a nuestros niños es transformar la arruinada infraestructura escolar en comedores. Hay que hacer que nuestros niños coman. Aquí deben estar todos nuestros esfuerzos.

Obviamente es necesario salir de este régimen oprobioso y criminal cuanto antes. Sin embargo, debemos sembrar conciencia en nuestra clase política opositora de la importancia de una sólida agenda social centrada en la educación. Un plan de emergencia debe estar listo y con todos los mecanismos logísticos bien articulados para ponerlo en marcha de manera inmediata al salir de este régimen. Asimismo, debemos sensibilizar sobre este tema a los organismos internacionales, para que las primeras ayudas que recibamos estén dirigidas a hacer que nuestros chamos coman, para detener el inmenso daño producido por estos trágicos años de secuestro.

Debemos estar claros: la salvación de nuestro país comienza por nuestros niños y cada minuto cuenta.