OPINIÓN

La sociedad auscultada con lupas por filósofos

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Definida de varias formas, pero con una centrípeta: la auscultación socio-política con implicaciones financieras y castrenses. Platón discernía sobre ello, respecto de las implicaciones entre societarios e instituciones de Estado.

Afirma Hughes: «Entre la época de Platón y la nuestra, los éxitos de las ciencias naturales han influido en las formas que concebimos y estudiamos la sociedad» (Hughes, John: La Filosofía de la Investigación social. «Fondo de Cultura Económica». Impreso en México, D. F., 1987.  p. 13) Recordemos que tuvo pupilos-discípulos de la estatura intelectual de Aristóteles (Estagira, 384-322), legitimador de la Retórica porque fue quien –de hecho- la utilizó con rigor metodológico para impartir conocimientos: cuestionar globales sucesos políticos greco-romanos e igual prodigar sus ideas al vulgo.

Es indiscutible que la Retórica se fortalece en pueblos en los cuales la democracia impera, y sucumbe ante regímenes totalitarios. En el curso de la historia, muchos indeseables del ambiente político han presumido –conforme a sus infames propósitos- que no es cosa distinta al legítimo atributo humano de hechizar: la fase superior de la necesaria dosis de mentira, demagogia o histrionismo. Cierto que la auténtica praxis democrática no es ni la oficialización del discurso timador ni la coacción al librepensamiento. El estagirita se había dedicado al estudio e investigación de la Biología. Durante aproximados veinte años, asistió a la Escuela Platónica. Luego de la muerte de su maestro [año 347], marchó de Atenas para convertirse en asesor e instructor del príncipe Alejandro de Macedonia.

Regresó para fundar lo que trascendió bajo el nombre de Liceo: claustro donde inmortalizaría sus ideas filosóficas. La Política comenzaba ser considerada como una de las novísimas y en boga ciencias: «[…] debía ocuparse de las formas reales de gobierno, a la vez que de las ideales, y debía enseñar el arte de regir y organizar estados, cualquiera que fuese su forma, del modo que se desease […]» –afirma George SABINE, en su Historia de la Teoría Política («Fondo de Cultura Económica», Bogotá, Colombia, 1976, p. 77).

Es probable que cuanto se definía mecánica política no fuere sino la Retórica, método sagaz, disciplina cada vez más compleja y propensa torcer preceptos. En Atenas, los filósofos fueron los primeros políticos profesionales, porque estuvieron más cerca del poder que otros ciudadanos  dedicándose a diversas actividades no intelectuales, aun cuando vinculadas con los regímenes. Esos obcecados pensadores fueron los primeros en platicar sobre la factibilidad o no de abolir la propiedad privada y la familia [tesis que Platón defendía].

Propugnaban leyes, eran consultados para la redacción de las normas o para eliminar las existentes. Se era retórico al ejercer la crítica: de una postura específica, acontecimientos provocados por los hombres de ciencias y artes. Aristóteles difería de su maestro inferencias relacionadas con el Estado Ideal y, frente a ello, formularía –respetuoso- su argumentación personal. Lo hacía con técnicas, lucidez e información científica. Mi comunión con el poeta y epistemólogo John Hughes se suscita cuando expone, sin aspavientos, la preponderancia de la ortodoxia positivista:

«El rechazo del pensamiento metafísico estaba unido a un poderoso prejuicio a favor del conocimiento que trataba de hechos descubiertos, significativos teóricamente. Para establecer la distinción entre la especulación y las naciones empíricas fueron necesarias normas que las demarcaran» (Ob. Cit. P. 44)

Transcurre el tiempo, los hombres relevamos nuestra indeseable presencia en un mundo de moralidad irreparable. Ya no están los sabios con manteos o harapos, pero iluminadores. Sólo nosotros, individuos a quienes ni la posmodernidad puede corregir que seamos proclives contraer una enfermedad llamada discordiatoxis.

@jurescritor