En mis andanzas académicas por Suramérica y Centroamérica he tenido contacto con muchos profesionales venezolanos, especialmente, con profesores universitarios de UCV, ULA, LUZ.UNET; Unellez. La mayoría jubilados y con edades superiores a los 65 años. Algunos empleados en el sector universitario del país de su residencia actual, por lo general, contratados por horas o en cursos de posgrado, se complementan con clases privadas, otros, en ocupaciones diversas, por ejemplo, un ingeniero agrónomo de taxista en Bucaramanga, un farmacéutico de vendedor en una farmacia, en Bogotá encontré dos colegas abogados de taxistas, en Ciudad de México quien me prestó asistencia el aeropuerto llevando la silla de ruedas, lo reconocí, por ser de mi pueblo y sabía que era profesor de LUZ, en ingeniería química, le inquirí ¿Pero qué haces en este trabajo? Dijo: “Me cansé de presentar curriculum, por mi edad no me aceptaban. Salí del país porque la jubilación no me alcanzaba para vivir, mi esposa enfermó, tenía que hacer algo. Me ofrecieron un contrato en industria petrolera en la zona Del Carmen, muchos venezolanos allí, trabajé casi 3 años, se cambió la administración y reorganizaron, por mi edad resolvieron el contrato, me indemnizaron y no he encontrado nada más”.
Esta tragedia de ser jubilado la he vivido en carne propia. Cuando me jubilé, tenía la categoría de titular, el máximo de la categoría, en ese momento mi pensión era equivalente a casi 1.100, en todo caso, el poder adquisitivo del bolívar era fuerte. Quiero destacar que, en los años de la democracia, en general, los sueldos de los educadores permitían una vida de calidad. Con el sueldo de profesor universitario y apoyo de la caja de ahorros, adquirí una vivienda cómoda en una urbanización clase media alta, adquirí carro, más tarde, para mi esposa. El ejercicio profesional daba para tener ahorros y realizar pequeñas inversiones. Los contratos colectivos se discutían cada 3 años, obviamente, se hacía presión, pero en los cánones democráticos. En este nefasto régimen no ha sido posible discutir ningún contrato colectivo, los sueldos y pensiones se han convertido en sal y agua, esto ha ocasionado que muchos profesores hayan abandonado la docencia, unos han salido del país, otros en nuevas formas de trabajo. Los jubilados, viviendo sus últimos años en la miseria, otros en su vejez trabajando para sobrevivir. Los ahorros en las cajas de ahorros de muchos años se esfumaron, ahogando la seguridad de tener algo en caso de urgencia.
Reflexionando sobre esta catastrófica situación de los jubilados me hace pensar que el nefasto régimen de la pandilla cívico-militar gobernante aplica principios de la economía de descarte. Esto es lo que no produce a eliminarlo, a la basura. En la práctica vemos con las pensiones infames y la ausencia de una auténtica asistencia de salud, no tenemos duda que busca nuestra eliminación y evitarse gastos, aunque ínfimos, de pensión y de salud. Es una política criminal del régimen.
Ahora bien, surge la pregunta ¿por qué ese ensañamiento y descuido con la educación? La respuesta es sencilla. Podemos contestarlo con una frase de Francisco de Miranda: “La tiranía no puede reinar sino sobre la ignorancia de los pueblos”. El perverso régimen tomó al dedo lo que enseñó Bolívar: “Los pueblos ignorantes es instrumento ciego de su propia destrucción”, claro, en vez de educar, se dedicaron a destruir la educación y formar un pueblo de ignorantes. Desde el inicio, bajo la consigna que la educación era burguesa se empeñaron destruir el sistema educativo y construir una educación “revolucionaria” que no ha sido nada más que sumir al país en el atraso educativo y de conocimientos. Con mayor ahínco han acosado al sistema universitario, porque este ha reaccionado frente a las falsedades e improvisaciones de la pandilla gobernante, que, además, por su universalidad no puede aceptar el pensamiento único.
Esa política de sueldos y pensiones de hambre persigue que auténticos educadores abandonen el sistema educativo, para reemplazarlos, por los llamados jóvenes trabajadores que son improvisados, sin formación pedagógica, con baja o escasa cultura. Por mera curiosidad, en el Liceo Ramón Velásquez, presencié a uno de estos jóvenes dando clase, era patético, “lenguaje precario, sistema explicativo y lógico infame”, cuando usaba la pizarra cometía barbaridades, por ejemplo, “abia”, “haigan”, “travajo”, a cada momento expresaba que los problemas eran del bloqueo y que pronto brillaría la economía de la patria.
No hay que ser un iluminado ni un gran analista, para inferir que el permanente atropello a la educación en general, con bajos sueldos, condiciones educativas ínfimas, cero inversiones en investigación, imposición de pensamiento único, persecución a los disidentes, es una política programada por la pandilla cívico-militar para generar ignorancia en el País, impedir la formación de opinión pública crítica y en estas condiciones perpetuarse en el poder.
Rodrigo Rivera Morales es doctor en Derecho. Miembro fundador del capítulo España. Bloque Constitucional
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