Es difícil escribir con un cariz autorreferencial, pero así son las experiencias vividas desde 2014 con relación a la deriva venezolana hacia la instalación de una feroz y sangrienta dictadura. En aquel año, cuando el líder de Voluntad Popular Leopoldo López Mendoza fue encarcelado en la prisión militar de Ramo Verde, comenzaron a llegar a la Argentina oleadas de venezolanos, (hoy alcanzan los 225.000), en su mayoría jóvenes, algunos militantes de distintas fuerzas políticas opositoras al chavismo: Voluntad Popular, Primero Justicia, Vente Venezuela (partido de María Corina Machado), Alianza Bravo Pueblo (grupo de Antonio Ledezma), entre otros.
En ese trágico año comenzaron a organizarse en Buenos Aires, en la Facultad de Derecho, actos semanales donde se concentraban los venezolanos para esgrimir SOS Venezuela. A esos encuentros sabatinos muy pocos políticos argentinos concurrieron, salvo -y merece destacarse- las entonces diputadas Patricia Bullrich y Cornelia Schmidt, siempre activas y algún otro que esporádicamente se hacía presente. Con el tiempo se sumaron a este pequeño grupo por la libertad venezolana el diputado Álvaro de Lamadrid, autor del libro Malandros. La tiránica banda mafiosa que secuestró a Venezuela y la dirigente de Será Justicia, María Eugenia Talerico, recientemente deportada por la dictadura de Maduro cuando concurrió como veedora invitada por la oposición para las pasadas elecciones.
Mi colaboración con la causa venezolana y compromiso personal se volcó en artículos, editoriales en distintos medios gráficos, como en contactar a los jóvenes dirigentes con diputados y figuras de la, en ese momento, oposición al kirchnerismo, aliado regional e ideológico con el chavismo, al igual que muchos gobiernos de la izquierda iberoamericana.
Tuve el privilegio de acompañar a Lilian Tintori y Antonieta Mendoza, mujer y madre, respectivamente, del preso Leopoldo López, durante casi las 24 horas que permanecieron en el país, acompañándolas en diferentes encuentros que mantuvieron con diputados, senadores y funcionarios del gobierno de Mauricio Macri, como a ruedas de prensa. También estuve en contacto con Mitzy Capriles, mujer de Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, quien fuera secuestrado de madrugada de su domicilio y encarcelado. Estas nobles mujeres realizaban giras por América y Europa pidiendo por la libertad de los presos políticos del régimen. Asimismo, asistí a los venezolanos en todas las ocasiones que pude, ya sea en colectas que organizaban para obtener ropa de abrigo para los que llegaban del país caribeño, casi con lo puesto; también los contacté con periodistas y medios para que tuvieran visibilización y pudiera escucharse la voz de la diáspora. Colaboré a su vez con el sociólogo y hoy amigo Giovanni Meza Dorta, quien junto a Denis Portillo crearon Uvenar (Unión de Venezolanos en la Argentina).
En una entrevista en Madrid en la revista Cambio 16, en 2018, hablé sobre la realidad venezolana, expresé la actitud cómplice de muchos gobiernos de Iberoamérica, como la desidia de otros, frente a la dictadura que se iba consolidando en Venezuela. En ese año fui invitado para dar una conferencia sobre el presente y futuro del Mercosur en Lisboa en el IPDAL (Instituto para la Cooperación de América Latina y el Caribe), adonde concurrieron varios diplomáticos de distintos países de Iberoamérica. En el final, ante las preguntas de los asistentes, mantuve una discusión con la joven cónsul del gobierno cubano, un cuadro político que era la voz de su gobierno, aliado incondicional del chavismo, como lo es hasta el presente.
Fui a su vez, junto a otros compatriotas, los que acompañamos al valiente, hoy fallecido, Eduardo Sadous, cuando siendo embajador en Caracas denunció la «embajada paralela» de negocios espurios entre el gobierno de Néstor Kirchner y Hugo Chávez, a través del entonces ministro de Transporte Julio De Vido y su operador Claudio Uberti, ambos hoy condenados por delitos de corrupción. Denuncia que le implicó a Sadous su traslado y persecución legal en Argentina.
Junto con la diputada Schmidt y el mencionado sociólogo Giovanni Meza entrevistamos a María Corina Machado vía zoom en plena represión en 2017, en el CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales), en donde la líder venezolana estaba fuertemente afectada por los gases lacrimógenos, saliendo montada en una moto de las marchas para llegar a la entrevista. En dicha represión, protesta que duró tres meses en las calles, hubo cientos de asesinados por los parapoliciales del gobierno y la guardia bolivariana, como miles de heridos y detenidos, llevados a las mazmorras del gobierno. Aun, muchos periodistas y políticos que hoy descubren que Venezuela es una asociación criminal, hablaban hasta hace poco tiempo como el gobierno «autoritario» de Maduro, o una «demodura» populista.
De aquellos años al presente, fui observador y testigo de repetidos fraudes, amañados procesos que buscó la dictadura para intentar legitimarse a través de «acuerdos» con la oposición, como los llevados en Oslo o el último de Barbados, donde pasado un tiempo el final fue siempre el mismo, el incumplimiento por parte de Maduro de todo lo acordado, siendo lo más grotesco la proscripción de candidatos y la detención de opositores.
Las elecciones del pasado 28 de julio fue una más de las decisiones del dictador y su guardia pretoriana de perpetuarse, como sea, con un fraude descarado, no dando a conocer las actas y desconociendo el triunfo de la oposición, algo que preveían todas las encuestas y sondeos periodísticos. Algo previsible, ya en el último mes habían detenido a más de 70 opositores, colaboradores de Machado, y 2 días antes de las elecciones fueron deportados legisladores del Partido Popular. Un dirigente, Víctor González, exdiputado de Vox, fue apresado, humillado y luego expulsado, al igual que el periodista español Cake Minuesa, quien fue detenido y luego de obligarlo a limpiarse con sus manos sus necesidades, deportado. También lo fueron diputados y dirigentes argentinos, como de otros países. A cinco expresidentes de Hispanoamérica no los dejaron arribar al aeropuerto, prohibiendo su salida en avión desde Panamá. Son ejemplos claros de que el régimen no quería tener ojos internacionales invitados por la oposición, para hacer el fraude sin ningún tipo de control. De los más de 7 millones de venezolanos en el exilio, sólo pudieron votar 69.000, debido a todas las trabas que los consulados chavistas desplegaron para cercenar el derecho a votar.
Ante tan brutal fraude, convalidado por los veedores invitados por el gobierno, de distintos países , socios ideológicos del chavismo, como el lobista de Maduro, el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, la reacción popular se volcó a las calles, acto seguido se inició la brutal represión con ya oficialmente más de 20 muertos, miles de heridos y detenidos, entre ellos un dirigente de Voluntad Popular Fredy Superlano, muy próximo a Machado, quien fue secuestrado por encapuchados a la luz del día.
Maduro ya ha roto relaciones con Panamá, Chile, Argentina, Uruguay, Perú, Ecuador, Costa Rica. Sólo las sinuosas posturas de los hoy “mediadores”, los presidentes del Brasil, Lula da Silva, de Colombia, Gustavo Petro, y de México, López Obrador, que lo más alto que han expresado es pedir «transparencia» al proceso electoral y al gobierno de Capone. Mientras el gobierno amenaza con más represión, Jorge Rodríguez (el hermano de Delcy, la de las valijas en Barajas) y Diosdado Cabello, los matones políticos del gobierno a la par de Maduro han reclamado la detención de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia.
Como en anteriores ocasiones, la OEA y la Unión Europea han condenado lo actuado por el gobierno, como si a esta asociación ilícita se le moviera un pelo. Lo de Estados Unidos fue y es patético; Trump aplicó sanciones y belicismo verbal, con Biden el cinismo llegó bien alto, cuando se produjo la guerra de Rusia con Ucrania, a cuenta de conseguir petróleo venezolano, la administración demócrata liberó al testaferro de Maduro, acusado de narcolavador, Alex Saab (cuyo abogado defensor mientras estuvo detenido en Cabo Verde antes de ser deportado a Estados Unidos fue el prevaricador exjuez Baltazar Garzón) y a dos sobrinos de Maduro detenidos por tráfico de drogas, bajó las sanciones y destrabó el comercio petrolero. Ahora piden transparencia al Calígula bananero.
Podrán lloverle a Maduro nuevas sanciones económicas, condenas internacionales, denuncias, como ya las tiene, ante la Corte Penal Internacional, quedar más aislado de lo que ya está, sólo aliado con Cuba, Nicaragua, Rusia, Norcorea, Serbia, Bolivia y China, pero nada de esto lo va a perturbar en su control del poder con puño de hierro junto a su cáfila de cómplices del Cártel de los Soles.
Mucho cretino e ignorante, como ya lo plantearon en otras ocasiones, hablan de la «guerra civil» en Venezuela, cuando para que este hecho se produzca es condición necesaria que ambos bandos enfrentados posean fuerzas en armas, siendo que al día de hoy sólo el gobierno de Maduro controla el monopolio de la fuerza, frente a las piedras con que pueden enfrentarlo los manifestantes en la calle, quedando a merced de la represión más salvaje.
La única opción para que en Venezuela estalle una guerra civil es que una parte relevante de las fuerzas armadas y de seguridad desoigan al gobierno y se levanten en armas contra el mismo. Mientras esto no suceda, Maduro contará con los socios ya mencionados, más el Grupo de Puebla, algunos gobiernos de la región y fuerzas políticas en la oposición en muchos países americanos, que ya estuvieron presentes como invitados como veedores del chavismo en las elecciones fraudulentas. Y no sólo en Hispanoamérica, en Europa, el gobierno de Pedro Sánchez ha asumido frente al fraude una postura lamentable, más el apoyo desembozado de sus socios como Podemos, Sumar y los etarras. Ni que mencionar en Francia, donde el nuevo socio de Macron, la Francia Insumisa de Malenchon no oculta su apoyo al chavismo puro y duro. Suficientes aliados tiene Maduro para continuar resoplando en el palacio de Miraflores, amenazando, deteniendo opositores, y volcando toda la brutalidad represiva sobre el pueblo inerme. Sólo un quiebre dentro de la fuerza militar puede dar una luz en el sombrío presente de Venezuela; algo que aún no se ha producido y no sabemos si se producirá.