El título de este artículo debería ser: “La Segunda Guerra Mundial se inició hace 80 años, para convertirse en el hecho histórico con mayor número de representaciones cinematográficas” (más de 1.400 según Wikipedia), pero era demasiado largo. Pensé en cambiarlo y colocar el evento y la palabra “cine”, pero no resaltaría la gran efemérides de este próximo viernes 1° de septiembre. En todo caso, con esta explicación ya el lector se ha enterado de qué vamos, y no es más que dar algunos datos e ideas, sobre el enorme impacto que tuvo la mayor guerra de la historia de la humanidad, por su costo en vidas, recursos y riquezas, extensión geográfica y el número de países involucrados y, especialmente, por su impacto en el mundo actual.
Las potencias vencedoras (Estados Unidos, Unión Soviética, Reino Unido, China y Francia), pero también las perdedoras (Alemania, Japón e Italia), son las que poseen mayor influencia en lo económico. Es evidente, que las primeras son las que marcan la política actual y poseen los ejércitos más poderosos, empezando con Estados Unidos, el cual tiene una larga distancia en relación con las demás. Por otro lado, los valores que justifican la acción de contraofensiva frente a la agresión de Alemania y Japón (el peso de Italia es muy pequeño para nombrarla en el “Eje”), que se repiten en los guiones de todas las películas de los estudios de Hollywood y del cine británico, son los dominantes –a pesar de sus problemas y debilidades– en el presente: la paz generada por la armonía entre las naciones, la democracia, la libertad individual, la tolerancia y los derechos humanos.
Ese discurso no se ha dejado de repetir en menor o mayor grado desde que se empezaron a filmar películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Incluso, antes de los hechos, hay filmes que defienden estos principios ante la clara amenaza del fascismo alemán y el militarismo japonés (con mucha menor frecuencia). Los estudios de Hollywood temieron abordar el hecho antes de la entrada de Estados Unidos al conflicto, salvo algunas pocas excepciones entre las cuales se encuentra John Ford. El director movió todas sus influencias para que la Marina creara una oficina dedicada a la propaganda y al mismo tiempo los estudios se centraran en dicho tema. Ford lo lograría a partir del ataque a Pearl Harbour (7 de diciembre de 1941) cuando la Oficina de Servicios Estratégicos –predecesora de la CIA– se lo permitió y este lidera el reclutamiento de un conjunto de cineastas que acompañarían a los ejércitos en el frente y animarían con sus creaciones el apoyo de la población –y de los propios soldados– al esfuerzo militar.
Es entendible el fenómeno de predominio de la Segunda Guerra Mundial en plena conflagración e incluso en la década inmediatamente posterior (los cincuenta); pero, ¿por qué sigue siendo el tema rey en el cine histórico y bélico 80 años después? Un ejemplo de este fenómeno son las 20 películas y poco más, por solo nombrar las producidas por los estudios más famosos, que se han estrenado y se estrenarán en el año que transcurre. Entre ellas se le hace bastante publicidad a Midway (Roland Emmerich) que llegará a las salas de cine en el mes de noviembre. Los antecedentes a nivel cinematográfico de la más importante batalla en la Guerra del Pacífico fueron el documental de John Ford, a pocos meses de haber sucedido (ganadora del Oscar al Mejor Documental); y en 1976 fue producida una película dirigida por Jack Smight (1925-2003), la cual tuvo como protagonistas a Charlton Heston (1923-2008) y Henry Fonda (1905-1982). ¿Será que ciertas batallas, líderes y realidades que se desarrollaron en la guerra han calado en la memoria colectiva de la humanidad y poseen un inmenso atractivo para las audiencias? ¿O es que el mismo cine se dedicó a crear dichos mitos y cada cierto tiempo los refuerza con nuevas versiones?
El boom de este subgénero histórico y bélico que es la Segunda Guerra Mundial también está teniendo una especie de edad de oro en los países que no son potencias –tanto en lo político como en la producción de cine– pero que la padecieron y que en las últimas dos décadas han generado maravillas. Un buen ejemplo es el cine escandinavo y por allí van surgiendo con fuerza los cines ruso, chino y de Corea del Sur; aunque dominados por un gran peso propagandístico y de épica. El cine alemán se va quitando sus complejos y produce obras maestras, como aquella que relata los últimos días de Adolf Hitler en el búnker de la Cancillería: Der Untergang (El hundimiento, 2004) de Oliver Hirschbiegel y que fue nominada al Oscar a la Mejor Película de Lengua No Inglesa. E incluso también están montones de creaciones que podríamos llamar de serie B o que usan a la Segunda Guerra Mundial como pretexto para establecer historias de terror, space opera, entre otros.
El buen cine de la Segunda Guerra Mundial, como todo filme de género histórico, es el que cumple con la afirmación de John Ford: “Lo que yo quería era hacer exactamente lo que había ocurrido”. El más apegado a los hechos es el mejor y en este sentido la serie Band of brothers (2001), producida por Tom Hanks, para mí es la primera entre todas. Su ejemplo sigue inspirando a muchos directores, como esa obra de arte que es Dunkerque (2017) de Christopher Nolan. Podemos finalizar señalando que el discurso que ha predominado en este cine (la defensa del hijo predilecto de Occidente: la democracia liberal) nunca ha cesado, porque la Segunda Guerra Mundial puso en peligro hasta la propia existencia de la civilización (todo lo que muestra el Holocausto o Shoá es otra prueba de ello). Es como si la humanidad entera poseyera la conciencia de no olvidar el momento cuando todo lo bueno estuvo a punto de perderse. Es una forma de decirnos a nosotros mismos: “¡Nunca más!”.