4 de febrero de 1992. Archivo

A escasos días de cumplirse un aniversario más del 4 de febrero de 1992, conviene, es para beneficio de la memoria histórica recordar lo que significaron los hechos ocurridos ese día y sus funestas consecuencias para Venezuela y su pueblo. Esa fecha permanecerá en la mente de la inmensa mayoría de los venezolanos y será reseñado por nuestra Historia como el día en el cual un grupo de militares, liderado por sus comandantes, traicionaron su juramento de “defender la Patria y sus instituciones hasta perder la vida y no abandonar jamás a sus superiores”. Su acción retrotrajo al país a la barbarie, que creíamos superada, al utilizar las armas de la República para intentar conquistar el poder, derrocando al gobierno que los ciudadanos se habían dado en democráticas y libérrimas elecciones. Igualmente, a pesar de que la asonada militar fue derrotada contundentemente por la inmensa mayoría de profesionales y tropas leales a la Constitución y las leyes, ese hecho puso en entredicho la disciplina interna, la unidad de mando, el espíritu de cuerpo y la  subordinación al poder civil logrados durante cuarenta años de democracia. Además del lamentable daño institucional causado por la insurrección, la actitud irresponsable de su protagonistas enlutó los hogares de 35 venezolanos entre soldados, policías y civiles, que cayeron víctimas de un absurdo enfrentamiento. Todos conocemos la historia de esos sucesos y a sus principales responsables. Sin embargo, no cabe la menor duda de que el principal culpable y beneficiario de esa tragedia fue el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías.

Nadie podría negar los cambios ocurridos en el país después de que fuera derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, en términos de democratización. Hechos como la alternancia republicana, el equilibrio entre los poderes del Estado, el respeto a los derechos humanos y civiles, el importante fortalecimiento de la infraestructura de salud, educacional y vial, junto a otros importantes hechos de modernización de nuestra sociedad. Muy importante es resaltar la optimización del profesionalismo y la subordinación al poder civil de la institución militar. Tampoco se puede negar que durante el período democrático se cometieron irregularidades, como generalmente ocurren en cualquier sociedad. Sin embargo, esas irregularidades fueron debidamente denunciadas, investigadas y corregidas, de conformidad con las leyes. Otro aspecto que resalta de la etapa democrática fue la amenaza a la que ella estuvo sometida en sus inicios, primero por las asonadas militares causada por la infiltración de la ultraizquierda en los cuarteles, y posteriormente por la aparición del movimiento guerrillero auspiciado por el castro-comunismo. Ambas situaciones fueron exitosamente enfrentadas por la inmensa mayoría de la sociedad venezolana y particularmente por las propias Fuerzas Armadas, lo cual les permitió ostentar siempre un privilegiado lugar entre las instituciones más prestigiosas del país.

Desafortunadamente, todo el progreso y los logros alcanzados en cuarenta años de democracia empezaron a verse amenazados por una logia conspirativa, inspirada por una gran ambición de conquistar del poder por el poder mismo, instigada por la izquierda no democrática e inexplicablemente apoyada por estudiantes, algunos medios de comunicación e incluso respaldada por dirigentes de los propios de partidos políticos, supuestos defensores de la democracia. Lamentablemente, los esfuerzos por preservar el régimen democrático no impidieron que  ocurriera la intentona del 4F y un movimiento civil para que, ante la derrota del golpe, lograr destituir al presidente Carlos Andrés Pérez, quien lideraba quizá el mejor gobierno de la etapa democrática, en términos de progreso y libertades ciudadanas. Esa felonía generó un ambiente de inestabilidad, manejado con honestidad y eficiencia por los gobiernos de Ramón J. Velásquez y Rafael Caldera. Sin embargo, a pesar de la derrota militar del golpe de Estado, surgió un pernicioso fervor por una de las principales figuras de la asonada militar, Hugo Chávez, quien contó con una masiva campaña de propaganda, resultando vencedor en la elección presidencial de 1998. Desde esa fecha y hasta el presente, nuestro pueblo y el mundo han visto y experimentado el final de 40 años de progreso y de vida democrática, para sumirlo en la terrible calamidad que vive actualmente. No cabe duda de que el 4 de febrero marcó el inicio del fin de lo alcanzado el 23 de Enero de 1958.

A mis apreciados lectores: luego de veintiocho años de escribir todos los domingos un artículo en los medios de comunicación, he decidido dejar de publicar, con la regularidad que lo hacía, por las dificultades que han surgido en Venezuela para obtener información veraz sobre temas nacionales e internacionales. Le he pedido a El Nacional que me permita continuar en sus páginas cuando los temas de interés lo ameriten.

 


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