OPINIÓN

La tormenta perfecta

por Berit Knudsen Berit Knudsen

El término “marea rosa” se refiere al aumento de líderes políticos de izquierda en América Latina. La antesala fue la creación del Foro de Sao Paulo, durante la crisis soviética, para convocar a los movimientos de izquierda. La primera ola rosa se inicia con Hugo Chávez en Venezuela (1999), Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil (2003), Néstor Kirchner en Argentina (2003), Tabaré Vázquez en Uruguay (2005) y Evo Morales en Bolivia (2006). Pero poco tiempo después, ante los problemas políticos y económicos que desencadenaron estos gobiernos, se inicia una “ola conservadora” en la región.

La segunda “marea rosa” o “giro a la izquierda”, se inicia con Andrés Manuel López Obrador en México (2018), Alberto Fernández en Argentina (2019), con Luis Arce en Bolivia (2020), Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile en 2021; luego, en 2022, Gustavo Petro Colombia y el regreso de Lula da Silva en Brasil.

Otra tendencia es la recesión democrática liderada por las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, enquistadas por décadas; Bolivia que les sigue los pasos; Haití, como estado fallido y las democracias hibridas o imperfectas de El Salvador, México y Argentina. En 2023, las grandes interrogantes serán las elecciones en Paraguay, Guatemala, Argentina, y saber si Dina Boluarte logrará enderezar la situación en el Perú.

En medio de esta “marea rosa” que se torna borgoña, el panorama para 2023 no es nada alentador. El retroceso democrático muestra tendencias al autoritarismo, crisis institucional y de gobernabilidad; los países presentan manifestaciones de protesta generales desde el inicio de sus gobiernos y los índices de aprobación son cada vez más bajos, Uruguay sería la única excepción.

Otros factores que contribuyen a agravar el escenario son: la baja credibilidad en los sistemas electorales, alta percepción de corrupción y baja participación de los partidos de gobierno en los parlamentos. Todo ello trae como consecuencia la baja aprobación presidencial, disminución de la confianza en las instituciones y el incremento progresivo de la desafección hacia la democracia.

Latinoamérica no termina de recuperarse de las consecuencias de la pandemia, el empleo informal se encuentra por encima del 50%, el crecimiento del PBI se proyecta entre 1.7 y 0.7% en toda la región; la inflación muestra máximos no experimentados en los últimos 20 años y se estima que la tendencia continuará.

Todo ello ha incrementado los índices de pobreza, –cifras que resultan imposibles de conocer con certeza en los países autoritarios–, donde las olas migratorias; la violencia, la inseguridad, la corrupción y el crimen organizado continúan debilitando el Estado de Derecho.

Este es el resultado de la hiperpolarización que vive Latinoamérica, problema que se agudiza al interior de cada país como una pandemia, casi imposible de controlar. Las irreconciliables posiciones de la izquierda y la derecha extrema son barreras que impiden la creación de oportunidades para lograr el retroceso de la pobreza.

Esta es la realidad de nuestra región; esas son las raíces de los conflictos y la barbarie que hoy sufren los peruanos. Ante la insostenible situación, Dina Boluarte ha declarado: “Me equivoqué… se suponía que los de izquierda no venían a robar, se suponía que los de izquierda venían a sacar al país adelante… pero me equivoqué”.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú