La reciente renuncia orquestada de la mayoría oficialista de los rectores del CNE coloca nuevamente a la dirigencia de la oposición y a la sociedad civil en general frente a un reto al que ya deberíamos estar acostumbrados: las acciones del régimen contra las libertades ciudadanas no son inesperadas, al contrario, siempre debemos suponer y estar preparados para que ocurran. Son, es cierto, difíciles de anticipar en su contexto específico. Es decir, la estrategia del régimen de intervenir para sabotear arteramente cualquier intento de minar sus bases es genérica y constante. Esa estrategia general adopta variantes donde se hace uso del control de las instituciones para inhabilitar o encarcelar a sus oponentes, o de la violencia y represión abiertas contra la población, o combinaciones de ambas.
Esta versatilidad del Big Brother tropical en que se ha convertido el régimen venezolano en la defensa de su interés último, que es mantenerse indefinidamente en el poder, debería obligar al liderazgo de oposición a adoptar una conducta de navegación en aguas turbulentas, que se base en una estrategia de anticipación y respuesta adaptativa a las acciones del régimen. Enfatizo el uso condicional del verbo deber en la frase anterior, porque después de más de dos décadas de maniobras y zancadillas contra la democracia, no terminamos de aprender, y priva la sorpresa en lugar de la acción de resguardo y contraataque, tanto nacional como internacionalmente. Metidos en una laguna llena de cocodrilos, de ninguna manera debe sorprender que los reptiles acechen u ataquen dependiendo de la conveniencia táctica. Lo que sorprende en este símil es que los nadadores no hayamos aprendido a resguardarnos y a contraatacar.
Es necesario reconocer la firmeza y sentido cívico de la decisión de la Comisión Nacional de Primarias (CNdP) de abandonar la idea de organizar la primaria con asistencia técnica del CNE. Lo inesperado de la renuncia, evidentemente orquestada desde el gobierno, de varios de los rectores y su aceptación por parte de la AN indica con toda claridad que el régimen había comenzado a percibir a la primaria como una amenaza real, y decidió confrontar a la oposición con su propio dilema interno que la dividía entre el G3, y algunos precandidatos y miembros de la CNdP, que insistían en organizar el evento con asistencia del CNE, y quienes sostenían que la primaria era un evento ciudadano que podía y debía organizarse con independencia del Poder Electoral. El mensaje a la oposición es bastante obvio, y fue recogido con toda claridad por uno de los miembros de la CNdP, Rafael Arráiz Lucca, en su nota de renuncia difundida a través de Twitter: “Hasta hoy acompaño a la CNdP en mi condición de suplente. Creo que sin el CNE, y los centros electorales, es imposible hacer la elección primaria de manera extendida. La Plataforma Unitaria podría optar por otro método para escoger el candidato presidencial de este sector de la oposición”. La posición de Arráiz Lucca tenía, y tiene, muchos seguidores, y también detractores, y precisamente por eso el régimen recurrió a una maniobra, otra, para dividir a la oposición y confrontarla con sus propios demonios internos. Parafraseando un argumento factible del régimen: “La primaria no se puede hacer sin la asistencia del CNE, como muchos de ustedes lo han expresado, así que a ver cómo les va con la aventura de la autogestión, que tiene costos y obstáculos logísticos enormes”. De ahí la importancia de la CNdP de no abandonar el camino de la autogestión y unificar los criterios para la participación de los venezolanos en la diáspora y en Venezuela. Una decisión que probablemente se pudo haber tomado antes, como fue advertido oportunamente, pero que es necesario seguir acompañando desde todos los espacios posibles, porque es indispensable hacer visible el elevado número de venezolanos dentro y fuera de Venezuela, que están dispuestos a participar en la Primaria.
Pero acompañar a la CNdP en su decisión de seguir empujando la realización del evento no implica que efectivamente vamos a tener primaria. Son muchos los riesgos, provenientes de la propia oposición, y del régimen que pueden dar al traste con el proceso. El régimen tiene todo tipo de herramientas para accionar que van desde el control de las instituciones y poderes públicos, hasta la represión abierta y la violencia. Resulta imposible imaginarse que el gobierno va a a permitir un proceso pacífico y constitucional que desplace al chavismo-madurismo del poder. Estamos obligados a tomarnos en serio las amenazas de Diosdado Cabello, indicando que ni por las buenas ni por las malas entregarán el control del país a quienes ellos llaman, quizás mirándose al espejo, los enemigos de la patria. Pero esa convicción de que el régimen está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para mantenerse en el poder no nos puede llevar a claudicar. Es necesario prever y anticipar todos los escenarios y estar dispuestos a actuar con decisión dentro de los amplios marcos previstos para la desobediencia civil en nuestra Constitución.
Pero estar preparados para navegar en aguas turbulentas requiere liderazgo, unidad y visión estratégica para anticipar lo que viene antes de que el futuro nos alcance y el régimen celebre por enésima vez que ganaron, aún teniendo al pueblo en contra. Por ahora carecemos de un liderazgo con esas características. Es indispensable que la primaria se convierta en un reto creíble, y si el gobierno la suspende, o inhabilita a su ganador o cualquier otra cosa, que el liderazgo esté preparado para anunciar lo que viene antes de que ocurra. Preparar a la gente y generar confianza es el gran reto de quien resulte ganador de la primaria o del proceso de construcción de consenso que será indispensable acometer si el país se desestabiliza estructuralmente como resultado de las prácticas anticonstitucionales del régimen. A ese liderazgo apostamos desde la diáspora y desde Venezuela, porque somos un solo pueblo.