Unos aplaudiendo, otros con mala cara, todos tienen, tenemos, que reconocer que lo de Leopoldo López fue altamente espectacular. Probablemente lo será más cuando se puedan saber los detalles de la fuga de la casa del embajador que ya un periódico español, El Mundo, tilda de suicida y que el mismo López dejó entrever, sin dar nombres ni detalles, que era una acción de muy poca gente y alta peligrosidad. Es la parte épica que falta a la puesta en escena de esa exitosa operación. No olvidar tampoco la parte humana y sentimental del reencuentro con esposa e hijos que a muchos toca más que otra cosa, con razones.
La rueda de prensa del martes vista desde la lejanía de nuestra heroica televisión VPI, lucía espectacular por el número de periodistas de diversas nacionalidades que asistió, pero, sobre todo, después de la solidaria reunión con Pedro Sánchez que es una verdadera cachetada a Nicolás Maduro, que andaba persiguiendo cocineras, degradando a Reverol y buscando en los rincones del tratado de Viena. (De paso es un mentís para el macartismo opositor nacional que cree que España se encamina al comunismo de la mano de los tíos de Podemos, los pobres tan empequeñecidos, cuando ha sido uno de nuestros más distinguidos y fieles aliados, dados algunos monstruos que nos tutelan). Leopoldo estuvo muy bien, sabe expresarse con soltura y elegancia y se cortó el pelo y se puso traje y corbata de estadista. El País, primer periódico de la lengua, transmitió en vivo el evento, cosa que hace solo en las grandes ocasiones. Y buena parte de la prensa española lo puso en primera plana el miércoles. Prometió una gira mundial, posiblemente Asia y África comprendidas. Y todos sospechamos que vendrán otras jornadas similares.
Yo siempre opiné que la figura de López había terminado por ser muy enigmática. Para empezar porque en ocho años no habló, no podía. Lo cual contrastaba con una campaña por medio mundo como no se conocía, muy costosa, y que trataba hasta de convertirlo en un Mandela tropical, la cual amainó hace ya un tiempo. ¿Qué había devenido de ese silencio y ese estruendo? ¿La gente de a pie lo había olvidado?, ¿martirizado?, ¿lo había fundido con el destino, dilemático, del presidente interino Guaidó, del cual era formalmente algo así como primer ministro? Habría que ver.
No hay que olvidar que, al menos en los círculos más o menos iniciados, el descenso de Guaidó que venía de las alturas se debió a que su mantra, el paso primero de este que condicionaba los otros, no se cumplió, el fin del usurpador. A mí me pareció que algo de mala ley había en la oposición muy maltrecha toda, al pitar el fin del juego en un año, cuando tenía veinte sin poder cumplirlo ella, nosotros, después de intentarlo de todas las maneras. Pero bueno, al menos es evidente que la gente, la pandemia ayudando, terminó postrada cuando puede postrarse o huyendo cuando el hambre era insoportable. Pero además se le atribuía al decidido presidente interino tres errores fatales, estrambóticos, inexplicables. Cúcuta, el golpe del elevado de Altamira y un pedazo, o al menos malos pensamientos y juntas, con la operación Gedeón. Aquí volvemos a la fuga exitosa, esos errores se le atribuían en sectores de oposición, incluso por escrito, a López, tutor y jefe político partidista de Guaidó. Lo cual lo incluía en su barco averiado y su incierto navegar. Asunto sobre el cual no voy a opinar porque no tengo demasiadas certezas, so pena de pecar de pendejo. Creo que Voluntad Popular es un partido, además asociado a otros tres y se me escapan los usos y costumbres que utilizan para decidir en cada caso.
Son reales las contradicciones de la oposición mayoritaria. Con o sin razones el proyecto Guaidó no pasa por su mejor momento, pero tampoco se ve otro muy coherente, ya vieron lo que le acaeció a Capriles ayer no más. También parece ser otra verdad que López tiene un campo amplio por tocar en el exterior y lo hará. Lo que pueda salir de esa simbiosis está por verse, con lentes de aumento.
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