El recrudecimiento de la tragedia humanitaria en nuestra sufrida Venezuela, y el lento proceso de reactivación de la actividad económica en los países vecinos del continente están generando, lo que podríamos calificar como una segunda ola de la estampida humana que padece nuestra nación.
En mi artículo de la semana anterior me referí a la hambruna que se está expandiendo vertiginosa en el seno de nuestro pueblo. El obsesivo aferramiento de Maduro y su camarilla al poder siguen profundizando el hambre, la desesperación y la muerte de miles y miles de compatriotas.
Huyendo de esta tragedia está en marcha una nueva oleada de venezolanos rumbo al sur del continente. En la primera oleada, los migrantes llegaban en autobuses hasta la frontera. Muchos, incluso, llegaron en avión hasta los aeropuertos próximos a los pasos con Colombia.
Ahora no. Ahora estamos observando el peregrinaje a pie por nuestra propia geografía. En abril de 2019 pude constatar la travesía, por las carreteras de los Andes colombianos de grandes contingentes de venezolanos caminando. Observé los refugios y sitios de atención a esos caminantes, no solo en las inmediaciones de la raya fronteriza, sino en ciudades como Pamplona, Bucaramanga, San Gil y Tunja.
En esta semana recién finalizada pude ver esa romería en las carreteras venezolanas. Viajando desde San Cristóbal hasta Caracas, aprecié en tierras de Barinas y Portuguesa los grupos de migrantes caminar hacia el suroeste venezolano. Familias enteras huyendo.
Su testimonio me impactó una vez más. “No tenemos cómo comprar comida. No ganamos nada”. Una educadora de San Carlos de Cojedes comentó que ya con su salario no puede ni siquiera asistir al trabajo, y en su región no encuentra forma de ganarse decentemente la vida. Va rumbo a Colombia a ver qué trabajo digno le permite ganar el pan de cada día. Van caminando porque ahora no hay transporte. La carencia de gasolina ha paralizado el transporte público y reducido sensiblemente el tránsito automotor. Aquellas autopistas y carreteras de la Venezuela pujante, son ahora espacios vacios, donde solo crece el monte sobre la cinta asfáltica.
La evolución de los acontecimientos indica que no hay ninguna iniciativa en el seno del régimen que permita prever alguna posibilidad de detener la debacle económica y social. Sigue la creación de dinero inorgánico, la hiperinflación avanza descomunal, la menguada producción interna sigue cayendo y la represión es la única respuesta a los reclamos de la ciudadanía. De modo que el mundo será testigo de esta nueva oleada de venezolanos huyendo del infierno socialista y revolucionario, que Maduro y su camarilla han logrado construir.
El papa Francisco publicó el pasado 4 de octubre, con motivo del día de San Francisco de Asís, su nueva encíclica Fratelli-Tutti, destinada a promover una sociedad y un mundo donde prive “la fraternidad y la amistad social.”
En el Capítulo Primero: “Las sombras de un mundo cerrado”, desarrolla una parte titulada “Sin dignidad humana en las fronteras” en la que hace una enérgica denuncia de las causas y efectos de las migraciones contemporáneas.
“Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad.” (1) Huyen de la pobreza, agregaría yo.
Proclama el Santo Padre “el derecho a no emigrar”, que no es otra cosa que “tener las condiciones para permanecer en la propia tierra” (2).
En el caso venezolano, nuestros compatriotas huyen de una guerra contra la sociedad declarada por la camarilla armada, y por la pobreza derivada del saqueo y del modelo comunista aplicado en veinte años de revolución.
Las alarmas volverán a encenderse en los días y meses por venir. En la medida que recrudece la represión, el hambre y la muerte, más compatriotas tomarán las carreteras para huir del “paraíso revolucionario”. Entonces el mundo tendrá que asumir más en serio nuestra tragedia.
Esa tragedia es un “democidio” en los términos en que los precisó el escritor y politólogo norteamericano Rudolph Joseph Rummel. En su libro Death by Government (1987) desarrolló el concepto de democidio para ir más allá del genocidio, el politicidio o el asesinato en masa. Se trata de una dimensión politológica de la muerte generada por las políticas absurdas de un gobierno o sistema político.
Allí expresó: «Utilizo la definición civil de asesinato , en la que alguien puede ser culpable de asesinato si es responsable de forma imprudente y desenfrenada de la pérdida de vidas, como en el caso de encarcelar a personas en campos donde pronto pueden morir de desnutrición , enfermedades desatendidas y trabajos forzados , o deportarlos a tierras baldías donde pueden morir rápidamente por exposición y enfermedades «.
Este es el caso del régimen castro chavista, conducido ahora por Maduro. Él es responsable de las muertes por “imprudencia desenfrenada” en el manejo de los asuntos públicos. Por la desnutrición y las enfermedades desatendidas.
Ante este democidio, ante la brutal migración en marcha, ante los peligros de una catástrofe mayor no podemos callar. No podemos ser indulgentes, ni mucho menos colaboracionistas con un régimen de estas características. Resistir y luchar es el deber en la hora presente. Como todas las tragedias que la humanidad ha vivido, la nuestra terminará. Los responsables irán ante la justicia. Los migrantes tendrán el derecho y el deber de regresar, y juntos reconstruiremos la patria de nuestros anhelos.
- Papa Francisco. Encíclica Fratelli Tutti. Edición Digital. Página 11.
- Papa Francisco. Obra citada. Página 12.