El destino siempre actúa de manera caprichosa y reparando para los mortales sorprendentes resultados de su antojo. Una mañana de 1555 en la iglesia de San Pedro en Teruel, ciudad española de la provincia de Aragón, es revelado un enigma que estaba encerrado en las tinieblas desde hacía siglos; dos cadáveres momificados yacían en una misteriosa catacumba. El hallazgo despertó la curiosidad de la población,fascinados acudieron a presenciar el singular descubrimiento. La conmoción se extendió por el aire y el interés por los difuntos cobra enormes dimensiones.El pacifico poblado se convierte en un lugar al que llegan personas de rincones lejanos, todos desean conocer el extraño panteón y el secreto de aquellos cuerpos. Por ochocientos años los fallecidos no tendrán descanso producto de una dislocada e incómoda serie de exhumaciones, inhumaciones y exposiciones de sus restos, convirtiéndose en símbolos de la fuerza del desmedido amor.
La trágica historia de Isabel de Segura y Diego Marcilla, Los amantes de Teruel, ha suscitado enorme atracción producto de la pasional relación con la que se adoraron los dos jóvenes medievales. Isabel y Diego están prendados, pero él es pobre y ella rica, razón por la que Diego marcha como soldado a buscar fortuna en la guerra.Esperanzados se mantendrán firmes y por eso juran que a su regreso se fundirán en un beso. Pasados cinco años Isabel cree muerto a Marcilla. Presionada por su padre acepta ser esposa del rico Don Pedro de Azagra. Quiso la providencia que Diego retornara el día de la boda; lleno de dolor y sabiendo que el marido se encontraba borracho, se cuela en los aposentos de la pareja. Con penosas súplicas le pide a su amada lo único que lo ha mantenido con vida: el prometido beso.A pesar de quererlo ciegamente ella se niega por ser una digna mujer; preso de la tristeza, el maltrecho amante con el corazón desecho se desploma muerto. En el funeral, Isabel arrepentida decide posar sus labios en los del cadáver de Diego y al abrazarlo, sobre su pecho ella fallece. Ante el asombro, las dos familias deciden que los desdichados enamorados sean enterrados uno al lado del otro, juntos para siempre en el sepulcral lecho.
Gracias a pruebas encontradas en la tumba,se determinó la veracidad de esos hechos, configurando a Los amantes de Teruel en un poderoso relato sobre la pena y la dicha de un afecto que,aunque truncado en la vida pudo vencer a la muerte y hacerse perenne como testimonio de la grandeza de amar. A lo largo del tiempo crónicas similares a esta se han posicionado como referentes del sentir, sirviendo de fuentes de inspiración y de modelos del ideario romántico en nuestra cultura. Abundan los relatos de afligidas parejas cuya suerte los obliga a combatir e intentar quebrar las barreras que los separa. La literatura y las artes son precisamente los espacios en que con mayor éxito se han recogido la semblanza de aquellos que se aman a toda costa. Unos son de carácter mítico, otros creados por la inventiva y algunos son reales, todos han dibujado una honda línea en la percepción de lo que es el amor.
En la dramaturgia universal se han escrito importantes dramas que recrean la odisea de quienes se enfrentan a la fuerza que los opone. Sin duda, el más célebre es Romeo y Julieta, epítome de la desgracia que se cierne sobre aquellos que enfrentados deciden enlazar sus corazones. Esta obra que parece estar influenciada por lo ocurrido a Los amantes de Teruel, se sustenta en la más efectiva situación argumental de la historia: un amor puro que debe superar su propia imposibilidad. La irresistible pieza de William Shakespeare (1564 –1616) sigue despertando entusiasmo y ha repercutido hasta nuestro días.Su premisa dramática es la raíz de un sin número de creaciones televisivas, cinematográficas, teatrales, radiales, literarias y musicales.
La sensible historia de los Amantes de Verona tiene otros antecedentes que permitieron tanto a Shakespeare como a anteriores o posteriores autores, plasmar la esencia de aquellos que se entregan a la mutua adoración. Uno de estos precedentes se desarrolla en Babilonia: el mito de Píramo y Tisbe, jóvenes y desventurados muchachos que vivía en parcelas vecinas pero apartados por un muro. Los padres de ambos se niegan a que se quieran, por lo que se ven forzados a vivir su romance a través de la grieta de una pared; pese a la circunstancia sostienen una bella relación. Decididos a materializar su enlace, se dan cita en un lugar alejado de la ciudad y en el que debían encontrase en medio de la noche pero, la aparición de una leona con las fauces ensangrentadas produjo que Tisbe huyera y perdiera el velo. Al llegar Píramo, descubre la prenda destrozada y manchada; creyendo que su amada ha sido devorada por la fiera, se clava su espada. Finalmente la muchacha regresa y al ver el cuerpo de él tendido, toma el arma y se arranca la vida con el acero. Según la leyenda y tras el trágico desenlace, la sangre unida de los dos en un mismo cauce cubrió un arbusto de morera y desde entonces sus frutos fueron teñidos de rojo.
Virgilio (70 a.C– 19 a.C.) en su célebre Eneida, plasma el pasional relato del caudillo troyano Eneas y Dido, soberana cartaginesa.Luego de vivir el tórrido romance despiertan la envidia de los dioses; estos engañan al guerrero y lo hacen partir. La gobernante de Cartago al verse abandonada se entrega a la muerte. Siglos después el compositor inglés del barroco Henry Purcell (1659 – 1695) recrea esta sentida historia en la ópera Dido y Eneas -libreto de Nahum Tate-, de ella merece especial mención When I am laid in earth (Cuando descanse en la tierra), aria reconocida por ser uno de los lamentos más emotivos en los registros operáticos. En el ápice del drama la desgarradora agonía de Dido se nos ofrece como tributo a un amor que duele y pulveriza: recuérdame, recuérdame pero olvida mi destino… La descorazonada reina detiene su sufrir al arrojarse a las llamas de una gran hoguera.
Venidos de la tradición, la realidad o la fantasía, estos cuentos ilustran a la pasión como un valor importante para todos los individuos. La banalización de los sentimientos ha corrompido la comprensión de lo que debe ser la amorosa comunión y muchas veces se olvida que la ardua construcción de la felicidad nos obliga a pelear contra la adversidad, reflexionar sobre nuestros temores y, principalmente renunciar a estériles convicciones.
El sentir nos hace dignos de nuestra condición de seres humanos, es una virtud el transcender en la esencia vital del otro. Amar por encima de todo,también nos lleva a creer que luego del plano terrenal hay una existencia fecunda y noble. Mientras,continuaremos soñando con las grandes historias de amor y el destino de esos personajes, que seguirán viviendo en la tierna luz del idilio eterno.