La sandía (o patilla) es una deliciosa y muy nutritiva fruta, pero su metáfora en política es nefasta. Se refiere, aludiendo a su color, verde por fuera y rojo por dentro, a partidos de izquierda que se camuflan como de centro o moderados.
En Colombia, estamos bajo la intentona de un gran fraude al electorado. La izquierda siempre ha recurrido a la estrategia de tener dos frentes, uno duro, representado por la extrema izquierda, guerrilleros y comunistas y otro “light” disfrazado de democrático, pero ambos son las dos caras de una misma moneda. Históricamente, esos dos frentes la representaban la insurrección armada y los partidos de sombrilla, supuestamente democráticos. Con la nueva estrategia del Foro de Sao Paulo, esta divergencia se transformó en el brazo político de la insurrección, disfrazado de partido legalizado, y el frente “light” conformado por los partidos “progresistas”.
Así, para las elecciones de 2022, tendremos la extrema izquierda representada por los Comunes y la Colombia Humana, aupando la candidatura de Petro. Además, una coalición de partidos de “centro- izquierda”, liderado por el partido Verde y probablemente con la candidatura de Fajardo. La estrategia consiste en atizar el conflicto social, mediante la pauperización de las ciudades controladas por esa sandía (Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Santa Marta, Cúcuta) para aupar a Petro, y si esta crisis no llega al punto de ebullición requerido para poner a Petro en la segunda vuelta, entonces está el engaño de Fajardo, como candidato de la “izquierda democrática”. En la segunda vuelta ambos bloques se unen en pos del triunfo del socialismo del siglo XXI.
La farsa del partido Verde como fuerza moderada del centro, se desmonta fácilmente al constatar que este partido es miembro del Foro de Sao Paulo ( https://forodesaopaulo.org/partidos/ ), ese grupo creado por Chávez y Lula para la implantación del neoestalinismo, camuflado con el eufemismo de socialismo del siglo XXI, esa misma organización que respalda irrestrictamente a la tiranía de Maduro en Venezuela.
Estamos, pues, claramente advertidos de la estrategia del farcsantismo para 2022: imponer en Colombia el socialismo del siglo XXI, instaurando una dictadura del narcoterrorismo comunista, convirtiendo a Colombia en una colonia cubana, una república cocalera donde los carteles criminales de lesa humanidad detentan el poder abierta y sanguinariamente.
Tienen cooptadas todas las instituciones del Estado, los ingentes recursos financieros del más grande cartel de la coca del mundo (además del apoyo del Grupo Empresarial de Antioquia y los Gilinski), prácticamente todos los medios. O sea, su poder es inmensamente grande. Ya no se encubre, ya se quitaron la máscara, al declarar públicamente las relaciones entre los dos grandes capos de esa mafia criminal: Santos y Timochenko.
No queda sino la conformación de un movimiento radical de defensa de la democracia, que abandone lo políticamente correcto, que deje ver al país el peligro de la instauración definitiva de la dictadura del farcsantismo, que declare como enemigo número uno de la nación el narcotráfico, y que ponga de verdad todos los medios en la lucha contra ese flagelo, teniendo como tarea prioritaria la eliminación del narcoterrorismo comunista, camuflado de “centro”. Tiene que ser un movimiento sin medias tintas, entre un Fajardo y un candidato copia de este, que no se atreva a denunciar la catástrofe que se avecina, el pueblo preferirá el original a la copia. La supervivencia de la república está en juego, es ahora o nunca.