La cúpula roja se debate entre el fraude y el arrebato. La marcha del proceso electoral tiene a sus integrantes en un estado de zozobra e irritación permanente. El rechazo ciudadano al fracasado socialismo del siglo XXI, el hastío ante la tragedia humanitaria existente y la esperanza de un cambio tiene a los señores de la camarilla gobernante en una diletante situación que los tienta a producir la confiscación de la voluntad ciudadana o cambiar el resultado de la votación el próximo 28 de julio.
Los hechos y los movimientos realizados evidencian una grande tentación a dar el golpe a la soberanía popular. Maduro y su entorno no terminan de asimilar la realidad política. No admiten que en pleno siglo XXI el poder es alternativo, que la democracia supone estar en el gobierno o en la oposición. Su empeño en perpetuarse en el control de los poderes del Estado los está conduciendo a una vía peligrosa para ellos y para nuestra sociedad. Si fuesen personas con verdaderos valores democráticos no tendrían problema alguno en concurrir de forma normal al proceso electoral y admitir un resultado adverso, prepararse en todos los aspectos para regresar a la condición de ciudadanos, sin investidura de funcionarios del Estado.
Lo cierto es que se resisten a admitir una situación como esa. Todo el diseño del proceso electoral se construyó sobre la base de forzar a la oposición democrática a no participar. Pensaron que al cercenar los derechos fundamentales de la sociedad democrática lograrían repetir el escenario de 2018 y, en consecuencia, hacer una elección sin verdadera competencia. La determinación de María Corina Machado y de quienes formamos parte de la alternativa democrática, de mantenernos en la ruta electoral a pesar de todas las arbitrariedades cometidas en la formulación y desarrollo del evento electoral del 28 de julio, los ha descolocado.
A pocas semanas de la fecha a Maduro lo tienta el arrebato. Hay en su entorno los que quisieran evitar que se concrete el acto de votación. Por eso han fantaseado con una suspensión de las elecciones a partir de la reclamación del Esequibo. Hay quienes se han planteado eliminar por la vía judicial la participación de la oposición en el proceso. Eso explica que agentes de la cúpula roja hayan sido enviados al TSJ a presentar absurdas demandas contra la tarjeta de la MUD y contra la candidatura de Edmundo González Urrutia. En estos últimos días se intensifican las reuniones entre magistrados del TSJ y la cúpula roja para revisar un proyecto de sentencia con la cual dar el golpe a la soberanía popular eliminando las tarjetas de la oposición. Igualmente, eso explica las voces destempladas de otros agentes solicitando sentencias para encarcelar, someter o callar a María Corina Machado. Tales acciones no son inocentes. Son iniciativas que se cuecen en los laboratorios de la camarilla roja y que se lanzan para preparar el terreno.
Esos hechos públicos, notorios y comunicacionales se ven agravados con el empeño de Maduro y su entorno de aislarse cada vez más de la comunidad internacional. La negativa a tener la observación internacional, fundamentalmente la de la Unión Europea, la negativa de Colombia y Brasil a avalar los desafueros ya cometidos y las tentaciones en marcha son elementos reveladores del clima existente. Esos hechos hacen que aliados de Maduro como el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lo llamen para advertirlo de los graves riesgos que corre por la forma como se están conduciendo.
Frente a ese comportamiento de la cúpula roja, los demócratas estamos en el deber de incrementar nuestra lucha cívica y electoral, superar todos los obstáculos físicos y psicológicos, reforzar nuestra organización y elevar la movilización ciudadana hacia el evento del 28 de julio. Que Maduro pueda apreciar la magnitud de la determinación del país a no permitir su continuismo. Esa fuerza ciudadana es el único freno posible a la tentación existente en la cúpula de darle el palo a la lámpara. Nuestra historia tiene ya varios ejemplos de los gobernantes que han osado ponerse de espaldas a la decisión de un pueblo, cuando éste está determinado a producir un cambio. En esas circunstancias transitamos hacia el 28 de julio. Los venezolanos pueden tener la seguridad que en el seno de la alternativa democrática estamos decididos a perseverar en la ruta electoral. Ni siquiera un desafuero, de la magnitud de lo que están tramando, va a lograr sacarnos de la ruta electoral. Así como hemos presentado plan A, B y C, habrá plan D. No van a lograr quedarse solos en la cancha electoral. Si hemos soportado todo tipo de arbitrariedades y vejaciones tendremos la entereza para mostrar al mundo la minoría evidente en la que está la camarilla roja. Votaremos y los derrotaremos. Allá ellos si ese día pretenden cambiar el resultado. En el país y el mundo no se lo permitiremos. Lo haremos evidente. En estas pocas semanas reafirmaremos nuestra lucha electoral, pacífica y constitucional. Con ella liberaremos a Venezuela de la barbarie, la corrupción y la miseria.
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