El cine y la literatura son medios útiles para comprender la política venezolana de los finales del siglo XX y comienzo del XXI. Para ello hemos visto la exitosa serie 1899 por Netflix, empresa de entretenimiento que produce películas, documentales y series, la cual nos remite al “antro subterráneo” que viera Platón, conocido como “Mito de las Cavernas”. Para completar esta visión, resulta igualmente conveniente buscar en la literatura venezolana referencias inapelables, como lo es el gran escritor tocuyano Julio Garmendia.
En primer lugar tenemos la mencionada serie 1899, la cual cuenta que “hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni mover la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello pudiendo solamente ver los objetivos que tienen enfrente ¡Extraños prisioneros, cuadro singular! Un hombre sensato -continúa el discípulo de Sócrates- reflexionará que la vida puede tornarse de dos maneras por el tránsito –con de la luz a la oscuridad o por el de la oscuridad a la luz, aplicando los ojos del alma”.
Tan compleja alegoría explica la carencia del conocimiento humano, que solo se logra con educación. He allí, pues, la tragedia política de Venezuela descrita en los años ochenta, por los politólogos Andrés Stambouli y Humberto Njaim, con interpretaciones platónicas donde encontramos, jurídicamente, una típica estafa: “Primaria de algunos opositores”, especie de componenda para tratar de vencer la abstención.
Así las cosas, vale la pena citar a Stambouli y a Njaim. El primero afirmaba: “Los partidos políticos han monopolizado la acción política frente a una sociedad pasiva, se ha empobrecido el proceso de la vida social. Solo se ve una sociedad pasiva y paternalista, con partidos oligarquizados y ciudadanos desencantados, que se puede deslizar hacia la dictadura”. Por su parte, Humberto Njaim proclama: “Los partidos necesitan vigorizarse y establecer un nuevo tipo de relación con la sociedad dado que esa sociedad se muestra cada vez más escéptica hacia ello”.
También la literatura nos permite entender que los “prisioneros del antro subterráneo» son sus dirigentes, que viven en el mundo inverosímil que escribiera Julio Garmendia, quien a juicio de uno de sus críticos Jesús Semprún, “no tiene antecesores en la literatura venezolana”. Efectivamente, en su cuento «La realidad circundante” narra: “Un número de personas mucho mayor de lo que suele decirse, están mal adaptadas o no lo están absolutamente a las condiciones del mundo en que viven. Carecen de la importante facultad de adaptarse al medio ambiente. Les falta el resorte de adaptación a la realidad circundante.
Otro cuento de Garmendia, “Casa de pensión”, describe un viejo hotel, en la Caracas de 1936, así: “Era un descalabrado y desteñido caserón de tres pisos, que había sido muy bueno en otros tiempos. Tenía como huéspedes toda clase de personajes: militares, empleados público,intelectuales, políticos y caudillos venidos de todo el país, cuyas tertulias eran interminables”. Nos imaginamos a la Venezuela de la época en que fue escrito el cuento y estas primeras décadas del siglo XXI, con más habladores de pendejadas que de ciudadanos.
Para el crítico literario Orlando Araujo, Julio Garmendia “es un espía de mundos inadvertidos, de personajes inefables, de relaciones insólitas en una casa de pensión”. En ese sentido, ¿quiénes serían los inadaptados en nuestra realidad circundante y en la Casa de Pensión? ¿Los ciudadanos o sus dirigentes?
Volviendo a la serie de Netflix 1899, la alegoría de Platón, como filosofía de la misma, es una perspectiva posible en nuestro mundo virtual. Un mundo estresado, guerra, totalitarismo, epidemias y un fútbol que se ríe de la otra cara del planeta: su miseria, invadida las mentes por altas tecnología, manipuladoras de las realidades, no muy lejos de la caverna de Platón y del realismo mágico de Julio Garmendia.
Como hemos visto, la aproximación a la realidad política del presente debe hacerse a través de la ficción que nos brinda el cine y de la literatura. Esto permite proyectar nítidas imágenes de la realidad.
¡Despertemos!
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