OPINIÓN

La torre y el jardín: novela erótica, sórdida, sombría y además trágica

por Jorge Iván Garduño Jorge Iván Garduño

Alberto Chimal (1970, Toluca, Estado de México) es considerado ya un escritor de culto en Internet debido a la solidez y calidad del trabajo literario que publica en su bitácora en línea llamada Las Historias, desde hace varios años, dando a conocer por este medio: cuentos, relatos breves, microhistorias e imágenes, gracias a los cuales sus fieles seguidores no dudan en demostrarle admiración de manera entusiasta.

Es a través de este ejercicio que Chimal ha sorteado un sinfín de vicisitudes que la industria editorial exige por la naturaleza del medio, permitiéndole publicar muchos de sus relatos en una veintena de libros con cuentos de los que las primeras líneas muchas veces vieron la luz en el blog antes que en el papel impreso.

Y es que en la sociedad del siglo XXI, con Internet y las redes sociales erigiéndose sobre nuestras vidas, la lectura de la obra de Alberto Chimal es necesaria y útil, pues estamos frente a un autor de inteligencia profunda que repite de forma constante el establecimiento de analogías referentes a una colectividad de naturalezas con el propósito de aislar lo que no es común a todos los hombres.

Lo anterior lo deja claro en su más reciente novela publicada bajo el sello editorial de Océano, La torre y el jardín, en la que desentraña la base misma de la fundamentación de la comunicación existencial ya sea interpersonal, grupal o intercultural mediante el laberíntico entramado de El Brincadero, una especie de biblioteca erótica, donde las experiencias vívidas valen más que la mesura y el conocimiento interno.

La complejidad del texto elaborado por Chimal nos lleva a la reflexión como si fuese un paisaje que nos obliga a detenernos para contemplar, aunque esto represente una transgresión moral debido a las sórdidas escenas que se suceden dentro de un edificio aparentemente de siete pisos.

Sueños recurrentes, ideas sombrías e imágenes amorfas… la novela transcurre en un periplo alucinante en el que hace su aparición Horacio Kustos, un personaje en el que Chimal ha trabajado durante muchos años, y en esta ocasión se cuela por orificios que son iluminados por la fantasía erótica sin caer en descripciones obtusas.

Lo trágico de la obra es contemplar cómo el hombre pierde su ecuanimidad moral, siendo presa de los instintos animales ante escenarios poco alentadores, derribándose en el uso y abuso de un poder visceral que corrompe lo más hermoso de la convivencia humana: la relación sexual, que podría destruir análogamente el comportamiento de nuestra especie ante su propio apocalipsis.

En definitiva, en La torre y el jardín Alberto Chimal lleva hasta sus últimas consecuencias la sinrazón esencial de la vida en acciones desenfrenadas para gritarle al mundo que la ficción es la realidad misma y esencia de su obra.

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