OPINIÓN

La sociedad civil occidental

por Albert Geovo Albert Geovo

Muchas personas, de todas las nacionalidades en Occidente, se preguntan: ¿Qué pasa en las naciones donde hay tantos jóvenes, que son como un ejército movido por un silbato, para afectar, torcer, deconstruir, destruir, incendiar y arremeter contra los signos, principios y valores occidentales, desconociendo las bases y columnas que sustentan la civilización?

Resulta muy fácil señalar las instituciones de los países como las responsables de todo el derrumbe del desarrollo de las naciones; mas son pocos los que detienen la mirada en las personas que componen e integran tales instituciones, mucho menos ir más allá de la persona humana e identificar cuáles son los valores morales, filosóficos y hasta religiosos que identifican a tales personas. La humanidad viene haciendo un estudio profundo en enseñar que los enemigos no son las personas, sino las ideas que identifican a tales alféreces.

Además, hacerse consciente de que las ideas que determinan tales conductas en las personas no son, a priori, sino que están muy bien diseñadas, programadas para la configuración de los hechos actuales y proyecciones futuras en el acontecer social, sanitario, político, económico y religioso.

Es una lástima que la educación viva todavía diseñada para la pérdida de muchos recursos humanos, financieros y económicos. El programa curricular del sistema educativo en las naciones con menor índice de libertad económica, implantado en Occidente, no está diseñado con el “software” necesario y suficiente en potenciar en los niños, jóvenes y adultos, seres humanos, inteligentes y competentes para los retos y desafíos existentes; es por eso que se observa a la humanidad vulnerable a cualquier asonada nacional o internacional que busque derrumbar el edificio filosófico de Occidente, que se sostiene en la vida, la libertad, la propiedad y seguridad de las personas.

La percepción de sociedad civil ha de ser evaluada pero no para desconocerla, ni mucho menos, sino para hacernos responsables todos y cada uno de la orientación que vienen tomando las instituciones económicas, políticas y religiosas, militares e incluso en el ámbito de la ciencia y de la salud; de acuerdo con los valores éticos, morales y principios espirituales universales que permitan contener el descalabro de la civilización occidental.

No es casual que los que gozan o logran escalar a una posición privilegiada en las naciones de Occidente buscan que sus familiares estudien en las naciones más prósperas del planeta, eso se debe a los contenidos adaptados a los retos y desafíos que se dirimen en esos sistemas económicos, políticos filosóficos y educativos.

Las naciones hoy no son invadidas únicamente a través de las fuerzas beligerantes o propiamente fuerzas armadas, como se hacía a la antigua usanza, sino que los nuevos métodos de guerras superan la imaginación de la industria armamentista y de esto se tiene el testimonio del exagente de la KGB Yuri Bezmenov, de la hundida URSS sobre la “subversión ideológica”, método que al modo de un virus troyano, que si bien fue lento y costoso, ha dado más y mejores rendimientos que toda la inversión armamentista en el control de las riquezas de las naciones, sus recursos, su industria y principalmente su población. ¿Cómo? A través de la ideología totalitaria como método de control mental.

Esta superestructura del pensamiento materialista ha infectado todas las células del cuerpo social que integran los órganos y tejidos de las naciones, siendo la causa por la que las personas se preguntan de dónde salen tantos prosélitos en Occidente a las ideas y doctrinas totalitarias si la historia y los hechos ocasionados por estas escuelas son nefastos para las sociedades.

Las respuestas las tenemos en que se ha invertido toda la cantidad de recursos económicos en logística, recursos financieros, materiales y humanos, en la gestión de subvertir todo el cuerpo de doctrina de valores, principios universales, para así lograr la instauración, en principio, de una ideología totalitaria y luego reunir los agentes de cambios económicos y políticos necesarios que conforman un régimen totalitario, Y que este a su vez reporte a un órgano central, que es de donde se decantan las órdenes, programas, sistemas, leyes que vienen a darle vida a esa efigie que han llamado: Nuevo Orden Mundial, gobierno en la sombra, Estado profundo (Deep state) Estado dentro de otro Estado (status in statu) que controla las sociedades bajo contenido doctrinal totalitario.

Las potencias en el mundo, descubrieron, y conforme a ello, se abocan con asiduo trabajo disciplinado, estudio e investigación en el terreno del conocimiento, bajo la divisa: “El  conocimiento es poder”, esto fue así en Persia, Egipto, Grecia, Roma e incluso en los Imperios Prehispánicos y China; no pudiera ser distinto en la actualidad; sólo que la programación de esas desmoronadas civilizaciones se practicaba a través de la religiosidad y todo un conjunto cultural de ceremonias, leyes ritualistas, mitos y creencias politeístas; esto no ha cambiado, sólo que vienen mutando las formas, pero en el fondo es igual.

La sociedad materialista tecnificada, de espalda y desconociendo el texto bíblico y las tradiciones originarias, con todo su avance sofisticado en la ciencia y la tecnología, resulta ingenua; además, que irónicamente es igual de politeísta, incluso la cristiandad; como se viene entendiendo desde el año 325 en pleno Imperio Romano, a raíz del concilio de Nicea por Constantino; asimismo,  profundamente supersticiosa y ritualista, hecho que ha permitido levantar fetiches y fantoches mesiánicos que hoy se proyectan en las distintas propagandas y campañas políticas, en las mismas iglesias y movimientos filosófico religiosos occidentales.

Como sociedad, familia e individualidades, tenemos absoluta responsabilidad, no sólo de los aciertos, sino de las equivocaciones en el ámbito político, social, económico, jurídico, militar, científico, así como en materia de salud; si fallamos o somos sometidos a distopías, experimentos de reingeniería social y tiranías, es por falta de valentía, aparte de apatía, negligencia y sentido común en el estudio de las ideas, elementos, factores, pensamientos y principios que originan los penosos efectos adversos que padece la humanidad, bajo las orientaciones globalistas.