OPINIÓN

La tragedia humanitaria

por César Pérez Vivas César Pérez Vivas

La semana pasada, en mi artículo de opinión, examiné el problema del círculo de la pobreza en nuestro país. Me referí a la imposible recuperación de la economía en tanto se mantengan  las actuales circunstancias políticas y económicas implantadas por el régimen madurista. Hoy quiero examinar una de las facetas de ese proceso de destrucción de la economía, fruto de 24 años de hegemonía socialista: la  tragedia humanitaria sin precedentes en último siglo de vida venezolana.

En una conversación sostenida el pasado domingo 16 de agosto del 2023, después de oficiar la misa de rigor, el obispo emérito de Guanare, monseñor Trino Valero, me comentaba su conclusión sobre la conversión de nuestra nación en una “sociedad de mendigos”; acotando el prelado su preocupación por la profundidad y expansión alcanzada por la pobreza.

El tema afecta de forma más directa y dramática a los ancianos y  niños. En efecto la caída brutal del ingreso, como resultado de la pulverización del salario y la devaluación, significa una carencia absoluta de recursos para acceder a los bienes elementales que una persona necesita para sobrevivir, fundamentalmente alimentos y medicinas. Las jubilaciones, en todas las empresas públicas o privadas, y en todas las dependencias de la administración pública, se han reducido a una simple limosna con la cual no se puede cubrir los alimentos de una jornada.

Muchos jubilados apenas pueden cubrir sus alimentos y medicinas gracias a las remesas que sus hijos, desde el exterior, le aportan. Hay, sin embargo, un contingente significativo que no tiene quien les ofrezca ese auxilio, y están consumiendo su vida en la orfandad. Hombres y mujeres que entregaron su vida al servicio de nuestro país en diversas áreas, que con sus trabajos lograron acceder a viviendas de calidad, que disfrutaron en sus tiempos de bienes y de oportunidades de recreación, hoy no tienen cómo alimentarse. Se trata de la más brutal caída de una clase media, en toda América Latina, durante el último  siglo.

La opacidad de las estadísticas y  la censura a la información no nos permiten establecer con precisión el elevado volumen de fallecimientos registrados como consecuencia de la falta de atención médica, de las enfermedades propias del envejecimiento y derivadas de la mala o ausente alimentación. Los venezolanos, fundamentalmente niños y personas de la tercera edad, mueren de mengua en sus hogares o a las puertas de los hospitales.

Los pocos que sobreviven a esta grave situación deben recurrir a la caridad pública para poder costear sus tratamientos o recibir el auxilio en alimentos. Solo hay que revisar las redes sociales para apreciar el volumen de solicitudes de ayuda, de eventos como rifas, vendimias, fiestas etc destinadas a recaudar fondos para cubrir el tratamiento de un amigo, familiar o vecino.

Nuestra sociedad, en muchos años, no había llegado a ese volumen de afectados por la pobreza extrema. Revertir ese cuadro no es una tarea sencilla, pero no tengo duda que es el gran desafío de estos tiempos. Para quienes entendemos la política como una acción orientada al bien común, como un apostolado para elevar la dignidad de la persona humana y propender a su entera realización espiritual y física, esta debe ser la prioridad fundamental.

Lograr ese bien común y esa elevación de la dignidad humana supone la plena vigencia de los derechos humanos, vale decir que solo es posible alcanzar esos objetivos en una sociedad democrática. Una dictadura representa la negación absoluta de esos valores.  Por eso nuestra lucha se orienta a rescatar la plena vigencia de los derechos humanos mediante el restablecimiento de la democracia para nuestro país.

En paralelo al rescate democrático, es menester impulsar el establecimiento de una economía productiva capaz de generar la riqueza mediante la cual superar la pobreza. No hay forma de salir de la pobreza en una sociedad sin inversiones, sin educación y salud, sin empresas, sin respeto por la propiedad y la iniciativa privada.

Alcanzar esas metas supone, en nuestra Venezuela, cambios estructurales que toman su tiempo. Entretanto, debemos atender la emergencia humanitaria compleja. Por esa razón, en el marco de mi campaña a las primarias presidenciales he propuesto un Plan de Emergencia alimentario y sanitario que atienda de forma inmediata la situación de precariedad de los adultos mayores y de los niños.

Atención Inmediata será un programa que impulsaremos con la cooperación del sector privado nacional y de la comunidad internacional para poder ofrecer alimentación y atención médica a los ancianos y a los niños que hoy están padeciendo esta grave situación. Esperar hasta que recuperemos el crecimiento económico para que esos sectores accedan a la salud y a la alimentación adecuada significa condenar a muerte a una población superior a los 3 millones de seres humanos. De ahí la prioridad que para mí representan estos sectores de nuestra sociedad y la importancia que le asigno a una política social integral de esta naturaleza. Los avances a lograr con su implementación se irán solidificando con el avance del programa de reformas estructurales que en paralelo impulsaremos desde la próxima administración democrática del país.