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La tragedia venezolana

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Foto EFE

Era 1989, comenzaba el segundo gobierno CAP, que prometía corregir los desastres de su desastroso populista primer gobierno, se avizoraba el fin del clientelismo, y la inauguración de una época de prosperidad liberal para Venezuela. Los celos minúsculos de la política tradicional, particularmente los de su propio partido, AD, y los sindicalistas de la CTV, junto a la arrogancia de CAP, que siguió en su periplo mundial sin atender el descontento nacional por unas políticas necesarias pero incomprendidas, quizás por falta de una buena comunicación de ellas por el gobierno, es que los genios tecnócratas no sabían de política, y el que sabía, CAP, no se dedicó a ejercerla.

Ese fue el comienzo de la actual tragedia venezolana: la incomprensión de un plan liberal necesario dio pie a que lo aprovecharan los enemigos de la democracia desde dos flancos: por un lado, la izquierda radical, que con “el Caracazo” hizo el ensayo exitoso de la utilización del descontento popular para las protestas subversivas, hoy utilizadas por el socialismo del siglo XXI para imponer sus gobiernos en Chile y Colombia. Por otro lado, los añorantes de una Venezuela dictatorial, los Notables, que hicieron la “revolución de los náufragos”, de quienes se aprovechó la izquierda golpista incrustada en las FAN, que llevó al 4F y con la traición de Caldera al acabar con Copei y apoyar a Chávez, sobreseyendo su causa, llevó a que en Venezuela se llevase con éxito la estrategia del Foro de Sao Paulo, de la toma del poder por la vía electoral, para desde él acabar con la democracia.

La estulticia del liderazgo democrático llevó a que la Corte Suprema de Justicia aprobase la inconstitucional constituyente y que desde ese momento los políticos inculcasen la falsa idea de que “Venezuela no es Cuba” y se aferraran a la tontería de tener como estrategia solamente la vía electoral, duraron 20 años para que se comenzase a reconocer que había en el país una dictadura comunista y una oposición colaboracionista siempre se doblegó ante las patrañas del chavomadurismo, lo que llevó a la frustración e indiferencia política del pueblo venezolano.

Desde comienzos de siglo con Súmate descolló María Corina Machado, quien propuso una vía liberal radical para Venezuela, incomprendida y aislada por el liderazgo político tradicional solamente ella señalaba que la vía electoral como única estrategia era un grave error y por eso fue segregada por la colaboracionista MUD. Hago un “mea culpa” de que no entendí su giro radical en 2023 de aceptar la farsa electoral e ir a unas primarias que formaban parte del libreto del régimen y los colaboracionistas para postular un candidato títere que legitimase la proclamación de Maduro luego del fraude avisado.

Voté a regañadientes por ella en las primarias, porque no creía en la farsa electoral, no voté el 28 porque el régimen me lo impidió como al menos 5 millones de venezolanos que vivimos en el exterior. Hasta hace pocos días no veía en las elecciones la salida de la dictadura en Venezuela. Siempre he señalado e insisto que la dictadura comunista no se derrota con elecciones y siempre he afirmado que se debe seguir la estrategia de la resistencia civil, como se hizo en la Europa oriental en los noventa y en Ucrania la pasada década, únicas experiencias exitosas de derrota del comunismo. Ahora creo entender la estrategia de María Corina y me quito el sombrero ante el tamaño de tremenda líder, es extraordinaria su capacidad de liderazgo, sus ideas firmes y su acción coherente con ellas, ahora entiendo que su participación electoral tiene tres fines: 1) arrinconar al liderazgo colaboracionista de la oposición, con su arrollador triunfo en las primarias se convirtió en la líder indiscutible de la oposición pudiendo así imponer su estrategia de lucha frontal al régimen, 2) desnudar el fraude madurista, con su experiencia en el  sistema electoral venezolana, conformó una extraordinaria maquinaria diseñada para tener las pruebas del fraude y así denunciar de manera incontrovertible el fraude del socialismo del siglo XXI, 3) A partir de esto, ahora sí conformar la resistencia civil , basada en el enorme descontento popular con el régimen y su hastío  con la debilidad de la oposición a Maduro, que unido a su magnetismo en la población aseguran el compromiso popular en la lucha democrática.

No la tiene fácil la resistencia democrática venezolana liderada por María Corina, en primer lugar, tiene que luchar con una represión salvaje del régimen tiránico comunista de Maduro, en segundo lugar, con la impaciencia de la mayoría de la población, que no entiende la necesidad de un proceso y quiere la solución inmediata, la resistencia es repito, un proceso, y por lo tanto lleva tiempo, si se hubiese iniciado desde el fraude del revocatorio hace tiempo que se hubiese salido de la dictadura, pero es ahora que se comienza, entonces, el fraude y su revelación por MCM es el principio del fin, pero, insisto eso lleva tiempo. Finalmente tendrá que luchar con la inmoralidad y sinvergüencería del establishment nacional e internacional, el primero pone con antelación los intereses particulares que el interés nacional, como se ve en la doblegues de Fedecámaras y la mayoría del empresariado con Maduro, el segundo, ejemplificado por la cobardía de Biden, que presionado por el ala de la izquierda radical de su partido, que tenía en Juan González un alfil para que la diplomacia estadounidense esté al servicio de la tiranía, como se ve en la liberación de las sanciones y de Saab, a cambio del fraude colosal  perpetrado por Maduro, y ante el cual todavía no se atreve a hacer más que expresar preocupación y por la mayoría de países e instituciones internacionales que son cortesanos del régimen al no actuar con firmeza y presteza ante la tiranía salvaje de Maduro. A propósito de esto Perú es de nuevo un ejemplo paradójico de democracia, el único país con presidentes presos por corrupción y el único que más allá de palabras vacías hizo lo correcto: reconocer al diplomático Edmundo González como presidente constitucional de Venezuela.

Venezuela el país más rico del continente, el que liberó bajo el mando de Simón Bolívar a 6 países del continente, el que acogió a millones de latinoamericanos y europeos, vive hoy en la absoluta miseria, bajo una opresión tiránica de un régimen comunista, la desidia de sus élites empresariales y la indiferencia del sistema internacional, que no apoya la épica lucha del pueblo venezolano por la democracia. Gracias a Dios tiene en Edmundo González, un diplomático que como presidente constitucional de la resistencia sabrá imponer sus conocimientos, bonhomía y experiencia y en María Corina, una líder excepcional, con pocos que le igualen como líder firme en sus ideas y coherente en sus acciones, está posicionada para conducir el proceso de resistencia qué llevará a la implosión del régimen, tarde o temprano ella logrará su meta de liquidar al socialismo del siglo XXI. Edmundo González será un segundo López Contreras, presidente de la transición democrática, con calma y cordura, llevará este proceso y María Corina, será la Rómulo Betancourt del siglo XXI, la líder que llevó de nuevo la democracia al país como él lo hizo el siglo pasado. Mientras tanto Venezuela seguirá viviendo la tragedia de una tiranía del socialismo del siglo XXI, que sirva esta tragedia de advertencia a los países del continente, el socialismo del siglo XXI, agazapado busca la destrucción de sus pueblos, por medio de la destrucción de la democracia.

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