Un equipo de científicos chinos, encabezados por Xiadong Song, ha llegado a la conclusión de que la parte líquida que rodea al centro de la Tierra se está ralentizando. Los más pesimistas aseguran que esto hará que la Tierra un día de estos pegue un frenazo y comience a girar al revés.
Y según ellos, el Sol que sale por el este, comenzaría a salir por el oeste. Se trata de personas desesperanzadas a las que les gustaría conocer exactamente el día y hora del frenazo para recoger las figuras de cristal de las mesas de centro, amarrar los muebles, etc. La buena noticia, en medio de todo, es que, según los expertos, el frenazo ya se produjo y ni nos dimos cuenta y, al parecer, ya el núcleo gira en sentido contrario a nuestra rotación desde hace algunos años.
Ciertamente asombra que, a estas alturas, sepamos tanto del espacio exterior y tan poco de lo que tenemos debajo de nuestros pies. Por ejemplo: se acaba de descubrir que el centro, el centro de la Tierra es una bola de hierro de 600 kilómetros de radio (¡que se venga a saber a estas alturas!).
A uno, ignorante de los asuntos de la ciencia, lo primero que se le viene a la cabeza es si una pelota de hierro de tal magnitud no aumenta el peso del planeta. Es evidente que estamos descendiendo, no hace falta otra prueba científica que la de revisar las noticias (iba a decir «abrir los periódicos», pero muchos nomofóbicos se quedarían sin entender y a mí se me caería la cédula).
Por qué estudiar el núcleo de la Tierra. Las razones son múltiples: para saber cuánto tiempo de vida le queda al planeta. Aunque en esta materia sabemos que si las cosas siguen como van, el punto final no lo pondrá la naturaleza propia del planeta, ni un meteorito venido del espacio, sino el homo sapiens mismo. El caso es que el núcleo de la Tierra no gira a la misma velocidad que nuestro planeta; desde 2009 gira un poco más lento. Según los científicos, el día puede ser una milésima de segundo más corto que hace 50 años y eso —obviamente— cualquiera lo nota.
Se dice que el centro de la Tierra es uno de los lugares más violentos del planeta, superando con creces por zonas como la Cota 905 y aunque uno está a 6.371 kilómetros de distancia de él, eso se siente. El asunto es que lo que sucede allá abajo tiene consecuencias sobre nosotros, los de la corteza. Por ejemplo: en materia gravitacional, la Luna se nos está alejando 3,8 centímetros al año. Por este camino, en 1 millón de años se habrá alejado 38 kilómetros.
Dentro de todo esto, lo más importante es que no nos quedemos sin campo magnético, el cual proviene de los metales que hierven en las interioridades del planeta y lo protegen, entre otras cosas, de radiaciones solares. Sería terrible que el campo magnético se descontrolara y la Tierra se virara de cabeza.
El sur pasaría a ser el norte y el norte el sur. Comenzaríamos a ver una Europa desunida y empobrecida, Canadá y Estados Unidos en franco declive y el sur de África y América florecientes, encaminados hacia el progreso y el bienestar. Para nosotros, como estamos en el centro, la cosa seguiría bastante igual. Y es que en este pedacito del planeta que somos, parece que la ley de gravedad fue derogada y hace largo rato que enfrenamos.
Pero ánimo: unos científicos de Viena acaban de lograr esta semana lo impensable, pues acaban de demostrar que, en ciertos sistemas cuánticos, la dirección temporal de los procesos puede invertirse. Quién sabe, quizá, entre las cosas que nos depara el futuro, encontremos la posibilidad de revertir el pasado.
Artículo publicado en el el diario TalCual