OPINIÓN

La tragedia educativa

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

 

Vivimos una temporada avasallada por la gran denuncia sobre la corrupción, a diario salen a flote desfalcos inimaginables sobre los recursos fiscales que deberían estar dirigidos a solucionar grandes problemas de nuestra población, la educación, la crisis eléctrica, provisión de agua potable, la red sanitaria, hospitales y ambulatorios y la inaplazable mejora del  salario de los trabajadores de las instituciones públicas en todas sus escalas y categorías: maestros, médicos y enfermeras, cuyo monto del salario es el más bajo de Latinoamérica.

Estas denuncias sobre la corrupción desbordan la imaginación de los ciudadanos; sin embargo, existen ámbitos críticos, específicamente el referido a la educación,  cuyos efectos son de una gravedad mayor porque conllevan una pérdida del tiempo, un robo de las oportunidades de aprender, de la posibilidad de formarse de la población en los momentos adecuados de su crecimiento y desarrollo.  Miles de jóvenes que no reciben la formación educativa por la carencia de maestros, la pésima calidad de las instituciones escolares, la falta de una alimentación que garantice su capacidad biológica e intelectual para aprender, poder concentrar su atención en la comprensión de nuevos conocimientos claves para su futuro.

La escuela básica y media está en crisis total por la carencia de los recursos elementales para ejecutar los procesos pedagógicos requeridos, tanto por la difícil situación de los maestros colocados en nivel de supervivencia como por las características y fallas de las instituciones educativas incapaces de ejecutar los procesos de aprendizaje necesarios en la formación de nuestros niños y adolescentes.

Las soluciones que se han implementado para atender la crisis han agravado el problema, entre ellos la denominada “Promoción Automática” decretada como solución, la cual permitía que los estudiantes avanzaran en el proceso educativo sin cumplir los objetivos pedagógicos indispensables. El resultado era previsible, si falla en la enseñanza básica de las distintas materias era imposible avanzar a un nivel superior, en consecuencia  hoy las aulas de clases están llenas de estudiantes que repiten cursos por no haber recibido u omitido los contenidos básicos que les permitía ingresar a un nivel de conocimiento superior, alrededor de 42% de los niños y las niñas fueron promovidos sin haber logrado las competencias del grado. La cifra es escandalosa, la repitencia alcanza un gran porcentaje de los jóvenes inscritos. No recibieron los conocimientos requeridos en la base, lo que es un impedimento total para avanzar en el proceso educativo. Esto significa mayores costos económicos para las escuelas y pérdida del tiempo de los jóvenes para aprender, una derrota total de la solución denominada “Promoción Automática”, la cual es totalmente ineficaz si el joven carece del conocimiento para progresar en su escala educativa.

Otro gran tema es la magnitud de los niños y adolescentes fuera del sistema escolar que llega a la monstruosa cifra cercana al 1.500.000 escolares fuera del sistema educativo. Este es uno de los peores indicadores del fracaso de la democracia venezolana y de la política aplicada por el régimen de turno, derivada de la aplicación de medidas expulsoras de los jóvenes del aula y una estafa con la solución de las promociones automáticas. En 2021 la población estudiantil de primaria y bachillerato es de 6,5 millones versus los 7,71 millones que estaban inscritos en 2018. En los últimos 3 años el número de alumnos se redujo 15,6%; o dicho de otra forma, 1,21 millones de niños y adolescentes abandonaron las aulas (casi 400.000 por año). Análisis de UCAB muestran que en los últimos 3 años, 25% de los maestros y 15% de los estudiantes de escuelas y liceos abandonaron las aulas. “Además, 85% de los planteles no cuenta con Internet, 69% tiene carencias agudas en el servicio eléctrico y 45% no cuenta con agua”.

A estos dos terribles indicadores del fracaso educativo tenemos que agregar la situación de los docentes, los cuales perciben el salario más bajo de América Latina, comparable solo con Haití, un país hermano caracterizado por la pobreza atroz y la violencia interna. «En 2021 la plantilla total alcanzó los 502.700 maestros, es decir, 166.000 profesores menos (-25%) que los 699.000 que trabajaban en las escuelas y liceos del país para el año 2018”.

Cada vez menos maestros que solo pueden sobrevivir si aplican soluciones de emergencia, trabajos extra no calificados que les permitan subsistir juntamente con su núcleo familiar.

Es notable que los maestros y el personal docente es considerado en países con mayores niveles de vida como el trabajador mejor remunerado por las escalas salariales en países como Japón, Estados Unidos, Finlandia, Noruega y Dinamarca. En Latinoamérica, en Colombia el salario alcanza los 414 dólares, Perú 633 dólares, Argentina 377 dólares, Chile 550 dólares, Ecuador 817 dólares, Uruguay 875, mientras que en Venezuela el salario máximo de un profesor universitario es de 11 dólares por mes y el salario mínimo de maestros es de alrededor 7 dólares.

La crisis educativa es peor y de mayor impacto que las fallas del sistema eléctrico que pueden corregirse con adecuadas medidas técnicas, sólo se equipara con la crisis nutricional que afecta en su totalidad a los sectores populares y que tienen la gravedad de provocar efectos irreversibles. Niños y adolescentes que no son formados en un sistema escolar competente perderán un tiempo que es irrecuperable para su vida futura, en general carecerán de calificaciones para ingresar al mercado de trabajo y convertirse en un sujeto económico valioso desde el punto de vista laboral. Al igual que el impacto que pueden sufrir los grupos de población: infantes y adolescentes en situación de desnutrición, cuyas potencialidades se verán restringidas de por vida.

Insistimos en la exigencia a los candidatos a las elecciones primarias de abordar los temas críticos que afectan el presente y el futuro de los venezolanos en todas sus generaciones y condiciones de vida. Entre esos temas, la escuela básica y media y el estado nutricional de la infancia y los adolescentes.

La corrupción puede corregirse, los culpables pueden ser castigados, partes de lo estafado devuelto a sus dueños originales pero la crisis educativa en la escuela básica-media, en las universidades y la ausencia de oportunidades de formación para el trabajo son taras que el país arrastrará por mucho tiempo, afectará la vida y oportunidades de las mayorías y se convertirá en un rasgo definitorio de lo que somos como país, con una población con grandes fallas educativas, la mayoría sin calificación para el trabajo, incapaces de conectarse con el desarrollo científico y tecnológico de los países más avanzados. Situación que nos devuelve irremisiblemente al caos, a la existencia de altos niveles de violencia interna, incapacidad de participar en desarrollos de vanguardia y con una población siempre tentada a emigrar, aun en las peores condiciones y con los más negativos índices de acogida en los países destino.

La agenda de discusión no la debe poner el régimen, somos los ciudadanos quienes debemos enfrentar la crisis educativa y alimentaria con todas sus consecuencias, repercusiones y promover responsablemente la búsqueda de soluciones, respuestas y alternativas.

El régimen sirve la mesa concentrando el debate en la corrupción de sus funcionarios, un problema que debe ser resuelto y castigado,  pero los ciudadanos tenemos necesariamente que enfocarnos y comprometernos con la búsqueda de soluciones y alternativas a los temas que definen el futuro y entre ellos indudablemente están  la situación de la escuela básica-media, el abandono casi total del sistema educativo que estamos sufriendo hoy en Venezuela y la situación nutricional de la amplia mayoría de la población de los estratos de menores ingresos. El futuro depende de nuestra responsabilidad con los infantes, los adolescentes y los jóvenes en todas etapas claves de su vida, posibilidad de alimentarse adecuadamente y adquirir capacidades que les permita hacer y ser mejores personas.